15. Los sueños se cumplen

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—¡Frene, por favor! —exclamo con desesperación mientras persigo al bus sin piedad alguna. Estuve esperando en la parada media hora, todo para que cuando el maldito bus llegue, me ignore por completo. Gracias por nada.

Cuando por fin se detiene, observo el transporte con los ojos brillosos, creí que no iba a detenerse nunca. Me subo con cansancio y lo miro al conductor con mala cara mientras pago el viaje.
Pero, ahora que estoy arriba, entiendo por qué me ignoró, está completamente lleno. No hay ni un solo asiento libre y ni siquiera te puedes mover entre la gente. Hay demasiado olor a sudor y hace muchísimo calor. Se supone que estamos en otoño.

No puedo alejarme demasiado de la puerta, ya que es imposible moverse aquí dentro. Me quedo justo donde estoy, sujetada a uno de los caños, de pie. Alejo la mano cuando un hombre roza la suya con la mía, mirándome con cara de pervertido. Al sacar la mano, el bus frena de golpe y casi me caigo de culo hacia atrás.

Esto no puede ir peor.

Desafiando al destino, ¿eh?

El bus frena en mi parada, me acomodo el bolso y bajo del transporte. Me tropiezo al tocar el suelo.

Por suerte, he llegado temprano a la cafetería. Tuve que correr, pero por lo menos no llegué tarde. Apenas es mi segundo día y todo va para la mierda. Entro de mala gana mientras me recojo el pelo en una coleta y saludo a todos fingiendo una sonrisa. Me ajusto el delantal con malhumor y me acerco al mostrador, saludando a Lily. Cuando dan las ocho en punto, los clientes comienzan aparecer poco a poco.

Tal y como la otra vez, no paré de trabajar ni un solo segundo. La rotación me sirvió demasiado, fue genial tomarme un minuto de descanso y que solo deba atender a los clientes. Pero, media hora después, tuve que regresar a mi puesto y continuar entregando órdenes.

Luego de varias horas, me encuentro descansando junto a Lily. Hemos cogido unas donas a escondidas y las estamos comiendo, disfrutando.

—Vaya día agotador, ¿verdad? ¿Cómo te sientes? —me pregunta, dándole un bocado a su dona de chocolate.

—Sí, ha sido bastante intenso. Estoy cansada, pero bien. ¿Y tú?

—Quiero renunciar —bromea, yo rompo a reír —. Si no fuera porque está a punto de terminar nuestro turno, me suicidaría.

Hay un minuto de silencio en el que ambas nos dedicamos a masticar y saborear nuestras donas.

—Oye, ¿puedo preguntarte algo? —me mira.

—Me encojo de hombros —Claro. ¿Qué?

—¿Eres novia de Elliot Handler? —suelta la bomba sin miedo alguno.

Me quedo mirándola unos segundos más antes de responder. Me esperaba de todo menos eso.

—Eh... sí —murmuro. Ella parece emocionarse.

—¡Eso es genial, él es ultra famoso!

—Créeme que lo sé —hago una mueca.

—Y... ¿qué se siente?

—¿El qué?

—Salir con una estrella como él.

Aprieto los labios y considero un momento mi respuesta.

—Bueno... es... es algo extraño. Un día eres una chica normal y al otro estás rodeada de cámaras y entrevistadores que se meten en tu vida, creando rumores y presionándote para que cuentes cosas y expreses cómo te sientes.

Ella arruga su nariz con incomodidad. La verdad golpeó su rostro. Ella no parecía esperárselo.

—Lo siento. Creí que era emocionante, pero veo que no —formula.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora