13 - Jugando con fuego

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KADIR

Estaba consciente de que sudaba mucho, pese a que la temperatura de la habitación estaba perfecta. Todavía seguía preguntándose como había terminado en semejante situación, pero su cabeza seguía en blanco. No podía concentrarse, no con esos ojos violeta mirándolo con tanta intensidad.

Aylah tenía los codos apoyados en la mesa, con la cara entre sus manos y lo miraba como si fuera la cosa más interesante del mundo. Él se sentía incómodo, aunque otras veces se habían quedado solos, siempre era durante cortos períodos de tiempo y bajo el peligro de ser descubiertos. Esta era la primera vez que podían estar así, sin un límite de tiempo. Entonces, ¿Por qué se sentía tan nervioso y tenso?

—¿Qué te sucede? —preguntó Aylah de repente, interrumpiendo sus pensamientos— ¿Acaso no querías verme? —añadió con una leve nota de molestia en su voz.

Aunque ella mostraba una dulce sonrisa, Kadir no pudo evitar ver un leve destello en sus ojos. Conocía esta mirada, la había visto innumerables veces en los ojos de sus hermanas, justo antes de que le gastaran una broma. Era una picardía infantil, un juego que lo hacía sentir incluso más incómodo. Cada vez se sentía más perdido a la hora de tratar con Aylah, sin imaginar lo que pasaba por esa cabecita.

—No es eso —negó mientras tragaba en seco

—¿En serio? —preguntó Aylah— Entonces ¿Por qué te ves tan nervioso?

Aunque había tratado de ocultarlo, lo había atrapado. Podía ver a través de él de manera impecable, mientras ella siguió siendo un misterio total

—¿Ner... nervioso? —balbuceó de manera torpe

—Te extrañé y deseaba tanto poder pasar una tarde agradable contigo —su voz tenía una extraña cadencia, como si estuviera desilusionada por la manera inexpresiva en la que él estaba actuando.

Esto estaba saliendo muy mal. ¿Qué debería hacer? No quería que ella lo malinterpretara, que pensara que era alguien duro y frío. Pero seguía totalmente paralizado. Jamás se había sentido tan presionado en su vida, ni siquiera en el campo de batalla. Rogaba de manera silenciosa porque apareciera una sirvienta que rompiera este tenso ambiente.

Sin previo aviso, Aylah se levantó de su asiento y se acercó a él para servirle un poco de té. Pero apenas llenó la taza e intentó alcanzársela, esta resbalo de sus manos y el líquido caliente terminó mojando el pantalón de Kadir. Antes de que pudiera reaccionar, ella con rapidez se agachó entre sus piernas abiertas con un pañuelo y comenzó a limpiar el desastre que había causado por accidente.

—Lo siento tanto —dijo tratando de disculparse con dulzura, aunque la ironía era más que evidente en sus palabras

Kadir abrió los ojos sorprendido mientras sentía las manos de Aylah frotar su entrepierna con suaves caricias. En realidad no parecía que lo estuviese limpiando, se sentía como otra cosa, algo que una niña no haría deliberadamente, pero una mujer sí. Tal vez estaba malinterpretándolo todo, dejándose llevar por su experimentada mente de adulto.

Un leve gruñido escapó de sus labios a la vez que agarraba la mano de Aylah para que se detuviera, sin poder evitar que su respiración se agitara mientras apretaba la mandíbula. Ella lo miró aún agachada entre sus piernas, con aire inocente, aunque en sus ojos brillaba una extraña picardía. La posición escondía una sensualidad que haría la mente de cualquier hombre volar y la sonrisa traviesa que ahora cruzaba sus labios era demasiado sugerente.

—No hagas eso —dijo Kadir entre dientes

—¿Por qué no puedo? —preguntó Aylah abriendo mucho los ojos como un dulce cervatillo— ¿Acaso no te duele? —añadió poniendo su mano libre justo sobre su alterada masculinidad.

Maldiciendo por lo bajo, Kadir se levantó súbitamente de la silla como si esta tuviese espinas. Mientras Aylah lo seguía mirando desde el suelo, mostrando inocente sorpresa por sus acciones. A este ritmo, definitivamente iba a destruir la poca cordura que le quedaba.

Un sonido de algo rompiéndose atrajo la atención de ambos. Tione estaba parada en la puerta con la boca abierta, las mejillas rojas y una gran expresión de desconcierto. A sus pies había lo que había sido momentos antes un servicio de bocadillos.

—El té... ella solo... nosotros... —Kadir solo balbuceaba cosas sin sentido, tratando de explicar la imagen de la que acababa de ser protagonista.

—Por accidente derramé té sobre Kadir y lo ayudaba a limpiarlo ¿Hay algo malo con eso? —preguntó Aylah mientras hacía un puchero, al parecer molesta por haber sido interrumpida de improvisto.

—No, en absoluto —dijo Tione mientras sonreía, aunque su voz sonaba como si estuviera enojada— No es culpa de nadie, fue solo un "accidente" ¿No es cierto? —añadió entornando los ojos en dirección a Kadir, culpándolo deliberadamente por lo que acababa de presenciar.

—Entonces, ¿podemos continuar con nuestra conversación? ¿A solas? —preguntó Aylah echando de manera evidente a Tione de la habitación

Kadir se quedó paralizado al oír sus palabras, francamente no quería permanecer un minuto más en este lugar. Aylah era demasiado inocente, no podía ni siquiera imaginar lo que sus acciones eran capaz de provocarle. No quería desearla, no debía, ella todavía era solo una niña. Pero su autocontrol seguía siendo puesto a prueba cada vez de manera más peligrosa.

Quería ir con calma, pues sabia que el momento de estar solos llegaría finalmente después de que se casaran. La noche de bodas debía ser consumada, no era algo de lo que pudiesen escapar. Así que quería darle tiempo, avanzar despacio, curar las heridas invisibles causadas por Ellies y darle toda la seguridad del mundo mientras la tuviera en sus brazos. Pero ella seguía rompiendo de manera deliberada su inexpresiva armadura, haciendo cosas totalmente inesperadas. Llevándolo al límite, como si se tratara de un juego infantil.

—Eso no será posible, su alteza —negó Tione de manera tajante, mientras Kadir soltaba un suspiro de alivio— El palacio interior ya está listo, así que por favor le pido que venga conmigo para que pueda conocer su nuevo hogar.




Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora