2. Una relación falsa

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Sábado, nueve de la mañana.

Ordenaba mi ropa mientras Taylor Swift sonaba en los parlantes de mi móvil. Nunca era un mal momento para escuchar "Cruel Summer"

Esto de vivir sola no se me hacía tan fácil. Antes mi madre era la que siempre ordenaba absolutamente todo, pero cuando me independicé me tocó hacer todo por mi cuenta.

Mientras doblaba mi sudadera favorita, me encontré con la de Elliot. Fue ahí cuando el plan que se me había ocurrido por la noche, apareció nuevamente en mi mente.

Comencé a analizar los pros y las contras de aquella idea. En efecto, el miedo me ganó y me decidí en no hacer nada y dejar que simplemente fluyan las cosas por sí solas entre Stella y Alexander.

Intentando despejar mi mente, tomé el canasto de la ropa sucia y me dirigí al cuarto de lavandería del edificio. Allí llevamos nuestra ropa sucia los que no tenemos lavadora personal, como yo, por ejemplo. No es algo que me haga gracia, odio tener que ir hasta allí.

Estaba por pasar, pero mi cuerpo se inmovilizó cuando me encontré con nada más y nada menos que el idiota de Elliot Handler. Estaba de espaldas.

Me quería morir, yo estaba en pleno pijama de gatitos y él vestía una camisa con unos pantalones cargo. La ridícula allí, era yo.

Me escondí rápidamente, aunque fue inútil.

—Que buen pijama tienes —ironizó.

—Jaja —reí falsamente —, qué gracioso eres —murmuré cuando me dejé ver al darme cuenta de que ya me había notado.

Las lavadoras estaban en fila, una al lado de otra. Me acerqué a una de las que estaban vacías y comencé a meter mi ropa en ella.

—Tenías pinta de ser un chico con lavadora —mencioné.

—Se me ha roto. Pero sí, tenía una.

—Que triste. Pues, bienvenido a nuestro mundo.

—Sonrió falsamente —Gracias.

Me senté sobre una de las lavadoras y lo observé sin que lo notara. Estaba tan indecisa. ¿Le decía o no le decía sobre mi plan? Maldita sea.

—La música de Taylor Swift —empezó —, ¿viene de tu apartamento?

Oh, no. Qué vergüenza.

—Reí nerviosa —¿Tal vez?

Finalmente, Elliot cogió su ropa y se fue de allí sin decir nada. Lo seguí con la mirada hasta que desapareció por la puerta.

—Inútil —mascullé.

Necesitaba decirle si realmente quería ayudar a Stella, pero el miedo de que rechace la propuesta o que le cuente a sus amigos me aterraba completamente.

Era muy arriesgado.

Al final, regresé a mi apartamento y continué ordenando la ropa limpia.

La idea de decirle seguía deambulando por mi mente. Stella me mataría si se enterase de que hice tooodo ese plan para acercarla a Alexander Macauley. Pero, por otro lado, no tenía por qué enterarse. Si hacía las cosas bien y le suplicaba a Elliot que no contara nada, no tendría por qué salir mal mi bello y angelical plan.

Pensándolo mejor, nunca hablé demasiado con Elliot Handler, y tener una relación falsa con él no se me hacía muy genial que digamos, pero es por Stella, por ayudarla y porque sea feliz.

En efecto, me dirigí a mi armario y tomé lo primero que vi para sacarme el pijama de una vez por todas y así prepararme mentalmente para proponer mi plan.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora