23. Verdades

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Me encierro en el cuarto de baño, cerrando la puerta con un leve chirrido. Las manos me tiemblan mientras sostengo la pequeña caja.
Mi mente es un torbellino de pensamientos y emociones encontradas. Me seco las lágrimas.

Me siento en el borde de la bañera, observando la caja en mis manos como si fuera una bomba a punto de estallar. Mi corazón palpita sangre a toda velocidad.

El reloj de la pared parece avanzar en cámara lenta, cada tic-tac resuena en mis oídos.
Me pasó una mano por el pelo, intentando calmarme, pero el nudo en mi estómago solo se aprieta más y más.

Respiro hondo, tratando de tranquilizarme, pero mis pensamientos no me dejan en paz.
Me levanto y comienzo a caminar de un lado a otro, sintiendo el frío de las baldosas en mis pies descalzos. Las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, pero las reprimo. No puedo permitirme llorar ahora. Necesito estar clara y enfocada.

—¿Todo bien, Star? —escucho del otro lado de la puerta. Es Ada.

Estoy a punto de responder, pero me sobresalto al oír la voz de Elliot. Me desespero.

—¡No puedes pasar! —exclama Stella. Escucho un fuerte golpe en la puerta, como si alguien se hubiera apoyado sobre la misma de golpe. Debe de ser la rubia, evitando que Elliot logre entrar.

—¡Quítate del medio! —le dice él.

Me pongo cada vez más nerviosa. Me clavo las uñas en las palmas de la mano y respiro hondo mientras escucho la conversación.

—¿Qué sucede allí dentro? —insiste.

—Nada que te interese —salta Ada.

—Star, ¿estás bien? —Elliot me habla y me resisto a abrir la puerta —. Iker me dijo que entraste llorando.

Luego de un minuto en el que todos estuvimos callados, decido hablar.

—Suspiro —Díganle qué pasa.

Silencio.

—Star se está haciendo una prueba de embarazo —escupe Ada. Hay otro minuto de silencio en el que juro que puedo imaginarme la cara de Elliot.
Aprieto el borde de mi sudadera con nerviosismo.

—Star, déjame entrar —me suplica Elliot del otro lado de la puerta. Rápidamente pongo el seguro.

—No. Necesito estar sola ahora —murmuro.

Puedo escuchar cómo Elliot les pide a Stella y Ada que se vayan y nos dejen a solas. Me sorprende que ellas accedan, traidoras.

Hay otro minuto de silencio.

—¿Por qué piensas que estás embarazada? —pregunta.

Todo esto es aún más difícil estando lejos de mi hogar, todavía estamos en la casa de vacaciones de Elliot.

—Tuve unos síntomas extraños y necesito hacerme la prueba —explico —. Sea una falsa alarma o no, quiero estar segura.

—Está bien. ¿Ya tienes el resultado o...?

—Aún no la he usado. Estoy... estoy asustada.

—Es lógico que lo estés. Pero quiero que sepas que no me iré de tu lado pase lo que pase.

Eso me tranquiliza. Sonrío levemente y respiro hondo. Lleno de aire mis pulmones para poder tranquilizarme.

Finalmente, me armo de valor y tomo la prueba. Sigo las instrucciones con cuidado, mis movimientos son torpes por los nervios. Cuando termino, dejo la prueba sobre el lavabo y me miro en el espejo, veo mi reflejo pálido y asustado.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora