3 - Consecuencias

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La cara del rey se fue tensando a medida que escuchaba con detalle lo sucedido. Jens había sido el encargado de ponerlo al tanto de todo, Kadir no quería repetir con palabras la terrible escena de la que había sido testigo. Aunque lo relatara alguien más, no hacía que su nivel de molestia descendiera y no parecía ser el único que se sentía de esta manera.

—¡Ese maldito! ¿Cómo pudo atreverse? —gritó Duveandell encolerizado, golpeando el escritorio con el puño cerrado con tanta fuerza, que el tintero se viró, manchando con tinta todos los papeles que había encima.

—Pido autorización para abandonar nuestra misión original y atacar la propiedad del conde inmediatamente —dijo Kadir de repente con extrema seriedad, sorprendiendo a Jens.

—Concedido —aceptó el rey sin pensarlo dos veces.

—También quiero que me otorgues permiso de ejecutarlos con mis propias manos en cuanto sean capturados —añadió Kadir mientras ponía la mano sobre la empuñadura de su espada.

—Solo me interesa que me traigas sus cabezas, lo que hagas con el resto es tu desición.

Jens miró a uno y luego al otro sin creer lo que estaba escuchando. Negó con la cabeza, eran tan similares que daba miedo. La misma aura asesina brotaba de cada uno de sus poros de igual manera. Era inconcebible que tuviera que lidiar con estas dos bestias. Kadir y el rey sonrieron de manera siniestra, esto era demasiado escalofriante incluso para él.

—Un momento —intervino Jens dando un largo suspiro— Esto es increíble, el rey y el general ahora mismo parecen monstruos sedientos de sangre listos para arrasar con todo sin medir las consecuencias.

—¿Entonces que sugieres? ¿Qué los dejemos ir después de lo que le hicieron a Aylah? ¿Estás hablando en serio? —protestó Kadir enojado— siempre has sido un maldito insensible, pero esto es ir incluso más alla. Tú estabas allí, lo viste, ese desgraciado estaba.... —se detuvo incapaz de continuar.

—Jamás dije nada acerca de dejarlos ir, o pasar por alto lo sucedido. Pero en momentos como este debemos pensar con la cabeza fría, especialmente tú —añadió dirigiéndose al rey— ¿Qué explicación vas a darle a los nobles cuando la princesa aparezca de repente en la capital? —se giró hacia Kadir— ¿Cómo justificarás tu invasión a la propiedad del conde?

—No hay nada que explicar, la salvamos de las garras de ese depravado —soltó Kadir irritado por toda respuesta, como si esta simple explicación fuera más que suficiente para zanjar la discusión.

—¿Qué puebas tienes para demostrarlo? —Jens lo encaró con seriedad— un informante anónimo no es una cosa confiable —añadió mientras se cruzaba de brazos esperando a que alguno de los presentes refutara sus argumentos con alguna afirmación lo suficientemente lógica.

Kadir abrió la boca varias veces y luego la cerró frustrado. Odiaba admitirlo, pero Jens tenía toda la razón. Apretó los dientes y gruñó molesto, cediendo ante la declaración del mago.

—No tenemos como probar nada de lo que sucedió, excepto con palabras —casi susurró el rey pensativo.

—Ahora mismo el conde tiene la ventaja sobre esta situación, irrumpimos en su propiedad sin provocación alguna, atacamos a sus guardias, casi matas a su hijo y nos llevamos a la princesa ¿Cómo crees que se verá eso ante todos? —preguntó Jens provocando que la expresión de Kadir se ensombreciera de repente, no parecía haber pensado en las consecuencias de sus temerarias acciones. No negaba el hecho de que su decisión había sido acertada, la princesa tenía que ser rescatada. Si hubieran tardado apenas un poco más, el resultado hubiese sido totalmente diferente. Pero ahora mismo tenían que lidiar con lo que se desencadenaría tras semejante evento.

—Sabes muy bien que nunca me ha importado demasiado lo que piensen esos idiotas —argumentó Kadir mientras rehuía de la mirada desaprobatoria del mago ante sus palabras.

—Pero ahora mismo no es importante lo que piensen de ti, si no de la princesa —replicó Jens molesto de que aún nadie hubiera pensado en esto.

—Aunque detesto al mago, admito que tiene toda la razón —intervino de repente una voz femenina. Jens dio un paso hacia atrás sorprendido mientras su cara hacía un gesto de desagrado, parecía un gato enojado tratando de poner toda la distancia posible entre él y la mujer que había entrado a la habitación sin que nadie lo notara.

—Si la verdad sale a la luz, si exponen lo que el hijo del conde le hizo, su reputación será destruida sin remedio, su virtud arrojada al fango. Será marcada para siempre en los círculos sociales como alguien que fue mancillada antes de su matrimonio, cuya pureza fue tomada antes de casarse. ¿Qué reina podría alzar la cabeza orgullosa con semejante historial? —preguntó Tione con voz sombría.

—Entonces tenemos que pensar como justificar todo esto sin contar la verdad —Duveandell se dejo caer en la silla de su escritorio cansado.

—Es lo más sensato, al menos por el momento —dijo Tione con fría calma— Yo también quisiera ver a esos desgraciados a mis pies rogando por piedad. Pero muchos sacrificios han sido hechos, sobre todo por usted, para proteger nuestro país y para lograr que la futura reina tenga más libertad de la que usted no pudo disfrutar.

—Pienso que lo más lógico seria esperar a ver cual será el próximo movimiento del conde, es alguien demasiado calculador y tratará de convertirse en la víctima de toda esta situación — razonó Jens

—No es alguien que debamos tomar a la ligera, solo no significa una gran amenaza, pero tiene aliados que si deciden apoyarlo podría significar un problema —dijo el rey mientras se masajeaba las sienes con los dedos, como si esto aclarara sus pensamientos.

—Si se lo propone podría iniciar una guerra civil, algo que no es conveniente para ninguno de los dos bandos —añadió Tione.

—Esa maldita serpiente venenosa —soltó Kadir molesto— sigue entrometiéndose en nuestro camino una y otra vez.

—Por ahora deberíamos concentrarnos en Aylah, su salud y condición física son más importantes. Comenzaré los preparativos para hacer un examen profundo. Aquí su mana estará bajo control, mientras tenga estabilidad emocional y tranquilidad ganaremos tiempo.

—¿Esta tan mal? —preguntó Duveandell preocupado mientras veía la cara de Kadir preocuparse al escucharlo.

—Tengo varias hipótesis, pero aún nada concreto. Por el momento no debe sufrir ninguna emoción intensa que detone una reacción de su mana —Jens sonaba más serio de lo normal al decir esto.

—Me encargaré de ello personalmente —dijo Tione con desición mientras abandonaba el despacho real.

La princesa estaba de vuelta en el lugar que le correspondía de nacimiento, había regresado al palacio real. Con el rey, la única familia cercana que le quedaba, el único que podría mantenerla a salvo de ahora en adelante. Tione sonrió, se había preparado desde pequeña solo para este momento, para servirle a la princesa. Con ella y el resto de las doncellas bajo su mando, nadie podría ponerle un dedo encima, se aseguraría de ello. Nadie volvería a dañar a su más grande amiga.









Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora