48 - Capítulo 26: Que se joda Silvesse

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Apenas y puedo cubrirme de la terrible explosión que es detonada frente a Arthur, Amcottes y yo. Ahí están las terribles consecuencias de mi torpeza, de mi inutilidad e impotencia para hacer algo contra las armas fuera del Sistema.

̶O̶h̶,̶ ̶c̶i̶e̶r̶t̶o̶,̶ ̶e̶s̶t̶á̶n̶ ̶e̶s̶p̶e̶r̶a̶n̶d̶o̶ ̶u̶n̶ ̶r̶e̶s̶u̶m̶e̶n̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶s̶i̶t̶u̶a̶c̶i̶ó̶n̶.̶ ̶P̶e̶r̶d̶ó̶n̶e̶n̶m̶e̶,̶ ̶m̶e̶ ̶s̶i̶e̶n̶t̶o̶ ̶i̶n̶c̶a̶p̶a̶z̶ ̶d̶e̶ ̶h̶a̶c̶e̶r̶l̶o̶s̶ ̶r̶e̶í̶r̶ ̶e̶n̶ ̶e̶s̶t̶o̶s̶ ̶m̶o̶m̶e̶n̶t̶o̶s̶.̶

Estuve vagando en la oscuridad un buen rato hasta que las todas mis lágrimas salieron. Había olvidado por completo la deprimente y triste sensación de llorar. Después de tanto tiempo como unicornio, apenas y podía recordarla. Sin embargo, parece que no importa a donde huya, siempre seré una estúpida zorra que no sabe controlar sus emociones.

Nunca debí haber traído a Arthur aquí. Nunca debí enamorarme de él. Debí haber bajado sola, viajado por todo esta maldita jaula oxidada con nada más que mis pensamientos, como antes de volver a ser humana.

Pero fui una tonta. Creí que podría comenzar de nuevo, que podía empezar de cero en un mundo de espadas y magia. Y luego... entré a ese laberinto y me encontré con mi destino. Un destino que había dejado inconcluso por tanto tiempo.

Me gustaría tener en estos momentos el labial que me regaló la doctora Shannon. Ella me dijo que encontrara consuelo en mi identidad y ese pintalabios. Pero... ¿Qué pasa si no sé quién soy? O mejor dicho, ¿Qué pasa si no quiero aceptar quién soy? Y lo digo de una manera metafórica y literal. ¿Qué haces cuando tienes dos partes de ti que chocan en conflicto?

̶U̶s̶t̶e̶d̶e̶s̶.̶.̶.̶ ̶¿̶u̶s̶t̶e̶d̶e̶s̶ ̶p̶o̶d̶r̶í̶a̶n̶ ̶d̶e̶c̶í̶r̶m̶e̶l̶o̶?̶ ̶J̶e̶,̶ ̶c̶l̶a̶r̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶n̶o̶,̶ ̶s̶o̶l̶o̶ ̶v̶i̶e̶n̶e̶n̶ ̶a̶ ̶l̶e̶e̶r̶ ̶l̶a̶ ̶h̶i̶s̶t̶o̶r̶i̶a̶ ̶d̶e̶ ̶u̶n̶ ̶e̶s̶t̶ú̶p̶i̶d̶o̶ ̶u̶n̶i̶c̶o̶r̶n̶i̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶n̶o̶ ̶p̶a̶r̶a̶ ̶d̶e̶ ̶t̶r̶o̶p̶e̶z̶a̶r̶s̶e̶ ̶c̶o̶n̶ ̶l̶a̶s̶ ̶m̶i̶s̶m̶a̶s̶ ̶p̶i̶e̶d̶r̶a̶s̶ ̶u̶n̶a̶ ̶y̶ ̶o̶t̶r̶a̶ ̶v̶e̶z̶.̶

He postergado esos pensamientos tanto tiempo que ya han venido a cobrarme factura. Ya no puedo hacerlo esperar más. Tengo que aceptar quien soy, es la única manera de cumplir con la misión que Swolstice me encomendó... hace tantos milenios...

Abro los ojos solo para sentirme en caída libre. La bomba destrozó el suelo, y fue tan potente que partió El Abismo, de forma literal. Ahora entiendo por qué no había rastro del sello del Dragón Negro. Había un vacío, un hueco justo debajo de la octava capa abisal.

Extiendo mi mano hacia Arthur mientras ambos caemos. Todavía veo su pecho respirar, está vivo, pero muy malherido.

—¡Arthur!—grito con desesperación.

Con esfuerzo utilizo magia de viento para impulsarme. Apenas y logro abrazarlo y utilizar Escudo corporal en su máximo nivel. El golpe es duro y sofocante, pero logramos sobrevivir. Mi barra de HP está por debajo de la mitad, peligrosamente baja.

—P-Panqueque... estás bien—susurra Arthur, muy débil.

—No, no morir. Por favor, no dejarme—sollozo.

—Lo hice, Panqueque. Te traje hasta el sello, como prometí—sonríe y señala hacia un costado.

Y entonces lo veo. Una masa de carne palpitante que expulsa magia oscura. Finalmente he llegado al punto más profundo de El Abismo. Pero nada de esto sirve si no consigo salvar a nadie.

—No dejas de interponerte entre nosotros, unicornio estúpido—Amcottes se lanza contra mí, intentando tomarme desprevenida.

Me protejo de su ataque con mi Escudo corporal, pero su golpe es fuerte y me envía volando lejos. No, no puedo vencerlo en estas condiciones. Maldita sea, Howard... te necesito ahora.

Que se jodan los arcoíris ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora