5 - Casualidad

329 43 10
                                    

Aunque pensaba descansar a sus anchas, acostumbrada a siempre estar en su habitación mientras vivía en la mansión, no pudo hacerlo. En el palacio todo era totalmente diferente, Jor y Bryn no se despegaban de su lado abrumándola con atención en exceso. Sin contar el desfile de personas que entraban y salían sin cesar del cuarto. Una costurera y un zapatero tomaron sus medidas, pues aunque para su sorpresa, ya había un armario repleto de una gran variedad de vestidos para ella, le quedaban muy justos. Sospechaba que el sastre que la había visitado en la mansión también había confeccionado estas prendas, así que era normal que no le quedaran. Su cuerpo había cambiado desde entonces, ya no era un desagradable saco de huesos, algo que la complacía totalmente.

Ya que no podía descansar al estar rodeada de tantas personas, una pícara idea apareció en su mente de improvisto. Aquí era la princesa, así que debería poder andar a sus anchas por el palacio sin peligro alguno. ¿Debería salir a explorar? Después de todo, sería interesante ir conociendo los alrededores.

Miró a los sirvientes, cada uno estaba enfrascado en una tarea diferente, demasiado concentrados en su trabajo. La puerta estaba abierta y las zapatillas de dormir que aún usaba, eran súper silenciosas. Lentamente se escabulló sin que nadie lo notara y comenzó a caminar por los enormes y desconocidos pasillos sin rumbo fijo, deleitándose con la lujosa decoración del lugar. El piso estaba cubierto con una mullida alfombra púrpura, tan suave que asemejaba estar caminando sobre nubes. Cada pocos pasos, se encontraba con enormes jarrones dorados, llenos de aromáticas y coloridas flores. Miró hacia afuera de los enormes ventanales que llegaban hasta el techo, confirmando su sorpresa. Afuera la nieve seguía cayendo de forma copiosa, entonces ¿Cómo era posible tener flores naturales en pleno invierno?

Iba tan entretenida que su cabeza tropezó con algo duro como una roca. Pestañeó sorprendida,  al darse cuenta de que se trataba del pecho de un hombre, mientras se sobaba la frente con una mano . Alzó la vista para encontrarse con unos ojos rojos que la miraban fijamente. Tragó en seco, tal vez era porque no estaba usando su habitual armadura, pero Kadir se veía muy diferente, demasiado. Aunque su atuendo era sencillo, mostraba su excepcional físico de manera escandalosa. La camisa medio desabotonada le quedaba demasiado justa, remarcando sus descomunales músculos de manera perfecta. Más que un hombre, en este mismo instante parecía un ser esculpido por los mismos dioses. Algo que le provocaría un infarto a cualquier joven mujer que lo viera de improvisto.

Aunque había viajado en su regazo todo el camino, su cabeza no había parado de pensar durante todo el trayecto. Así que no se había percatado de que hasta el momento no lo había visto como un hombre, solo como alguien a quien usaría para salir de la mansión. Ahora no sabía como actuar con respecto a esta persona que tenía enfrente, a su salvador, a quien le debía más que un simple agradecimiento.

Vió la enorme mano de Kadir acercarse de improvisto mientras su corazón comenzaba a latir de manera desenfrenada. ¿Acaso esto era normal? ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Qué debería hacer? ¿Qué debería decir? Sin que pudiera evitarlo, su cuerpo reaccionó por si solo y apartó la mano de Kadir mientras salía corriendo sin mirar atrás.

Cuando sintió que sus fuerzas la abandonaban después de su desenfrenada carrera con un físico tan poco atlético, entró a través de una puerta que encontró entreabierta y se dejó caer sentada en el suelo tratando de recuperar el aliento. ¿Qué clase de reacción tan infantil había sido esa? ¿Por qué demonios había salido corriendo de esa manera? ¿Por qué lo había hecho?

Hundió la cabeza en sus rodillas, tratando de despejar su mente, al menos por un momento. Kadir era su futuro esposo. Con su llegada al palacio y todo el alboroto, recién era que pensaba en el tema de la boda. Era un matrimonio arreglado, así que no tenía que sentir nada por él. Sabía que él también estaba atado a ella de la misma manera. No podía negar que era un caballero en toda la extensión de la palabra, pues la había salvado de manera épica, así que sabía que cumpliría la promesa de matrimonio al pie de la letra y que era alguien que la protegería de cualquier peligro. Un importante aliado, una persona que debía mantener de su lado a cualquier precio.

Contaba con su amabilidad, pues aunque podía verse como un soldado temible e inexpresivo, hasta el momento siempre había sido gentil con ella. Así que imaginaba que se mantendría con esa misma manera respetuosa de tratarla. Entonces debía encontrar la manera de comenzar a sentirse cómoda a su lado, acostumbrarse a su presencia poco a poco, hasta que finalmente llegaran al altar. Como era su salvador, al menos le debía eso, un tiempo a su lado donde sería una esposa en toda la extensión de la palabra, hasta que él decidiera culminar con su matrimonio.

Un momento, cumplir con su papel significaría tener que compartir la cama con él. Tragó en seco mientras sentía su cara arder solo de imaginarse a Kadir desnudo. Si con ropa presentaba semejante espectáculo, sin nada puesto sería incluso más impactante. Golpeó sus mejillas con ambas manos un par de veces, tratando de alejar la oleada pensamientos inapropiados que habían surgido en su cabeza de repente. Solo iba a casarse con él porque era su salvador, a modo de agradecimiento, solo lo iba a hacer por eso, no había otro motivo.






Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora