Abrió los ojos, por un breve momento se sintió desorientada al despertar en un lugar totalmente desconocido. La enorme habitación se hallaba en penumbras, así que por un terrible instante pensó que se hallaba de vuelta en la mansión, y que todo lo vivido hasta el momento había sido un sueño pasajero. Luego de mirar a su alrededor pudo comprobar que nada le resultaba familiar, así que soltó un largo suspiro de alivio.
Escucho un extraño zumbido y se paró de la cama buscando el origen de tan molesto sonido. Ya casi llegaba a la puerta, cuando se dió cuenta de que se trataba de voces, afuera había personas susurrando. También era audible el sonido de pasos apresurados. La puerta se abrió de improvisto y Aylah dio un par de pasos hacia atrás sorprendida, mientras un grupo de personas entraban a la habitación en ordenada procesión.
—Buenos días alteza —dijo Tione con una amable sonrisa mientras hacía una corta reverencia— espero que haya podido descansar adecuadamente.
Aylah asintió mientras veía a las sirvientas moverse de manera diligente, abriendo cortinas, acomodando la cama y sirviendo el desayuno. Su coordinación era digna de elogio y también su extrema diligencia. En la mansión siempre fue atendida por un amplio grupo de sirvientes, pero nunca a esta escala, ni con este nivel de dedicación. Allí todos la trataban como a un vegetal ambulante, le servían porque era su trabajo, pero solo eso. Aún abrumada por tanta atención, miró hacia la mesa, servida con suculentos platos, de los cuales calculaba serían más que suficientes para alimentar a los presentes y tal vez incluso sobraría comida.
—¿Qué sucede princesa? ¿Acaso el desayuno no es de su agrado? —preguntó de manera nerviosa una joven sirvienta, peinada con dos graciosas trenzas que la hacían lucir algo infantil— ¿Desea algo diferente? ¿Cúal es la comida que más le gusta?
—Con calma Bryn, sé que estás emocionada, pero debes dejar que su alteza se adapte a su nuevo hogar —dijo Tione con suavidad.
—Es tan hermosa —observó extasiada otra joven de grandes ojos color café — ¿Me permite peinar su cabello? Se ve tan sedoso.
—Jor, su alteza debe comer primero, después podrás ayudarla a vestirse —la interrumpió Bryn mientras sevía jugo de manera generosa en un vaso.
—Señoritas, cálmense por favor. Recuerden que están en presencia de la princesa, compórtense adecuadamente —reprendió Tione con un suave pero peligroso tono de voz, que sumado a una mirada de advertencia hizo que Bryn y Jor volvieran a concentrarse en sus tareas de inmediato— Ruego que las disculpe, están demasiado emocionadas de estar ante usted, esperamos su llegada desde hace mucho —añadió dirigiéndose a Aylah de manera respetuosa— a partir de hoy estas dos entusiastas jóvenes estarán de manera permanente bajo su servicio. Yo las estaré supervisando y también, como jefa de las doncellas reales estaré a cargo de que todas sus necesidades sean cubiertas de manera eficiente.
Aylah estaba paralizada, no sabía como debería portarse ante todo esto. El ambiente era demasiado amigable y servicial, no estaba acostumbrada a ser tratada así. Ningún sirviente excepto Bethel había velado por su bienestar de manera honesta. Ante todos en la mansión había actuado como alguien dulce, inocente, dócil e insignificante. Aquí no tendría que mostrarse de esa forma, pero entonces, ¿Qué debería hacer? ¿Cómo debería comportarse a partir de ahora? ¿Acaso los presentes sabían que no recordaba nada? ¿Estarían al tanto de que supuestamente debería ser mentalmente una niña? Tenía que pensar rápido, hallar una solución.
Al final eran sirvientes, solo eso, personas designadas para atender sus necesidades. Ninguno de ellos era Bethel, no se iban a preocupar de manera genuina, su deber era cumplir con su trabajo de manera eficiente. No podía confiar en nadie, la confianza era algo terrible, lo había aprendido en su vida anterior de la peor manera posible. Estas amables caras podían esconder terribles personas y actitudes, lo mejor era mantener la distancia. Era una princesa, así que solo debía actuar como tal: orgullo, elegancia, dulzura y tal vez un toque de inocencia debían ser desplegados de manera magistral. Mientras construyera un muro a su alrededor, nada la afectaría. Sería la princesa perfecta, al menos eso mostraría. Nadie debía sospechar que era una usurpadora, alguien que no pertenecía a este lugar, a este mundo.
Aún estaba acomodando sus pensamientos, cuando alguien entró de improvisto en la habitación provocando inmediatas reverencias. Era un hombre mayor, con el cabello y la barba completamente blancos. Su majestuosa presencia contrastaba con sus profundos, pero amables ojos violeta. Incluso antes de que alguien lo dijera, pudo darse cuenta de quien se trataba con apenas darle un vistazo. Conocía su rostro del libro con el árbol genealógico de la familia real que había revisado innumerables veces en la mansión.
Sin darle tiempo a reaccionar, el hombre se abalanzó hacia ella y la estrechó en un fuerte abrazo. Una extraña sensación se extendió por el cuerpo de Aylah, era como si hubiese recibido esta calurosa muestra de afecto muchas veces antes, de la misma persona que ahora la sostenía en sus brazos como un padre que lleva mucho tiempo sin ver a su amada hija. Por más que se sintiera protegida, querida, no pudo evitar que un pensamiento recurrente que tenía desde sus oscuros días en la mansión escapara de sus labios, cortando el alegre ambiente como un filoso cuchillo.
—¿Por qué? —preguntó Aylah con fría voz mientras el rey se apartaba al ver que ella no correspondía su cariñoso abrazo.
Duveandell la miró sin comprender mientras los ojos de Aylah le lanzaban una gélida mirada.
—Ayúdeme a comprender por qué el rey, el hombre más poderoso de este país me dejó en ese lugar y ahora pretende que actúe como si nada hubiera pasado —su voz sonaba dura pero estaba siendo totalmente honesta. Todo lo que había sufrido hasta el momento era su culpa, suya y de nadie más. La llegada de Kadir en el momento justo se lo había demostrado. Siempre habían tenido el poder para sacarla de ese horrible lugar, pero no lo habían hecho. ¿Cómo era posible que un rey tuviera menos poder que un conde? Eso era algo que siempre le había molestado, pues no tenía sentido alguno. En todas las historias que conocía, el regente de un país era el ser más poderoso, capaz de conquistar territorios y hacer que obedecieran hasta sus más locas peticiones.
—Princesa... —comenzó Tione, pero Duveandell la detuvo con un gesto de su mano.
—Tienes toda la razón, no tengo excusa alguna soy solo un rey cobarde que antepone las necesidades de la mayoría a las de una persona —su voz sonaba triste y sus ojos emanaban una melancolía insondable— ni siquiera ofreciéndote mi vida podría pagar por todo el daño que he causado. Soy a quien debes odiar, quien cargará con el sufrimiento y el desprecio de tu corazón —añadió esbozando una mustia sonrisa, mientras procedía retirarse sin decir nada más.
Aylah lo miraba impasible, manteniendo su posición. Tione miraba a uno y a otro sorprendida, como si esta no fuera la imagen que esperaba ver durante este reencuentro.
Aylah se quedó mirando hacia la puerta por donde había desaparecido el rey. Si él era el responsable de todo, entonces ¿Por qué se sentía tan extraña por lo que le habia dicho? ¿Por qué se sentía culpable por haberlo tratado así después de recibirla con tanta calidez y amabilidad? Decidió ignorar estos sentimientos innecesarios, ahora debía concentrarse en hacer una cosa a la vez y lo primero era controlar su temperamento. Aunque tuviera la razón, estaba bajo el mismo techo que el rey. Por el momento necesitaba su protección, así que no debía abusar de su suerte y tenía que tratar de contener su boca. Soltó un largo suspiro, esta nueva libertad iba a ser demasiado complicada porque estaba desencadenando que dijera e hiciera cosas sin pensar primero de manera correcta. Tal vez el haberse reprimido durante su estancia en la mansión, el haber sido objeto de abuso de manera impune y el constante estrés que se vio obligada a soportar estaban estallando sin que pudiera evitarlo.
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Destinada a renacer 2
FantasyLuego de sorpresivamente ser rescatada por Kadir de las garras de Ellies, emprenden el viaje hacia el palacio real. Aunque su llegada a la capital trerá más eventos felices que conflictos, nuevos obstáculos se interpondrán en su camino. Aylah aprend...