Los pasos de mi padre, Amcottes, resuenan por toda la sala. Todos los presentes en el gran salón de reuniones de la iglesia guardan silencio ante su presencia. O al menos la mayoría. Trece grandes tronos se ubican distribuidos a lo largo y ancho de la gigantesca mesa, doce de ellos ocupados. La luz exterior no se filtra, y lo único que tenemos para iluminarnos en la oscuridad son unas luces neón de color azul que se asemejan a las plantas bioluminicentes de la tercera capa.
Amcottes suspira y se sienta en el trono mayor para comenzar a hablar.
—Tenemos problemas. Grandes problemas—comienza.
El silencio es interrumpido por una mujer, la segunda administradora más poderosa.
—¿Y ahora de que se trata? ¿Otra vez con tu estúpido unicornio? ¿O esta vez hay algo que de verdad valga la pena tratar?—se mofa.
Carraspeo con intención de decirle que se calle la boca y deje a mi padre terminar.
—Mucho me temo que es algo peor. El dragón blanco está a punto de resurgir, si dejamos que eso suceda, será el fin de todo. He podido comprobar también que el Destello Oscuro está muerto, pero eso no ha desaparecido el treceavo trono de esta sala—informa Amcottes.
Todos los administradores volteamos a ver dicho lugar. Una silla que apareció hace muchos cursos abisales y que simboliza el nacimiento de un nuevo administrador. O moderador, en este caso. Los moderadores son sin duda seres de poder superior similar a las divinidades, pero sin alcanzar a estos últimos. El treceavo trono apareció poco después de que mi padre tuviera problemas con un unicornio errático de los Jardines Huecos, por lo que podemos intuir que ha conseguido de alguna forma mezclarse con los nuestros.
Y el unicornio es tan solo uno de los muchos problemas que vamos a tener que resolver. Nuestra prioridad en estos momentos es ejecutar a Majorie Vawdrey antes de que comience su metamorfosis en dragón. Es la única manera de mantener a salvo nuestro hogar y estilo de vida.
—Nunca creí que tú, Amcottes, el mayor administrador del sistema, tendría problemas con una lagartija y un caballito de colores—se burla Boisegnas, el octavo administrador.
—Esa lagartija es nuestra mayor amenaza, espero que puedas tenerlo presente cuando el apocalipsis esté en curso. Y el Destello Oscuro no ha hecho acto de presencia desde hace muchos cursos, no tengo idea de que esté tramando, pero no podemos bajar la guardia—reprende Amcottes.
—¿Y qué sugieres hacer? La horda de monstruos que me pediste movilizar no funcionó, y por lo visto tú tampoco. Ni siquiera eres capaz de mantener el maldito orden en El Abismo—contraataca Mona Preiszner, sexta administradora.
—Habrá orden en ese maldito agujero, por las buenas o por las malas. La iglesia del dragón negro está movilizándose en estos momentos para la ejecución de la princesa—se defiende Amcottes.
Es verdad, yo misma estoy organizando la más bonita ceremonia para despedir la cabeza de Majorie. Será un evento digno de recordar, y podré guardar los gritos y desesperación de sus hermanos y padres cuando haga caer la guillotina y pueda conservar sus raros ojos de dragón en solución salina.
Sigewinne, onceava administradora, bosteza de sueño sin dejar de ver una de sus creaciones. Ruxel, el doceavo administrador, suelta pequeñas risas nerviosas mientras se corta con un cuchillo de caza y prueba su propia sangre.
—En caso de que algo salga mal, —continúa Amcottes—tenemos preparado el Sol Arcoíris. No quedará rastro de vida en cuanto se ejecute, pero nos las arreglaremos para sobrevivir.
Es entonces cuando interviene Mats Liebelin, cargando una de sus tablas llenas de cálculos y números. Suelto un "Hum" cuando lo veo levantarse de la silla, y él solo me dedica una mirada de desprecio.
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Que se jodan los arcoíris ©
FantasyLa vida apesta, en especial para Jean, una chica gótica que ha reencarnado en un unicornio dentro de un mundo de fantasía luego de morir en su oscura vida anterior. Rechazando su nueva naturaleza, Jean se opone a los colores y decide tomar el contro...