32 - Oscuridad interior

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DUVEANDELL


Aylah ya se había retirado a descansar con ayuda de Kadir, su semblante no lucía nada bien. La ceremonia de coronación tendría lugar en apenas unas horas, pero Duveandell estaba preocupado seriamente por su estado de salud. Al parecer, producto de su esfuerzo por usar su maná y ante semejante despliegue de magia, había sangrado de manera abundante por la nariz, así que posiblemente no iba a estar lista para la ceremonia.

Miró a su alrededor, los guardias y las sirvientas había abandonado el lugar apenas unos momentos antes. Parecían estarse recuperando de tan abrumador poder mientras salían con tembloroso paso. Incluso él aún se sentía extrañamente débil.

—Me encantó ver la cara de Irsvana cuando la princesa se negó a irse con ella, fue épico —rio Jens de manera casual mientras Duveandell lo miraba confundido. ¿Cómo podía reír así ante la gravedad de lo que acababa de suceder? ¿Acaso estaba demente?

El mago se dejó caer sentado en el suelo, estirando los brazos sobre su cabeza, mientras soltaba un largo suspiro. Él también se veía un poco cansado. Aunque una de las esquinas de su boca se había alzado en una media sonrisa, sus ojos totalmente fríos mostraban que estaba sumido en algún tipo de profundo pensamiento. Tal vez analizando, el evento con la calma necesaria para definir cuál sería el próximo paso a seguir.

—Es posible que haya cometido un error —algo en su áspero tono de voz indicaba una leve irritación

—Tú no sueles equivocarte y si lo haces, nunca lo admites —dijo Duveandell con evidente sarcasmo.

—Serhem siempre estuvo un paso por delante de mí en muchas cosas, incluyendo a la princesa. Me parece que no fue del todo honesto con nosotros acerca de ella —expresó Jens con resentimiento— Nunca confió en mí por completo, y no lo culpo. No soy alguien de fiar, eso lo admito. Mi naturaleza suele estar alejada de los estándares humanos de confiabilidad, algo que no me importa en absoluto —se encogió de hombros restándole importancia a sus propias palabras.

—Quizás si le hubiéramos contado más, las cosas hubiesen sido diferentes —se lamentó Duveandell con un profundo arrepentimiento reflejado en su cara

—No lo creo —dijo el mago pensativo con la mirada perdida— De todas las personas que he conocido en mi vida él fue quien más se alejó de mí, creó un muro invisible entre los dos. Era como si pudiera ver a través de mis pensamientos, justo como hacía Dalyth. Ella fue la única capaz de comprender mi retorcida naturaleza, tal vez en parte porque era muy parecida a mí —sonrió con amargura— Él también parecía entenderme, pero me temo que su rectitud iba en contra de los objetivos que un mago debe seguir en su vida: la búsqueda del conocimiento mediante el estudio, aun si esto significa una eterna soledad y la experimentación para aumentar su poder, usando cualquier medio a su alcance para lograrlo.

—Es cierto que era el más cauteloso de mis sobrinos y el que menos ambición poseía —asintió el rey otorgándole toda la razón

—Al príncipe heredero le encantaban los hechizos complejos —dijo Jens ensimismado mientras extendía una mano y sobre la palma aparecía una fórmula flotando sobre esta en el aire— Solía esconder incluso unos dentro de otros de una manera tan perfecta, que incluso a mí me sería difícil encontrar la trampa —hizo girar el hechizo varias veces, virando su mano en el aire como si torciera un tornillo invisible en el aire. Totalmente concentrado en cada uno de los patrones dibujados de manera perfecta, entrelazados unos con otros en total armonía— es posible que el día que removí del cuerpo de la princesa el hechizo que su padre le coloco para que fuera capaz de usar magia en la mansión, también haya eliminado algún tipo de restricción que él podría haberle puesto de manera intencional.

—Si le puso el hechizo que le permitía usar magia en la mansión, ¿Cuál sería el sentido de restringirla, si ya lo había permitido en primer lugar? —pregunto Duveandell desconcertado

—Solo habría una razón, y me temo que la acabamos de presenciar —Jens se levantó del suelo mientras su rostro adquiría una expresión sombría— La mente humana es algo muy complejo pero a la vez muy fácil de engañar. Pensémoslo de esta manera: si te permito usar tu magia en la mansión usando el hechizo creado para eso, pero escondo uno que restringe el maná en el interior de su fórmula, serías incapaz de notarlo, ¿No es cierto? Usando ese pequeño truco nunca te darías cuenta de que no eres capaz de usar tu poder a plenitud. Sería tan sencillo como pretender que lanzas una pelota a un perro y mientras este la busca, la mantuviste escondida en tu mano todo el tiempo. A menos que se la muestres, el animal la seguirá buscando de manera infructuosa

—Engañó a su hija —murmuró el rey sorprendido

—La princesa actualmente no posee el hechizo en su cuerpo para usar su maná en este lugar, me aseguré personalmente de ello. Si no está dibujado en su cuerpo, es imposible que pueda hacer magia aquí, a menos que descifre la composición del hechizo original y haya creado a su vez algún tipo de atajo para que su maná fluya, lo cual sería tan asombroso como peligroso. —cerró su mano de golpe y el hechizo que flotaba sobre ella desapareció tan rápido como había aparecido— La persona que fuera capaz de hacer algo como esto, necesitaría más mana de lo normal para utilizar este atajo, puesto que según las leyes aplicadas en el hechizo original la magia no es permitida si no tienes la fórmula en tu cuerpo o en un artículo que lleves contigo. Estaría yendo en contra de las leyes mágicas especificadas en el hechizo, así que necesitaría por lo menos de diez a cien veces más del maná que se aplica normalmente para usar magia en condiciones favorables. Lo cual agotaría su poder más rápido de lo que se regenera, si se tratara de un mago normal. —una expresión de salvaje satisfacción iluminó su rostro por un instante— Esa pequeña es un formidable monstruo, así que apuesto a que en un rato ya estará recuperada. Fue capaz de descubrir como funciona la fórmula original de restricción de maná del palacio en su mente y pasar a través de ella fácilmente. Aunque apenas duro unos momentos, fue sencillamente soberbio —miró extasiado justamente hacia el lugar donde Aylah había estado parada— Sentir semejante poder llenar el lugar, atacando mi cuerpo sin piedad hasta casi hacerme vomitar. Eso es algo que realmente no había tenido el placer de experimentar en mucho tiempo y apuesto que Irsvana tampoco.





Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora