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Después de enterrar a los Señores Heelshire volvimos de inmediato a la mansión. Oliver se ofreció acompañarnos, lo cual me resultaba de mucho apoyó, ya que Brahms desde que llegamos se aisló de todo.

Ni siquiera había notado de que tomara comida, intenté dejando platos en el pasillo pero no hubo resultado. Él simplemente se quedó encerrado en su cuarto sin hacer nada de ruido. Oliver venía cada día por la mañana, lo que me resultaba lindo de su parte ya que no quería que yo estuviera sola. Cuando me sentía sola, prefería ver las fotos que la Señora Flora me había mandado, era lo único que me mantenía en mi burbuja de felicidad.

Al despertar sentí el fuerte frío, lo que me obligó a usar las sudaderas, a un que para las piernas no tenía algo que me cubriera sabía que con un short y unas medias largas podría sobrevivir. Entre al baño para tomar una ducha, al observar mi reflejo en el espejo me di cuenta que mi cabello estába mas largó; lo cual podía resultar incómodo. Tomando unas tijeras y rezando porque quedara lo mejor posible, corte hasta que tuviera el largó que me gustaba.

Baje a la cocina y únicamente me serví un jugo de naranja. Al darme la vuelta me asusté dejando caer el vaso al suelo.

—Oliver! —grité y me lleve ambas manos a la boca—. Lo siento, no te escuche llegar.

Al ver que la mirada de Oliver bajaba desde mi cabeza hasta mis pies, jale un poco la sudadera.

—No, discúlpame a mí —caminó hasta mí y una vez más bajo su mirada al suelo—. Vanesa te cortaste?

—Qué? —baje mi mirada al piso y me lleve la sorpresa que mi pie estaba sangrando.

—Ven, déjame revisar te.

No me dio tiempo a pensar en nada, únicamente sentí sus brazos rodeando mi cintura y levantándome hasta quedar sujetada por él. Me subió a la mesa y con mucho cuidado comenzó a limpiar la herida; me sentía un poco rara. En el fondo sabia que Oliver estaba con Evelyn y que yo sentía cosas por Brahms; pero siempre que estaba sercas de él algo aparecía dentro de mí.

—Lamentó haberte asustado —él continuaba sin despegar la mirada de mi pie.

—No te preocupes, fue mi culpa por estar nerviosa —le di una palmada en su espalda y solté un grito al sentir cómo sacaba un vidrio.

—Y porqué te pusiste nerviosa —dejó de mirar la herida y sus ojos se concentraron en los míos—. Te puse nerviosa yo?

Me quedé sin saber que responder, lo único que podía sentir era un ardor en todo mi rostro. Sus manos comenzaron a subir y el se levantó hasta quedar a mi altura. Se acercó tanto a mí, que escuchar sus latidos era tarea fácil, él al igual que yo estaba bastante rojo y sus manos temblorosas. Quería pensar que talvez era una broma de mal gustó pero el seguía acercándose a mí.

—Lo siento Oliver —di un salto pero el me tomó en sus brazos antes de que tocara el suelo.

Beso De Buenas Noches Donde viven las historias. Descúbrelo ahora