40. Sentir

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Maratón
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A la mañana siguiente, me desperté con algo de inquietud. Liam estaba a mi lado en el sofá, todavía durmiendo.

Lo miré y me senté.

Se veía tierno con los ojos cerrados y sin las gafas.

Me preparé el desayuno y me obligue a comer, sabiendo que debía hacerlo.

Hoy debía ir a la psicóloga, supongo que le contaría todo lo que había pasado ayer con Liam.
Y preguntarle el por qué no sentía nada por él.
Seguro ella podría ayudarme.

Yo quería sentir, quería olvidar y enamorarme de Liam... Pero estaba siendo más difícil de lo que creí.

Le di el último mordisco a mi tostada con palta y lo saboreé. Había conseguido disfrutarlo y no odiarlo de alguna u otra forma.

Una notificación llegó a mi móvil, el cual estaba boca abajo sobre la encimera.

Revisé y el corazón se me aceleró al ver un mensaje de Elliot.

Suspiré y lo abrí.

—¿Has comido?

Me mordí el labio inferior.

No podía creer que después de lo mal que lo había tratado, él siguiera preocupándose por mí.

Supongo que no tenía nada de malo contentarle para que se quedara tranquilo. No sería más que un «Sí.»

—Sí.

Lo prometido es deuda.

Dejé el móvil a un lado y terminé de beber mi vaso de agua.

Pude ver una cabecita asomarse por el sofá.

—Me reí —Hola.

—Sonrió —Buenos días.

Se dirigió a mí y me dió un beso en la mejilla.

—Te hice el desayuno —murmuré a la vez que me dirigía a la nevera para entregárselo.

Más tarde, me encontraba preparándome para ir a la psicóloga.

A decir verdad, me gusta ir. Me ayuda bastante, aunque, a veces, desearía no tener la necesidad de ir.

La sesión de hoy había salido dolorosa, ya que contuve las lágrimas al hablar de él.
No quería llorar más.

Pero guardarme todo me hacía peor.

Mil veces peor.

La psicóloga me había regañado por contestarle a Elliot, me dijo que si quería olvidarme de él por completo, no debía responderle a los mensajes.

Lo hacía sonar tan fácil...

Estaba en mi casa, Stella me preparaba la cena mientras yo me dedicaba a probarme tacones.

—¿Qué opinas de estos? —le pregunté.

—Son muy poco elegantes.

10 reglas para no enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora