23 - Ataque inesperado

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CAMUS

Caminaba en silencio siguiendo a su señor, pero algo lo mantenía inquieto. El hecho de ver a Ellies revisando los expedientes de los sirvientes era preocupante y la conversación que recién había tenido con su hermana lo era aún más. Ansiaba terminar con lo que este hombre le ordenara hacer lo antes posible, para así poder informar todo lo que estaba sucediendo al palacio real.

—¿Hasta dónde llega el poder de tu magia curativa? —preguntó Ellies de forma repentina, sacando a Camus de sus pensamientos.

—No fui el mejor alumno de mi graduación en la academia, pero mis habilidades de curación son bastante buenas

—Entonces eso significa que tu magia sería suficiente como para unir extremidades cortadas.

Camus abrió la boca horrorizado. A qué se refería este hombre con semejantes palabras. ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Quédemonios pensaba hacer?

—Nunca he hecho algo como eso —negó de manera rotunda— quienes estudian ese tipo de hechizos son los magos que se especializan en combate.

—Entonces, tal vez tengas que aprender hoy —sentenció Ellies mientras se detenía de repente en uno de los salones de la mansión, donde había un gran grupo de sirvientes colocados en una larga fila. Se paseó lentamente mirando sus rostros, como si buscara algo en particular.

—Isha, Savron, Nehira, Enid y Leuven. Den un paso al frente —ordenó con voz calmada mientras dos hombres y dos mujeres se adelantaban— Los demás pueden retirarse —añadió viendo como el resto de la servidumbre salía con rapidez.

Una malvada sonrisa cruzó sus labios mientras miraba a cada uno de los presentes. Se detuvo frente a Nehira, la joven cocinera, que desde que había escuchado su nombre en los labios de su señor, retorcía las manos de manera nerviosa en su regazo.

—Al parecer me falta una ratita ¿Podrías decirme donde está? —le preguntó Ellies con una peligrosa suavidad en su voz

—I... Isha desapareció... el... el día que la mansión... fue atacada... —balbuceó la joven con voz temblorosa.

—Interesante ¿Eras su amiga? —preguntó Ellies entornando los ojos en su dirección mientras su aura comenzaba a tornarse oscura, como una terrible premonición de un desastroso futuro.

—¡No! —casi gritó la joven mientras negaba de manera vehemente con la cabeza— apenas la conocía de vista. Bethel fue quien me dijo su nombre una vez que hablábamos por casualidad...

La sonrisa de Ellies se amplió de formahorrible al escuchar estas palabras. Mientras la joven comenzaba a temblar demanera visible ante tal horrenda visión, mordiéndose los labios al darse cuentade que había dicho algo que no debía. Abiertamente, había expuesto su amistadcon una de las sirvientas que atendían a la princesa. Camus también estabaasustado, entre los presentes estaba Savron, uno de los que le era fiel a lafamilia real. Bethel lo había señalado antes de huir como una persona en la quepodía confiar sin dudarlo. Si esto seguía así, este hombre podía serdescubierto. No sabía hasta donde llegaría Ellies y menos aún después de laspalabras que apenas habían intercambiado unos momentos atrás.

—¿Saben? Hay algo que me está molestando desde hace un tiempo, algo que se mantiene rondando mi cabeza de forma preocupante —comenzó Ellies mientras sacaba de su cinturón una afilada daga y miraba la brillante hoja que cuál espejo reflejaba parte de su rostro— ¿Por qué Kadir atacó la mansión precisamente ese día? —preguntó mientras avanzaba lentamente hacia la joven cocinera que abrió los ojos aterrorizada— Una simple respuesta a esa pregunta sería: porque alguien le avisó para que viniera. La misma persona que ayudó a que las sirvientas personales de la princesa también huyeran de manera desapercibida. Entonces simplemente quiero saber ¿Quién de los presentes lo hizo? —señaló con la daga por turnos a cada uno de los sirvientes mientras continuaba— Cada uno de ustedes tenían algún tipo de vínculo con esas sirvientas, así que me cuesta creer que simplemente estuvieran ajenos a semejante traición hacia los señores de esta casa. Si me dicen quién es el traidor, permitiré que el resto se retire sin sufrir daño alguno. De lo contrario... —se detuvo mientras sin previo aviso agarraba a Nehira por la parte trasera de la cabeza, tirando de su cabello de forma violenta mientras acercaba la daga a su rostro. La joven emitió un doloroso gemido al ser atacada de improvisto. Mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de miedo y dolor.

—¡Deténgase! —gritó Camus interviniendo sin poder evitarlo mientras Ellies alzaba una ceja sorprendido de haber sido interrumpido— ¿No cree que sería mejor si simplemente despidiera a cualquier sirviente que sea sospechoso? Así no perdería su precioso tiempo en interrogatorios con personas que no valen la pena.

—¡¿Cómo te atreves a interrumpirme?! —rugió Ellies mientras se abalanzaba sobre él, lanzándolo al suelo y clavaba la daga de forma dolorosa en su hombro— ¿Cómo te atreves a cuestionar mis decisiones? —añadió mientras giraba la empuñadura cortando más profundamente, cavando de manera horrenda en la carne mientras la sangre comenzaba a manar de manera generosa.

La ira que Ellies parecía haber guardado en su interior desde el día que la mansión había sido atacada, parecía estar estallando sin control. Camus gritó mientras sentía como su hombro era desgarrado sin piedad por el frío acero y veía la cara de su señor torcida en un gesto de demente cólera mientras sacaba la daga de su hombro. Entonces lo entendió, justo cuando vio la mano de Ellies alzarse sobre su cabeza con el arma ensangrentada.

Este era el fin, todo había acabado. No iba a ser capaz de continuar con su misión. La mano de Ellies bajó a gran velocidad con la daga apuntando directamente hacia su pecho. Camus cerró los ojos esperando el golpe final, mientras contenía la respiración.

—Creo que el señor tiene toda la razón —intervino un hombre mayor provocando que la mano de Ellies se detuviera apenas a escasos centímetros de acabar con la vida del sanador— Nosotros somos sirvientes, personas encargadas de cuidar la casa de nuestros señores. Esa es nuestra principal tarea —continuó mientras Ellies se levantaba lentamente de encima de Camus— si nuestro señor no confía en nosotros, está en todo su derecho de interrogarnos como guste hacerlo. No puede tener bajo su techo a personas que lo traicionan de manera impune. Así que con mucho gusto responderé cualquier pregunta que tenga.

—¿Lo ven? No es tan complicado después de todo —dijo Ellies mientras señalaba con la daga ensangrentada a Savron— Él sí entiende su lugar en esta casa —escupió de forma fría en dirección a Camus, que levantó su mano ilesa, deforma temblorosa y comenzó a curar su herida usando magia. Había perdido mucha sangre, lo cual le había provocado un intenso mareo y el daño era demasiado profundo, así que sanar esto iba a tomar un buen rato. Pero no podía perder tiempo, pues si lo hacía se debilitaría aún más y no sería capaz de terminar su tratamiento de manera exitosa.

Ellies chasqueó la lengua molesto, al parecer entendió que luego de herir al mago no podría continuar con su interrogatorio. No tendría a su disposición la magia curativa que le permitiera torturar a sus víctimas de forma efectiva y luego devolverlos a su estado original.

—Mañana continuaremos —sentenció con voz gélida mientras abandonaba la habitación.

Los sirvientes se retiraron tras él. Camus, capaz de sentarse, se acomodó lentamente mientras seguía curándose. Podía ver las espaldas de todos mientras salían del lugar. Sabía que nadie lo ayudaría, pues ante la servidumbre su imagen era de un fiel lacayo de los señores de la casa.

El último en retirarse fue Savron, que le dedicó una corta reverencia en señal de agradecimiento por intervenir para salvar a Nehira. Camus le devolvió el gesto, mostrando a su vez su gratitud hacia este hombre que también había salvado su vida de forma oportuna.








Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora