Camino por la superficie de la séptima capa, con la mirada baja. Me entretengo pateando una roca que me encontré por el lugar. Panqueque despertó hace un buen rato. Estuve cuidándola todo el tiempo en que estuvo desmayada. De vez en cuando venía Norbert para relevarme, pero procuré estar a su lado siempre.
La roca rueda por el suelo con cada patada que le doy, terminando por dirigirse hacia un pozo de lava, hundiéndose en el proceso. Suspiro y tallo mis ojos antes de continuar y toparme de lleno con alguien.
—Más cuidado, majestad. No querrá caerse en uno de esos pozos—advierte la capitana Rhea.
—Lo siento mucho, capitana. Gracias por el aviso.
Ella esboza una sonrisa forzada. Ha estado sumamente molesta y desesperada desde que nos enteramos que su embarcación fue destruida. Probablemente Ruxel y Amcottes lo hayan hecho.
—Lamento lo de su barco. En nombre del reino de Asonas, le pido una disculpa por verse arrastrada a nuestros problemas, y le prometo una compensación junto con la entrega de una nueva embarcación—doy una leve reverencia.
—Descuida. Ese barco significaba mucho para mí, pero me doy por bien servida con el hecho de salir vivos de esa pelea.
Incluso así, tengo intenciones de compensar a los semi humanos por toda la ayuda prestada.
—Además, intuyo que el reino de Asonas va a necesitar esos valiosos recursos para algo más importante, como más exploraciones, una guerra contra sus enemigos... o quizás una gran boda real—me lanza un codazo.
—¿A qué se refiere, capitana?
—No te hagas tonto, príncipe. Tú y esa chica unicornio, ¿piensan casarse pronto, no es así?
La sangre se me sube al rostro. Todas estas mezclas de sentimientos son conocidas, pero al mismo tiempo nuevas para mí.
—No puedo asegurarlo, capitana. No puedo estar seguro de lo que piensa ella, así que preferiría guardar la compostura ante eso—respondo con un suspiro.
—¡Ja! Vamos, ustedes dos se la pasan juntos, comen juntos, pelean juntos, viajan juntos. Es un cínico asegurar que ella no está enamorada de ti ni tú de ella—Rhea se da la vuelta, comenzando a andar.
Decido seguirla con intenciones de comprender mejor sus palabras.
—Pero si te soy honesta, admiro mucho el respeto que se tienen. —continúa la capitana—Eres un gobernante, con una gran autoridad en tu reino. Fácilmente podrías someter a la chica a tus designios sin que nadie pueda decirte nada. Pero no, prefieres que ella se relacione de forma natural contigo.
—No puedo forzar a alguien a amar. Incluso si así lo hiciera, ella no sería feliz. Panqueque no lo ha sido una gran parte de su vida, puedo verlo en sus ojos y en sus largos silencios. No quiero ser quien prolongue esa infelicidad.
—¿Entonces qué piensas hacer con eso?—Rhea lanza un bostezo al aire, como si se burlara de lo aburrido de mi pensar.
Lo analizo por un momento. En el pasado, Norbert y yo conocimos a muchas chicas durante nuestros viajes. Muchas de ellas deseaban venir con nosotros, en especial conmigo. Todas eran lo mismo, mujeres lindas que se peleaban por un poco de atención de la realeza. Todas querían ser la próxima reina de Asonas.
Yo lo sabía. A veces pienso que si no fuera por mi título, no tendría tantas oportunidades con las mujeres. Y no lo digo por mi físico, sino por mis deseos y anhelos hacia lo desconocido. Norbert, Julian y Sybil insisten en que tengo un buen rostro, y que mi sed de conocimiento es admirable. Pero muchas chicas no lo encuentran tan interesante como el dinero, lujos y poder que la corona brinda. Si tengo un equipo con el que me llevo bien, es porque todos somos unos locos que viajamos con intereses similares.
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Que se jodan los arcoíris ©
FantasyLa vida apesta, en especial para Jean, una chica gótica que ha reencarnado en un unicornio dentro de un mundo de fantasía luego de morir en su oscura vida anterior. Rechazando su nueva naturaleza, Jean se opone a los colores y decide tomar el contro...