Beso De Buenas Noches

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Todo estaba tan oscuro pero esta vez me sentía en paz conmigo misma. Era un sueño? O era algo real? Seguí caminando para buscar algo de luz a mi alrededor, después de un rato una pequeña luz iluminaba a lo lejos. Corrí pero una puerta adelante se abrió dejando salir lo que en tanta oscuridad parecía ser el monstruo de algún cuento infantil, él monstruo tenía unos ojos hermosos pero dentro de estos habían un vacío, cómo si no tuvieran vida, cómo si fueran sólo unos ardonos.

—Despierta —él me susurró en el oído.

Mis ojos se abrieron de golpe y le di cuenta que realmente se trataba de una más de mis pesadillas. Por la oscuridad que había me di cuenta que había pasado mucho tiempo dormida, intenté levantarme para prender algo que iluminara el sitio. Una vez con luz me di cuenta que estaba en la biblioteca y tenia sentido pues todo lo que podía recordar era que estaba pidiendo ayuda en las escaleras y las grandes manos rodeando mi cintura.

"Quién demonios era esa persona si los señores Heelshire estaban arriba"

Intenté levantarme rápido pero la cabeza me dolía aún, me quedé sentada un rato más y después de unos minutos una luz se acercaba hasta donde estaba.

—Vaya por fin despertó —la señora Heelshire caminó en mi dirección y en una mano tenía una lámpara mientras que la otra sujetaba una pequeña taza—. Nos dio un buen susto Señorita Vanesa.

—Lo siento.

—No se preocupe, lo bueno es que ahora esta mejor —se acercó a mí rostro y me observó por un rato—. Segura que ya está mejor?

—Eso creo.

—Qué le pasa?

—Es que antes de que perdiera la conciencia recuerdo que alguien me sujetó para no caer.

—Claro que no —dejó las cosas en una pequeña mesa y se sentó a mi lado—. Yo misma la encontré tirada en el pisó.

—Usted me encontró en el piso?

—Si.

—Juraría que alguien más estaba conmigo.

—Fue sólo su imaginación —la señora puso una pomada en mi frente—. O el golpe le provocó alguna ilusión pero le aseguro que sólo eso fue.

—Bueno talvez tenga razón.

—Olvide eso y tomé algo de agua.

Cómo si nada hubiera pasado salimos directo a la cocina para cenar, mientras más tiempo pasaba el dolor en mi cabeza aumentaba y mi estómago parecería querer cobrar vida. Los viejos parecían estar en peor estado que yo pues los dos estaban muy pálidos e incluso podía jurar que tenían unas gotas de sangre en su ropa.

En la cena solo estaba un silencio bastante profundo pues ni siguiera los golpes en las paredes parecían querer acompañarnos esta noche. Al final el silencio se rompió pues está sería la última cena que podría compartir con los Señores ya que mañana empezarían sus vacaciones tan anheladas pues en algún momento el Señor me había dicho que durante 28 años jamás salieron fuera. Me sorprendió que ninguno tuviera alguna expresión de felicidad pues tanto tiempo aquí dentro era pata volverse completamente loco, ni siquiera podía pensar que ser humano viviría por tantos años encerrado, sin ver la luz de fuera, sin poder sentir el viento fresco, sin poder ver una noche de estrellas.

—Disculpen pero —interrumpí para poder preguntar algo de lo que siempre tuve duda.

—Diga —esta vez la señora fue la que me respondió.