7 - El imperio de Alstania

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Aylah alzó la vista mientras un familiar aroma inundaba su nariz. Se trataba de libros, muchísimos libros con hermosas cubiertas de piel cuidadosamente hechas a mano, ordenados de manera meticulosa en inmensos estantes. Aunque era más pequeña que la de la mansión, podía afirmar que sin duda alguna se trataba de una biblioteca. Incluso tenía un área de estudio con escritorio, silla y una gran pizarra, hasta un par de mullidos sofás cerca de la cálida chimenea, con un alegre fuego crepitando en su interior. Una sensación mezcla de alegría y tranquilidad la inundó por completo al sentir la familiaridad del único lugar donde se sintió a salvo. El mejor lugar para hallar paz y alejarse del mundo. Incluso por un leve instante olvidó que no era capaz de leer, simplemente tomó el primer libro que le pareció interesante y comenzó a hojearlo emocionada. Estaba tan inmersa en la cálida sensación que no notó que alguien la miraba intensamente.

—¿Princesa? —preguntó Tione sacándola de repente de su ensoñación— ¿No la acompaña nadie?

—Solo quería estar sola un rato —dijo aylah por toda respuesta, restándole importancia al asunto.

—Princesa, en el futuro solo debe decirle a los sirvientes lo que desea hacer, no salir a explorar por su cuenta. En el palacio no hay peligro, pero las personas que la escoltan lo hacen por su seguridad —aunque su voz sonaba dulce, el indiscutible regaño era evidente— estamos aquí para servirle, no debería hacer que todos se preocupen si desaparece de forma inesperada. Aunque admito que será divertido ver que excusa me darán que justifique el hecho de haber perdido a la princesa dentro del palacio de forma tan torpe —sonrió de manera condescendiente iluminando su cara con amabilidad.

Sintiendo la complicidad en sus palabras, Aylah se sintió un poco mas tranquila y comenzó a mirar a su alrededor analizando el lugar con detalle. Aunque trató de disimular su interés, su mirada curiosa la delataba, mostrando que estaba ansiosa por seguir revisando cada tomo y ver que sorpresa podía tener en su interior.

—¿Esta es la biblioteca de palacio? —preguntó al calcular que la que tenía en la mansión era al menos cinco veces más grande que esta, algo que llamó su atención. Suponía que el palacio real era enorme, aunque no había tenido el placer de verlo directamente. Así que entonces sería ridículo que una mansión tuviera una biblioteca más grande que la de un palacio.

—Esta es la habitación donde usted recibirá sus clases. El mago me informó que parte de la afección de su memoria, incluye haber perdido los recuerdos de como leer y escribir. Así que prepare este lugar para comenzar en cuanto haya descansado lo suficiente, yo personalmente la instruiré.

Aylah miró a Tione con curiosidad, intentando calcular su edad. El aura que emitía era de madurez, pero su cuerpo no indicaba que tuviera más de veinte años. En ese caso debía tratarse de una persona muy preparada, ya que con semejante juventud era la jefa de las doncellas del palacio y planeaba educarla a ella, la princesa heredera. Entonces era alguien con increíbles habilidades como para que le ordenaran instruirla en persona.

—¿Puedo quedarme un rato? —preguntó Aylah actuando tímida, ya había obtenido la información que necesitaba. Para todos en el palacio seguía siendo la niña sin memoria que despertó en la mansión, así que esto significaba tener que actuar un poco más.

—Todo el tiempo que desee, será un placer disfrutar de su compañía en lo que termino de ordenar estos libros de historia —Tione hizo énfasis en esto último, como si supiera que esto atraería la atención de la princesa.

Ayla casi contuvo la respiración por la emoción. ¿Libros de la historia de este país? Quería saber, deseaba leer, pero no quería pedirle a Tione que lo hiciera por ella. Estaba ocupada trabajando, tampoco podía verse tan desesperada por saciar su curiosidad. Los libros que ordenaba Tione eran enormes y se veían antiguos, con las cubiertas algo gastadas. Al ver como Aylah miraba intensamente los viejos ejemplares la jefa de las doncellas reales sonrió de manera pícara, la princesa había mordido el anzuelo.

—Estos son de cuando Alstania era un imperio —añadió a sabiendas de que la curiosidad de la princesa se avivaría de inmediato.

Aylah abrió los ojos sorprendida, ¿este país en algún momento había sido un imperio? Tragó en seco, quería saber más, su curiosidad en estos momentos se había encendido y ardía tanto como el fuego de la chimenea. Tione lo notó de inmediato y habló de manera casual.

—Si no está muy ocupada ahora, ¿le gustaría que le contara acerca de eso?

—Ahora mismo no tengo nada más importante que hacer —expresó Aylah de manera altiva, tratando de ocultar su interés en el tema sin éxito— podemos adelantar la clase de historia, si no es inconveniente.

Tione sonrió discretamente al notar que había captado la atención de Ayla de manera exitosa. Tomó tres enormes libros y se sentó en el suelo, cerca de la chimenea invitando a la princesa con un gesto a que se le uniera. Abrió uno de los grandes volúmenes mostrando un antiguo mapa y comenzó a narrar con voz suave:

"Originalmente Alstania era un pequeño país ubicado justo en el centro del continente. No tenía nada que fuera considerado valioso comercialmente, ni riquezas de ningún tipo, solo existía de manera pacífica. Pero todo cambió cuando fueron halladas por accidente las minas de Galkinah, llenas con tanto oro como para comprar el continente entero. Esto a su vez desató un conflicto interno por el control de dicha propiedad y sus futuras e inagotables ganancias.

Los terratenientes, que eran los que regían el país, al final llegaron a un acuerdo, crear un imperio y escoger a un líder que respondiera a los intereses que tenían en común. Así se creó oficialmente el imperio de Alstania. El primer emperador conocido como Iskinder, escogido por su inteligencia a la hora de mediar en el conflicto, interpretó su papel de manera magnífica e hizo que el país creciera y se desarrollara de manera acelerada. Pronto los ojos del resto de las naciones vecinas se posaron sobre Alstania, muchos primero se acercaron de manera diplomática con el fin de curiosear acerca de cuan grande era la riqueza que albergaba el país. Otros hicieron incursiones y ataques bélicos directos, con el fin de destruir lo que consideraban que en el futuro se convertiría en una amenaza a gran escala y por supuesto adueñarse de las minas.

El emperador a pesar de ser alguien amable y que velaba por el crecimiento tanto económico como cultural, era alguien muy inteligente. Había pronosticado este tipo de inconvenientes, así que en un principio contrató numerosos mercenarios para la protección del país y luego procedió a crear su propio ejército. En su afán por mantener la paz en el imperio desposó a una princesa de un país vecino famoso por tener a los mejores magos del mundo y tuvo a un heredero, el príncipe Kenán.

Iskinder y su esposa fallecieron en el mismo año en el que el príncipe cumplió su mayoría de edad, producto de un atentado con intención de tomar el control del imperio. Kenán no compartía el carácter, ni las ideas de su padre y lo primero que hizo al tomar el poder fue iniciar la conquista más grande que enfrentó el continente. Por más de diez años atacó sin piedad, expandiendo su territorio al punto de incluso obtener una salida al mar en el oeste, con lo que tomó control total del comercio de todos los países vecinos. Dirigió cada una de las contiendas personalmente, mostrando su gran fuerza física y sus habilidades mágicas que en el campo de batalla incrementaban inmensamente el poder de su ataque convirtiéndolo en un arma de destrucción masiva. Todos se rendían ante Kenán el conquistador, un emperador tan despiadado que nadie tenía el coraje suficiente como para mirarlo directamente a los ojos.

El joven emperador era un hombre frío, que odiaba relacionarse con las personas más de lo necesario. Realizaba extravagantes fiestas donde el licor y la comida corrían sin parar por días enteros, sin embargo solo asistía por breves momentos antes de retirarse a su palacio privado. En un abierto acto de rebeldía y demostrando que él era un ser superior, se negó tomar una emperatriz. En su lugar, escogió concubinas entre las hijas de los nobles de más alto rango. No existe un número exacto, pero algunos registros de la época confirman hasta la existencia de mas de cincuenta. Las jóvenes, eran prácticamente obligadas a entrar a palacio de esta manera para evitar que sus familias fueran aniquiladas ante la ira de un emperador que no aceptaba un no por respuesta.



Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora