—¿Qué? No... eso... no puede ser posible... Arthur no puede estar...
Celica se desploma en el suelo, sollozando sin control. Unas simples palabras bastaron para derribar lo que hasta ahora había sido mi nueva vida, una a la que me costó resignarme. Observo mis manos, temblorosas al igual que mis piernas. Esto no puede ser cierto, no. Tiene que ser una broma de mal gusto.
Baldwin sostiene a Jean por el cuello. Tiene una expresión confusa, entre furioso y consternado. Apunta su espada a su cuello y la amenaza.
—Maldita... ¡Dinos la verdad! ¡¿Qué le hiciste a Arthur?!—exclama con una voz quebrada.
De sus ojos salen lágrimas que se mezclan con la furia que tiene en el interior.
—Oh no... mi pequeño Arthur no—mi madre solloza.
—¡Respóndeme, o te juro que cortaré tu cabeza aquí mismo!—vuelve a clamar Baldwin.
—Murió en la expedición—responde Jean a secas.
—¡Eres una mentirosa! ¡Te mataré, traidora!—Baldwin balancea su espada.
—¡Baldwin! ¡Detente ya!—me apresuro a detener el brazo de mi hermano.
Logro hacerlo antes de que su arma toque el cuello de la chica.
—¡Hazte a un lado, Majorie! ¡Esta mujer asesinó a nuestro hermano!—su voz suena devastada.
—¡N-no es la manera correcta de hacerlo!—digo entre lágrimas.
Jean me observa en silencio. No parece tener miedo del arma de Baldwin, ni estar nerviosa ante la situación. Si ella es la chica que conozco, y no solo una coincidencia, entonces quiero abogar por ella. La Jean que yo conozco era sombría, silenciosa y retraída, pero estoy segura de que jamás mataría a alguien.
—P-por favor... no te conviertas en un verdugo de esta manera—suplico.
A través de mis manos puedo sentir los brazos temblando de Baldwin. El ahoga un grito de frustración y deja caer la espada al piso, mirando con desprecio a la prisionera que tenemos frente nosotros.
—Que mi padre decida que hacer—responde, apretando los dientes.
Edmund Vawdrey se encuentra devastado en este momento junto a mi madre. Celine, Nodieu y Ameba permanecen en silencio, sin saber cómo reaccionar o que decir. Finalmente, y luego de unos momentos, mi padre alza el rostro y con lágrimas en los ojos da unas palabras.
—Lo preguntaré una última vez. ¿Fuiste tú la asesina del príncipe Arthur Vawdrey?
La respuesta de Jean es corta y directa al grano.
—Sí.
—Bien. Entonces no tengo nada más que hablar contigo. Llévenla a los calabozos del castillo. Preparen su ejecución—ordena.
—¡No!—exclamo.
Los guardias refuerzan el agarre en los grilletes de Jean. Ella da un gemido de dolor y su mirada cae al suelo una vez que la someten de nuevo. Prácticamente la obligan a arrastrar los pies hasta que desaparece por la puerta del salón del trono.
Baldwin me sostiene por los hombros, evitando que intervenga cuando se la llevan.
—Esa maldita pagará por lo que hizo—la voz de mi hermano es sombría.
Celica todavía no deja de gimotear y llorar. Tan solo escuchar su quebrado llanto me deja ver cuánto sufrimiento está teniendo en este momento. No me sorprendo cuando yo misma me escucho llorar también, sin poder frenar los espasmos de mi pecho.
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Que se jodan los arcoíris ©
FantasyLa vida apesta, en especial para Jean, una chica gótica que ha reencarnado en un unicornio dentro de un mundo de fantasía luego de morir en su oscura vida anterior. Rechazando su nueva naturaleza, Jean se opone a los colores y decide tomar el contro...