31 - Misteriosa reina

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AYLAH

Antes de la coronación debía recibir y saludar de forma privada a ciertos regentes provenientes de los países más importantes e influyentes del continente. Era una formalidad que tenía que cumplir acompañada del rey. Así que de manera inevitable se hallaba a su lado en el salón del trono, sintiendo a cada rato las miradas furtivas que este le dirigía.

Soltó un largo suspiro, llevaba bastante tiempo en el palacio, pero aún no había tenido una conversación adecuada con él. Y las nuevas teorías que su mente arrojaba, como la posibilidad de que fuera su abuelo, hacían más complejo su acercamiento. Eventualmente, tendría que enfrentarlo, pero ahora solo debía actuar frente a los invitados de forma solemne y no mostrar que por el momento no existía relación alguna entre Duveandell y ella.

Solo iban a recibir de forma privada a unos pocos reyes y reinas, así que no debería ser demasiado agotador. Estas personas tenían su mismo nivel social, así que no podían saludarlos sentados en sus respectivos tronos, como estaban en igualdad de condiciones, su recibimiento y bienvenida serían diferentes. No habría reverencias, solo saludos llenos de cortesía y amabilidad. Así que todo pasaría como un encuentro afable con ciertas formalidades de por medio.

Cada vez que los visitantes entraban, expresaban sus mejores deseos, intercambiaban una corta charla amistosa y luego se retiraban. Apenas habían salido los últimos cuando de forma repentina entró Jens, seguido muy de cerca por un grupo de al menos diez doncellas. Se acercó de forma apresurada al rey y susurró algo en su oído, mientras las jóvenes se dispersaban alrededor de ellos, como si los estuvieran protegiendo de una amenaza inminente. Aunque trató de no demostrarlo, una leve inquietud recorrió el cuerpo de Aylah al ver semejante despliegue.

La cara de Duveandell se torció en un inesperado gesto de molestia, mientras la expresión de Jens era inesperadamente seria. Antes de que pudiera preguntar que era lo que estaba sucediendo, un grupo de cinco personas entró de improvisto al salón del trono con paso seguro. Usaban capas con capuchas, al parecer ocultando su identidad a propósito, así que era imposible ver de quienes se trataba.

Se detuvieron a pocos pasos de Duveandell y Jens. Solo entonces ejecutaron una profunda reverencia. Aylah tardó un instante en notar algo muy extraño, la reverencia no estaba dirigida al rey, sino al mago. Este simplemente se cruzó de brazos y les dirigió una fría mirada.

—Mostrarme respeto ahora no borrará la ofensa que cometiste al incumplir el acuerdo con el oráculo —Jens entornó los ojos en dirección al grupo— Así que me encantaría saber cuál es el motivo real de tu visita, Irsvana, reina de Snotravor. Regente de los últimos Hiskar del mundo, poseedora de los títulos de "sabia", "eterna" y "autoridad absoluta" —su voz tenía un cierto tono de burla, como si estuviera enumerando a propósito todo esto con intenciones de humillarla.

La persona que parecía liderar al grupo, sin articular palabra alguna, se adelantó y se bajó la capucha con elegancia. Era una mujer, cuyos gestos emanaban un aire de orgullosa grandeza, como si fuera una estrella que brillaba con luz propia. Mientras que su cabello rubio platino caía en cascada sobre sus hombros, sus facciones finas, ahora totalmente expuestas y piel sumamente blanca, mostraban una combinación perfecta con sus profundos ojos púrpuras.

Aylah parpadeó varias veces, pensando que estaba siendo víctima de algún tipo de ilusión óptica. Según tenía entendido, solo la familia real de Alstania ostentaba los iris de ese particular color.

—Entonces, ¿Cómo se supone que debería llamarte? —soltó Duveandell con una amarga sonrisa mientras se dirigía a la mujer— "Abuela" ¿Quizás?

    Aylah abrió la boca sorprendida mientras miraba a la líder del grupo. ¿A qué se refería exactamente Duveandell con eso de abuela? Claramente cualquiera se daría cuenta de que esta mujer apenas pasaba de los treinta y tantos, así que una afirmación como esa no tenía sentido alguno.

—No deberías provocarme, "pequeño" —dijo Irsvana sin inmutarse, su hermoso rostro mantenía una imagen inexpresiva mientras seguía hablando— puede que seas su hijo, pero no eres alguien que merezca mi atención. En cambio, ella sí. —añadió mientras miraba directamente a Aylah que tragó en seco sin entender nada de lo que estaba sucediendo, ni como de repente ella se había convertido en el centro de atención.

—Algo demasiado irónico, diría yo —intervino Jens con gélida voz— nunca consideraste a Dalyth como parte de tu familia, puesto que jamás mostró su verdadero poder ante ti. Escapó de tu control y curiosamente cumplió la promesa que tú ignoraste. No te interesa su hijo, el rey, pero sí la princesa. ¿Qué es lo que pretendes? —demandó con voz autoritaria

—Solo vengo a ofrecer mi sincera amistad —dijo Irsvana con inexpresiva voz

—Nada que provenga de ti es sincero —escupió Duveandell con rabia mal contenida— eres una maldita bruja oportunista

—Entonces lo diré directamente —Irsvana se giró hacia Aylah— tengo una proposición para ti, algo que te hará rechazar a ese sucio bastardo con el que te quieren obligar a casarte —su voz, hasta ahora inexpresiva tenía un evidente tono de desagrado al referirse a Kadir— Te ofrezco el trono de Snotravor, como mi legítima sucesora. Libertad y poder infinitos a tu disposición, sin necesidad alguna de matrimonios arreglados, sin nadie que te diga lo que deberías hacer. Si me lo permites, te mostraré el verdadero poder de la magia, sus secretos y como poner el mundo a tus pies —añadió con una sonrisa malvada que torció sus bellas facciones de forma diabólica.

Aunque su oferta sonara tentadora, no le gustaba esta señora. Algo en ella le recordaba a Ellies, alguien capaz de actuar de una forma por delante y en realidad ser totalmente lo contrario. Todo se escuchaba demasiado perfecto, la reina de otro país venía de la nada a ofrecerle su trono y poder sin pedirle nada a cambio. Mientras las personas a su alrededor reaccionaban a la defensiva, como si enfrentaran una amenaza de grandes proporciones.

Hasta ahora todos la habían mantenido a salvo en el palacio, velando por su bienestar. Así que su instinto le indicaba que permanecer a su lado sería lo más sensato en este momento.



Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora