35. La solución

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Creo que hasta estaba más nerviosa que él.

Nunca en mi vida había estado tan entusiasmada, ansiosa y nerviosa a la vez. Necesitaba que todo le saliera bien, absolutamente TODO.

Iba a ser así, porque él es brillante, pero los nervios acompañan en todo momento, toda la vida.

—¿Traes la guitarra? —pregunté por sexta vez.

—Has preguntado lo mismo aproximadamente veinte veces —murmuró Ada, quien estaba sentada en los asientos traseros.

—Sí, la traigo —aseguró Elliot.

Había llegado el día. Luego de que Elliot hubiera quedado en el casting, nos dijeron que una semana después de aquella, comenzaría el videoclip. Porque sí, Elliot iba a tocar la guitarra para la canción de un videoclip.

—Deja de mover la pierna y cálmate —suplicó Ada.

—Me reí —Lo siento...

—Estás incluso más nerviosa que yo —espetó Elliot.

—¡No estés nervioso! —lo regañé —. Te va a salir genial.

Llegamos a destino. Nos bajamos los tres del coche, en mis manos llevaba la guitarra de Elliot.

Nos habían dado una dirección a la que debíamos ir y, de ahí, Elliot se iría con los de producción a grabar el video.

Alce la mano para llamar a la puerta, pero no me dio tiempo, ya que un hombre calvo y con una sonrisa de oreja a oreja abrió la puerta.

—¡Tú debes ser Elliot Handler! —lo señaló, para acto seguido abrazarlo y darle palmaditas en la espalda. Contuve la risa al ver la expresión de Elliot.

—Eh... sí. Soy yo.

—¡Te estábamos esperando! —nos miró —, ¿ustedes también vienen a grabar?

—Oh, no. Lo acompañamos hasta aquí, eso es todo —murmuré.

Me asusté cuando Ada apoyó su cabeza sobre mi hombro.

—Nos alegra que hayas aceptado ser parte de este videoclip. A decir verdad, nos fascinó tu delicadeza y compromiso por tocar la guitarra tan brillantemente. Y ni hablar de tu voz —añadió.

Sonreí al escuchar todo eso. No me lo decía a mí (obviamente), pero me sentía tan feliz de que le dijeran todo eso. Él se lo merecía.

—Gracias —se limitó en decir. Pareció no importarle al hombre el hecho de que Elliot fuera tan reservado, es más, pareció admirar eso.

Lo invitó a pasar, Ada y yo nos despedimos de ambos. Casi llorando, le desee suerte a Elliot y nos fuimos de allí.

—Eres una exagerada —se rió Ada.

—No puedo evitarlo, me emociona verlo allí, a punto de aparecer en un videoclip.

Nos dirigimos a un parque que había cerca de allí, donde caminamos un rato. Ada se había comprado un helado, yo no porque no quería, pero, al rato, cuando la vi comer, me antojé y comencé a suplicarle que me convidara un poco.

—¡Egoísta! —protesté.

—¡Dijiste que no querías!

—¡Pero ahora sí, dame!

Al final, no me dio nada. De todas formas... ni tan bueno se veía. Y, para colmo, era de fresa, wakala.

Te morías por probar ese helado.

Nos sentamos en una banca. Yo no podía parar de pensar en Elliot, en el videoclip.

—Deja de pensar en Elliot —murmuró Ada.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora