Ngh... No, no, por favor, no ahora. Observo mi brazo tembloroso y encuentro muchas más pequeñas escamas blancas apiladas una sobre otra, como si se tratara de un pescado o dragón. Sostengo una entre mis dedos y la jalo con fuerza para quitarla.
Un dolor agudo y punzante recorre todo el nervio de mi brazo, subiendo por mi hombro, pasando por mi cuello y terminando en mi cabeza. Naturalmente, me veo obligada a cubrir mi boca y ahogar el grito que estuve a punto de dar.
Veo entre mis dedos la sangrante escama, goteando todavía. Tan solo pasar la mano por las escamas es suficiente para estremecerme. Es asqueroso y repugnante. Cuando era una niña en mi otra vida, tuve un cuadro de varicela que me llenó de sarpullido por todo el cuerpo; sin embargo, esto es mucho peor y más grotesco para mí.
Arrojo la escama al suelo y me apresuro a limpiar la sangre resultante con una pequeña toalla. Están muy arraigadas a mi piel y además son demasiado sensibles a cualquier cambio en el ambiente o al tacto. Ya no me queda mucho tiempo, la draconificación está avanzando a velocidades mayores a la que tenía en anteriores años.
Suspiro y me veo en un espejo que hay en la habitación. Estoy asustada, tanto por esta asquerosa escena como por el juicio que voy a tener en unos momentos más. Hoy se decide si vale la pena arriesgar las vidas de los caballeros bajando al fondo de El Abismo por un monstruo como yo... o si ejecutarme resulta más barato, fácil y rápido.
¿Por qué de entre todos los días tenía que ser justo hoy cuando me salieran estas malditas escamas? Si el jurado llega a verlas y dictamina que no hay tiempo para encontrar otra cura, mi muerte es inevitable.
—Relájate, estás muy pálida hoy—Baldwin entra a la habitación, seguido de Arthur y Celica.
Ay, ellos no deberían ver esto. Me apresuro a tomar un trozo de tela y cubrir mi brazo.
—No puedes pedirle que se tranquilice, Baldwin. Ni siquiera nosotros podemos hacerlo—recrimina Celica.
—Pues deberíamos, todo va a salir bien, ¿no, Arthur?
Él sonríe y suspira mientras asiente. Luce un poco cansado y nervioso, pero es natural dadas las circunstancias. Volteo a verlos y fuerzo una expresión más alegre.
—¿De verdad vas a cortarme la cabeza, Arthur?—pregunto luego de un momento de silencio.
—No. No sería capaz de hacerlo. Puedo matar enormes bestias y pelear contra terribles monstruos, pero tú no serás una de ellos.
—¿Qué hacemos si el juicio sale mal? La iglesia no va a dejarme ir tan fácil, estoy asustada, no sé qué hacer...
Arthur me abraza junto a Baldwin y Celica. Puedo escucharlos respirar con pesadez. Estoy segura de que han pensado en la posibilidad de que nada salga como lo queremos.
—Ya hemos planeado como salvarte en caso de que el juicio falle a favor de la iglesia. Los tres hemos pensado en cómo sacarte de aquí y buscarte refugio en la segunda capa, escondida de las personas—responde Celica.
—N-no quiero vivir así. No lo entienden. Quiero poder pasear por las calles del reino sin que la gente me mire con asco y miedo. Deseo poder estudiar sin que los alumnos me agredan. Quiero... vivir sin ser un monstruo...
—Majorie, cariño, tú no eres un monstruo—expresa Celica.
—Tú eres mucho más que un dragón, Majorie. Nos tienes a nosotros para cubrirte las espaldas—añade Baldwin.
Continúo abrazándolos un rato más hasta que la hora del juicio llega. Es el momento en el que se autoriza una nueva expedición cartográfica o mi muerte.
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Que se jodan los arcoíris ©
FantasyLa vida apesta, en especial para Jean, una chica gótica que ha reencarnado en un unicornio dentro de un mundo de fantasía luego de morir en su oscura vida anterior. Rechazando su nueva naturaleza, Jean se opone a los colores y decide tomar el contro...