43. Atrapados

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El video de Elliot no paraba arrasar con las vistas, la mayor parte de los comentarios eran sobre él.

Aunque, a decir verdad, en las últimas semanas no se le veía demasiado feliz a Elliot.

Se le veía preocupado, distraído e indeciso.
Como si algo lo estuviera atormentando.
No había conseguido que me contara qué era lo que le ocurría, por más de que intenté, no me dijo nada.

No lo notaba distante conmigo, pero sí raro.

Muy raro.

Y no con mi persona, si no, que se veía que era un problema de él mismo.

Quería ayudarlo, pero no podía si no me contaba qué era lo que le pasaba.

Llevaba así desde hace ya unos días.

—¿Estás listo? —le pregunté con entusiasmo.

—Supongo...

—¡No estés nervioso! saldrá igual de bien que la última vez, eso te lo aseguro.

Había acompañado a Elliot a otro casting, en el mismo lugar de la otra vez.

Si bien el productor de su videoclip ya le había avisado con anticipación que pronto lo llamaría para participar en otro video, Elliot no podía vivir a base de eso solo.

Elliot tenía mucho potencial, merecía aparecer en muchísimos otros más.

Él estaba más tranquilo, pero no significaba que no tuviera nada de nervios.

Suspiró y se adentró en el sitio, yo lo seguí estando sujetada de su brazo.

Nos acercamos a la recepción y una chica que se veía completamente agotada levanto la vista para mirarnos, ya que estaba dibujando garabatos en una hoja.

—¡Vaya! ¡creí que nunca volvería a verlos! —exclamó con algo de felicidad, luego se quedó callada al notar cómo todos allí la miraban con mala cara luego de que hubiera gritado.

—Es bueno volver a verte, Sarah —murmuré con una sonrisa.

—No puedo creer que recuerdes mi nombre, casi nadie lo hace. ¡En fin! he visto tu videoclip —señaló a Elliot —, todas están obsesionadas contigo. Me ha fascinado cómo tocas la guitarra.

Elliot sonrió como pudo y apartó la mirada con incomodidad. No comprendí el por qué.

—Sí..., gracias.

Sarah tenía ojeras muy marcadas para aquel entonces, recuerdo que no las tenía la última vez que habíamos ido.

—Entonces —empezó —, Elliot Handler...

Me sorprendió que recordara su nombre.

—Aquí estás —continuó —, pasen.

Parpadee con confusión.

—¿No me pedirás el comprobante?

Se encogió de hombros y bostezó.

—Sé que lo tienes, supongo.

Hizo que riera.

—Vale, gracias —me despedí.

Nos saludó haciendo un gesto con su mano y nos fuimos a sentar.

—¿Estás nervioso? —le pregunté.

—No como la primera vez.

—Lo harás genial —aseguré.

Me giré cuando oí un murmullo cerca de nosotros.

—Es Elliot Handler —había un grupo de niñas que cuchicheaban entre sí. Yo sonreí.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora