16. Guitarras

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—Así es como se hace un acorde Sol —me explica Elliot, colocando sus dedos en la posición correcta. Segundos después, la guitarra suena de forma melódica.

Le sonrío y me pasa la guitarra. Me muestra cómo sostenerla correctamente y cómo colocar los dedos en el diapasón para formar un acorde básico.

—Y así es cómo se forma el acorde La. Inténtalo —me anima.

—Vale —me acomodo mejor sobre su cama y me preparo. Intento hacer sonar las cuerdas, pero solo produje un sonido sordo y desafinado.
Rompo a reír junto a él y me cubro el rostro con vergüenza.

—Soy pésima —digo entre risas.

—Tranquila, todos empezamos así. Solo tienes que practicar un poco más.

Después de varios intentos, logré tocar el acorde de manera decente y Elliot me felicitó con entusiasmo.

—¡Eso estuvo genial! Si sigues así, me reemplazarán en la banda, colocándote a ti como la guitarrista —bromea.

—Claro que será así, soy la mejor guitarrista del mundo.

—Ahora intentemos cambiar al acorde Do —propone, colocándome los dedos de una nueva forma.

Logro hacer sonar el acorde de manera perfecta y aplaudo con felicidad.

—Pronto estarás tocando como una profesional —me dice, yo le sonrío.

—Ya lo hago —presumo, bromeando.

Mi corazón se acelera cada que nuestras manos rozan ocasionalmente al ajustar la posición de mis dedos. Cada contacto es eléctrico.

Elliot termina de explicarme los demás acordes y se puede decir que soy una profesional.

Eres pésima.

Cállate.

Dejo la guitarra a un lado cuando Elliot se para de la cama y se dirige a un tazón. Comienza a rebuscar algo dentro del mismo.

—¿Qué haces? —pregunto, divertida.

Se acerca a mí una vez más, pero se queda de pie.

—Extiende tus manos —me pide.

Lo miro con desconfianza.

—¿Qué harás?

—¿Confías en mi? —pregunta.

—No —bromeo.

Me observa, insistiendo con la mirada.

Suspiro y extiendo las manos, para luego cerrar los ojos. Siento cómo algo cae sobre mis manos.

—Ahora, abre los ojos —me pide, sonriendo.

Le hago caso. Me encuentro con una púa, parece ser de Nirvana.

Mi sonrisa se ensancha.

—¿¡Es para mi!? —cuestiono.

—Para ti —afirma.

—¡Mi primera púa! —articulo con entusiasmo, parándome para abrazarlo —. ¡Gracias!

—Solo te falta la guitarra —recuerda.

—Puedo usar las tuyas —le guiño un ojo, para luego observar todas las que tiene —. ¿Usas todas las que tienes aquí?

Él niega con la cabeza.

—No. ¿Ves esa de ahí? —señala una guitarra eléctrica negra que cuelga en su pared —, está firmada por todos los integrantes de la banda The Neighbourhood. Esa no suelo usarla, me aterra estropearla.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora