17. La gran celebración

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He cumplido una semana trabajando. Es agotador, pero me encanta. Me gusta saber que hago algo útil con mi vida. Además, el trabajo es de mi agrado: comida gratis, una jefa amable, una amiga... ¡Es genial!

Todo parece ir mejorando de a poco. Todavía no puedo creer que por fin todo ha vuelto a ser como antes con Elliot. Nunca en toda mi vida había estado tan feliz como lo estoy ahora.

En dos días comienza el invierno, y cada vez que salgo de casa siento que moriré de hipotermia. También ha empezado a nevar, ya extrañaba la nieve. Aunque, a decir verdad, soy más de verano.

Últimamente he estado muy enfocada en mi libro, mi trabajo y en Elliot. Me faltan pocos capítulos para finalizar la historia, y al hacerlo, me aseguraré de publicarla e intentar sacar el libro en físico con ayuda de una buena editorial.

La Universidad Lexington de Bellas artes y Letras ya me tienen en su lista de próximos estudiantes, pero el programa de intercambio solo se activa en un semestre específico: febrero. Por lo que tenderé que esperar para poder asistir. Aunque, no me molesta en absoluto. Ya sé que estoy dentro, eso me tranquiliza. Además, necesito tiempo para prepararme.

La semana pasada Stella y yo acompañamos a Elliot y Aegan a uno de sus conciertos. Estuvo bastante bien quitando la parte de que algunas personas intentaron subirse al escenario.

Ahora, me encuentro en casa con Stella y Ada, estamos organizando todo para una celebración junto a la banda de Elliot. Pues, los conciertos de ellos han vuelto a superar las doscientas mil personas y, también, celebraremos que fui asumida en la Universidad.

—¿Dónde se supone que están Iker y Jacob? —pregunta Ada, quien está subida a una pequeña escalera para poder alcanzar la parte alta de una pared y así decorarla.

—Hablé con Jacob hace un rato y me dijo que estaban viniendo —comento yo mientras le sostengo la escalera a Ada.

Stella levanta la vista y nos mira a ambas.

—Pues, te ha mentido. Yo te oí hablar con Jacob y fue hace... ¿cuánto? ¿dos horas? ¡Llegarán tarde! —reprocha, molesta. Ella se encarga de ordenar el resto de la casa.

Pienso en lo que dice la rubia, pero me distraigo cuando noto que me reflejo en la puerta de cristal del balcón.

—¿En serio me veo así justo ahora? —mascullo en voz baja mientras me acomodo el cabello con ambas manos.

—¡¡STARLIE!! —me grita Ada con desesperación, tambaleándose sobre la pequeña escalera —, ¡¡SUJÉTAME!!

—¡Oh, es cierto! —vuelvo a colocar mis manos en la escalera mientras escucho las carcajadas de Stella que provienen de la cocina.

El salón de casa está decorado con guirnaldas de colores y globos. La energía es contagiosa.

—¿No te parece demasiado? —cuestiono, observando todo.

—¿El qué? —me responde Ada.

—¡Que hayan demasiados globos! ¡Sin contar que todo es rosa!

Ella se encoge de hombros con indiferencia.

—Pues, a mí me gusta. Jódete —me saca la lengua.

—Idiota.

—Tonta.

—Te cortaré el cabello mientras duermes —amenazo, y ella hace una expresión de terror.

—¡Sucia!

Nos interrumpe la puerta principal al abrirse unos segundos y luego cerrarse.

—¡Vaya! creí que nunca llegarían —murmura Stella, molesta.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora