22. El borracho guarda secretos

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—¡No puedo creer que no me lo hayas contado antes! —exclamó Ada en un susurro emocionado —. ¿¡Cómo fue!?

—Solté una risa —Pues, estuvo muy bien la verdad.

—¡Por supuesto que sí, es Elliot Handler! si no lo hubiera hecho bien, estaría completamente decepcionada.

Hizo que soltara una carcajada divertida.

—¿Y tú? ¿has hablado con Spender? —le pregunté mientras subía y bajaba las cejas con picardía.

—Un poco pero, todo sería mejor si fuera en persona.

—Hoy mismo intentaré organizar, no te preocupes.

Ada me tomó del cuello y me besó en la mejilla.

—¡Eres la mejor! Debo ir a clase, ¡te veo luego!

—Sonreí —¡Adiós!

Al salir de mi clase de filosofía, les dije a Ada y a Stella que se adelantaran, pues yo tenía un plan.

Busqué a Alexander por todas partes, hasta que lo vi dentro de su coche. Abrí la puerta y me senté en el asiento de copiloto como si nada.

—Se rió —¿Disculpa?

—¿Por qué huele tanto a marihuana? —pregunté.

—Tal vez porque la fumo, ¿no es obvio?

—Rodee los ojos —Cómo sea. ¿Estás libre hoy?

—Se acomodó y me miró —¿Por qué? ¿acaso quieres que salgamos?

—Ew, nosotros no. Peeeero, ¿quieres venir conmigo y con los demás a cenar en la casa de Ada?

—Esa es amiga tuya, ¿no es así?

—Sí. Aunque, creí que a ti te interesaba Stella.

—Soltó una risa patética —Yo no me intereso por nadie.

—Uf, que amargado eres.

—Creí que Elliot era el amargado —dijo.

—Lo miré mal —Ya quisieras.

—Vaya, a Elliot le interesará saber de esto.

—¿De qué?

—De que lo defendiste diciendo que no es amargado.

—Claro que no lo es —abrí la puerta y me bajé. Estuve a punto de cerrar pero me asomé una última vez —. Pero... no le digas que lo dije.

Me alejé del coche. De repente, me detuvo por el brazo.

—¿Cuando te bajaste? —pregunté, atónita. No lo había oído bajar.

—¿Sabes? Elliot me había comentado sobre la cena.

Guau. Y yo que creí que no lo había hecho ni lo iba a hacer.

—¿Entonces?

—A ser sincero, no me interesa demasiado la propuesta.

—Me la debes.

—¿Y eso?

—Me diste marihuana aquel día —le recordé —, y quedé peor que cualquier drogadicto que habita este mundo.

—¡Solo trataba ayudar!

—Tienes suerte que de que Elliot no te haya arrancado las greñas —lo señalé con mi dedo índice.

—No me arranco las greñas, pero te aseguro que no me habló desde entonces.

—Espera... ¿qué?

—Asintió —Apenas hoy me volvió a hablar, para preguntarme lo de la cena en la casa de... ¿Julieta se llamaba?

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora