29. La luna

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—¡No espíes! —ordené divertida mientras guiaba a Elliot.

—¿A dónde me llevas? ¿me vas a tirar a un lago sin que sepa o algo por el estilo? —preguntó con algo de miedo.

Hizo que riera.

—¿Confías en mí?

—No.

—Yo tampoco. Anda, camina y no mires.

Llegamos al sitio. Entusiasmada, le quité la venda de los ojos y observó el lugar.

—Star, ¿qué es...?

—¡Te inscribí en un casting! —exclamé al interrumpirlo. Aunque yo estaba totalmente feliz, a él no se le veía emocionado dentro de todo.

—¿Un casting? —repitió. Elliot miraba impactado el letrero que decía: "¡CASTINGS! DEMUESTRA TU TALENTO!"

—¿No te gusta?

Pareció reaccionar. Se giró hacia mi.

—No, no, no. No es eso —aseguró —. Sí me gusta pero... Starlie, no tengo talento para esto, me sacaran de una patada en el culo.

—¡Claro que tienes talento! —golpee su brazo —, ¡eres la persona con más talento que conozco en este mundo!

—Lo dices porque eres mi novia.

—No solo por eso. Elliot, tocas la guitarra mejor que cualquiera. Debes aprovechar eso —insistí.

—Star, no vale la pena...

—Al menos inténtalo, por favor.

Mantuvimos el contacto visual. Le hice cara de perrito triste durante unos segundos.
Cuando aparto la mirada intentando contener una sonrisa, supe que lo había logrado.

—Suspiró —Vale... ¡Solo un intento!

Aplaudí feliz y victoriosamente para acto seguido entregarle su guitarra y entrar junto a él.

Nos acercamos a la recepción. Una chica muy bien vestida anotaba algo en una libreta al mismo tiempo que hacía muecas de disgusto. Elliot me miró con miedo y casi rompo a reír ahí mismo. Digamos que Elliot asustado es más gracioso de lo que creen.

Carraspeé y nos echó una mirada a ambos.
Al instante sonrió. Al parecer, era de esas personas que se ven antipáticas a simple vista pero, cuando te hablan, son más que simpáticas.

—Buenas tardes —saludó —. ¿Vienen a un casting, a inscribirse, a preguntar dónde está la dirección de una calle o a preguntar dónde está el restaurante de mariscos?

—Eh... —titubeé —, a un casting.

—Ah, menos mal. Suelen venir seguido a preguntar dónde está el maldito restaurante de mariscos. Que, por cierto, la comida que cocinan es buenísima, pero no entiendo por qué el restaurante está tan escondido. Por fuera parece una casa pero por dentro... —se quedó callada al notar nuestras caras de confusión —. Lo siento.

—Me reí —No te preocupes.

—¿A qué venían, entonces?

—A un casting —respondí.

—Vale. ¿Nombre?

—Elliot Handler.

—Star, pensándolo mejor... —empezó él.

—Cállate —lo interrumpí —. Vas a ir.

—Aquí está —señaló la chica —, Elliot Handler.
¿Te han dicho que tienes un parecido a Leonardo DiCaprio?

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora