42 - Biblioteca real

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Aunque ya llevaba bastante tiempo viviendo en el palacio real, no había explorado adecuadamente el lugar. No le gustaba estar rodeada de muchas personas, pues apenas se sentía cómoda con los que la atendían dentro de su propio palacio. Tal vez debido a las circunstancias de su despertar en este mundo, y a las experiencias vividas, le era complejo aceptar o incluso confiar en alguien más. Se sentía más protegida, alejada del mundo, dentro de su propia burbuja a la que solo tenían acceso unos pocos. Aunque debía admitir que poco a poco el exterior del palacio se estaba volviendo extrañamente apetecible luego de leer tantos libros.

Hasta ahora, aunque aquí tenía más libertad y se había recluido por decisión propia, no podía negar que esto seguía siendo estar encerrada. Los motivos eran diferentes de cuando estaba en la mansión, aparte de que aquí no corría peligro alguno. Sin que se hubiese dado cuenta, había una parte de su ser que ansiaba dominar la magia para tener la oportunidad de ver el exterior y disfrutar de las cosas que solamente había experimentado a través de sus lecturas e imágenes.

La sensación de protección dentro del lugar que consideraba su hogar, acogedor y apartado del mundo, era indescriptible. Por esta razón, durante todo el camino no pudo evitar sentirse incómoda ante las constantes reverencias de todos con los que se tropezaba. Era agotador responder cada saludo con una sonrisa cortés, pues aunque en su mayoría se trataba de sirvientas y caballeros, no sería educado simplemente seguir de largo. Como Kadir se había quedado atrás supervisando el entrenamiento de los soldados, ella no había tenido más remedio que seguir adelante acompañada de Jor y Bryn.

Apuró el paso sin darse cuenta, pues una extraña inquietud la embargaba. Aunque tratara de mantenerse serena, la posibilidad de encontrarse con algún noble, o incluso nuevamente con el marqués de Jirshey no le hacía mucha gracia. Incluso miró varias veces por encima de su hombro con nerviosismo, solo para comprobar que no tenía motivos para estar tan inquieta.

Era extraño. Hasta ahora las clases que había recibido de Jens siempre habían sido en su palacio, pero esta vez había cambiado el lugar de encuentro de forma repentina. Aunque le gustaban las bibliotecas, algo simplemente no acababa de encajar. Negó con la cabeza tratando de apartar los pensamientos innecesarios de su mente; debía ver el lado positivo. Tal vez en este lugar encontraría la información que deseaba acerca de la familia real. Tenía demasiadas preguntas, muchas cosas que carecían de coherencia dentro de su linaje, incluidas las evidentes diferencias físicas de Kadir con el resto de los miembros de la realeza. La curiosidad que tenía sobre su origen era demasiada.

Al llegar, las puertas de la biblioteca real estaban abiertas de par en par. Adentro el movimiento y las ruidosas conversaciones no pegaban con el silencio que, se suponía, debería reinar en un lugar como este. Grupos de personas con túnicas blancas, a los que de inmediato Aylah reconoció como sanadores y jóvenes sirvientas que parecían ser aspirantes a doncellas reales, caminaban de un lado a otro buscando libros, estudiaban reunidos en mesas o incluso reían de manera sonora. Este ambiente parecía más bien el de una escuela, no el de lo que debería ser la sagrada tranquilidad de una biblioteca.

Aylah bufó como un gato enojado, sintiendo enormes deseos de ser ese personaje odiado que hacía callar a todos o los expulsaba si hacían el menor sonido. Los libros estaban hechos para ser disfrutados en silencio, no con tanta algarabía. Aunque trató de que su molestia no fuese evidente, los presentes de inmediato notaron su llegada y sus reacciones de respeto no se hicieron esperar. El silencio repentino fue incluso más abrumador que su primera impresión al entrar. Algunos jóvenes incluso se veían demasiado emocionados al verla, dejando escapar exclamaciones de admiración, como si nunca hubiesen soñado con disfrutar de tal honor durante sus vidas.

Tal vez fuese su impresión, pero aunque Jor y Bryn la guiaban caminando al frente, pudo sentir en su manera de caminar el orgullo de ser ellas quienes la acompañaban. Aylah se cubrió la boca antes de soltar una risita divertida, parecían un par de niñas sintiéndose superiores por llevar a una mascota extremadamente rara a la escuela.

Siguieron caminando justo hasta la pared del fondo de la biblioteca, adornada con una enorme pintura que mostraba un hermoso paisaje primaveral. Antes de que pudiera maravillarse con semejante y detallada obra de arte, Bryn continuó caminando y atravesó el lienzo como si este no existiera, desapareciendo de su vista de forma instantánea. Aylah miró a Jor totalmente sorprendida por lo que acababa de ver. Incluso parpadeó un par de veces para convencerse de que no había sido una extraña ilusión.

—Por favor, Alteza, siga a Bryn. Ella la guiará un poco más allá —dijo la joven sirvienta, invitándola con un gesto a imitar a Bryn

—¿No vendrás conmigo? —preguntó Aylah sintiendo que parte de su inquietud anterior regresaba con intensidad

—Solo tengo permitido el acceso hasta este punto —dijo Jor mientras extendía su mano hasta la pintura y la tocaba sin atravesarla. Mostrándole que se había vuelto sólida de improvisto al hacer contacto con sus dedos.

Aylah titubeó por un instante mientras se acercaba a la pared, inspeccionando más de cerca el lienzo. Incluso acercó su pie al borde, viendo cómo este desaparecía al atravesar la pintura. Esto era tan extraño y a la vez tan maravilloso. Suponía que se trataba de algún hechizo que permitía solo a algunas personas pasar al otro lado. Con incipiente curiosidad, revisó a su alrededor buscando el círculo mágico que hacía funcionar algo tan interesante. Se sentía tentada de ver cómo funcionaba este hechizo. Pero fue incapaz de encontrarlo, así que sin pensarlo más cruzó, para encontrarse con Bryn que la esperaba para continuar guiándola durante el resto del camino.






Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora