Sería sorprendente si les dijera que Elliot parecía entretenido al estar arreglando mi lavavajillas.
Pero no era así, estaba completamente molesto y malhumorado.Elliot estaba tumbado en el suelo con la cabeza metida debajo del fregadero mientras yo no me perdía ni un solo detalle, sentada sobre la encimera.
—¿Cómo vas ahí abajo? —pregunté, divertida.
Elliot resopló ruidosamente.
—Hay olor a vómito mezclado con mierda de perro —comentó. Rompí a reír a carcajadas.
—Veo que muy bien, entonces —bromeé.
—Veo que tú te lo estás pasando muy bien con esto. Te gusta verme sufrir.
—Más de lo que creí —dije, observando su torso desnudo.
—Llave inglesa —me pidió, estirando la mando hacia mi.
Comí un trozo de tostada y miré las herramientas que tenía al lado.
—¿Cuál se supone que es la llave inglesa? —pregunté.
—¿Es en serio?
Se levantó mientras resoplaba y se sacudió las manos. Observó las herramientas y dirigió una de sus manos a la supuesta llave inglesa.
—Esta —dijo, enseñándomela.
—Está toda sucia.
—No tanto como tú —aprovechó mi momento de distracción para arrebatarme mi pobre tostada y darle un mordisco por la parte que yo ya había mordido, dejándome con menos de la mitad.
—¡Elliot Handler! —protesté —, ¡mi desayuno!
—Me lo he ganado. Estoy intentando arreglar tu estúpido lavavajillas desde las nueve de la mañana.
—Y seguirás así..., ¡pero hazte tu propio desayuno, no me quites el mío!
Me guiñó el ojo para luego volver a tumbarse en el suelo, metiendo nuevamente su cabeza debajo del fregadero.
Los músculos de su estómago se tensaban cuando hacía fuerza al utilizar la llave inglesa.
Le di un mordisco a mi tostada, saboreando el momento.
—Elliot.
—¿Qué?
—¿Puedes explicarme por qué sabes desatascar una tubería, pero no sabes abrir las puertas de un elevador para salvarnos a ambos de un momento de plena locura?
—Yo no estaba en un momento de plena locura —aseguró.
—Pues, ¡yo sí!
—Bueno, cada uno tiene sus habilidades. No sé abrir las puertas de un elevador, pero si desatascar una tubería. ¿Tú sabes hacer algo? —bromeó.
—Púdrete, al menos no soy rara como tú.
—Yo prefiero el adjetivo genial.
Hizo fuerza para desenroscar algo.
—Joder, ¿por qué no podemos llamar a un fontanero? yo te lo pagaré —murmuró.
—Ni de broma, lo arreglaré yo misma si es necesario.
—¿Por qué eres tan terca? permíteme pagarte las cosas, princesa —bromeó.
Me reí mientras me dirigía a la nevera para servirme un vaso de agua.
—¿Qué tal vas? —pregunté, divertida.
—Tengo la cabeza metida debajo de un fregadero con olor a mierda, ¿cómo crees que voy?
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10 reglas para no enamorarme de ti
Roman d'amourStarlie Dickson siempre se esforzó por ser buena amiga. Siempre rompió reglas y cometió errores para ayudar o salvar a sus mejores amigas, incluso si eso le trajera problemas. Y el problema esta vez, fue Elliot Handler. El chico popular, estúpido...