49 - Majorie 11: Su nombre era Jean Joyner

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Volar se siente bien. Sobre todo cuando la aerodinámica está de tu lado. Me alegra haber estudiado mucho sobre los animales de este mundo, estoy segura que sin esos conocimientos no me habría animado a hacer algo tan loco como lo es saltar de un balcón cargando a tres personas.

—¡Escudo de campo!—exclama Nodieu, formulando magia.

—Gira hacia la izquierda, lagartija. Ya casi los perdemos.

Una flecha impacta la alfombra, pero es bloqueada con éxito gracias a la buena labor de Nodieu con la defensa. Probablemente ya me habrían derribado si no fuera por ellos, así que les estoy profundamente agradecida.

—Ameba, dime que todavía tienes los planos—digo al recordar la razón por la que estamos metidos en este desastre.

—¡S-sí! N-no los he soltado ni un solo segundo, no señor.

Puedo jurar que ahora los está apretando en exceso. Ah, bueno, mientras no los rompa o arruine todo estará bien. Necesitamos esta evidencia para mostrársela a mi padre y madre, ellos sabrán que hacer.

Nunca creí que todo este mundo se tratara de una mentira, de un vil engaño producto de una iglesia que solo se aprovechaba de nosotros. Mi mente ahora mismo está concentrada en como poder explicarles a mis padres que son todos esos planos.

Puede que lo más prudente sea esperar a que Arthur regrese de la expedición, pero no puedo esperar más tiempo. Los monjes ya deben estar reagrupándose para preparar la cacería de mi cabeza. Por mucho que me duela y tenga miedo, voy a tener que pelear por mi vida con uñas y garras hasta que me den caza o pueda vivir tranquila por el resto de mis días.

—Continúa derecho, lagartija, estamos más cerca del castillo—informa Celine con notas de alivio en su voz.

—Lo hicimos... ¡realmente lo hicimos!—suelto con alegría.

Pudimos infiltrarnos y salir de la iglesia de una manera no tan magistral, pero épica. Santo cielo, estoy tan eufórica por sentirme así de bien. Siguiente parada, el palacio real.

Seguimos sobrevolando la primera capa. Puedo ver cada punto de El Abismo. Muy a lo lejos en el horizonte puedo observar la academia Vaumose. Tengo tantas ganas de regresar allá que a pesar de no estar fuera tanto tiempo, me invade una nostalgia del poco tiempo que viví en la escuela.

—Pregunta, ¿Cómo vamos a aterrizar?—pregunta Nodieu.

—Aaah... esa es una excelente pregunta. Espero encontrar un punto discreto para hacerlo—confieso.

—En resumen, vamos a estrellarnos el culo contra el suelo.

Sobrevuelo la periferia del castillo, buscando la torre de mi habitación. Veamos, veamos... sí, está abierta la ventana. La probabilidad de que los guardias me vean es alta, pero da igual a este punto, ya debe estarse corriendo la noticia del despertar del Dragón Blanco.

Vuelo descendiendo sobre la torre, colocándome cerca de la ventana para que mis amigos salgan. Uno por uno, ellos van bajando de la alfombra para entrar a mi habitación. Aquí no pasó ni se vio nada de nada.

Uff, es bueno descansar las alas de tanto peso. Dejo caer la alfombra de la iglesia sobre el patio del castillo y entro a mi cuarto. Solo estuvimos fuera un par de horas, pero me alegra tanto haber podido regresar que entro en una mini euforia.

—Aaaah, M-Majorie, tenemos compañía—informa Ameba.

Me doy la vuelta y veo a Baldwin y Celica parados en la puerta de mi habitación, con una expresión de asombro y sorpresa que se refleja en sus facciones.

Que se jodan los arcoíris ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora