41 - Conocimiento inesperado

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Su madre había sido un caballero, así que esa debía ser la razón detrás de su conocimiento. Mientras usaba la lógica para autoconvencerse de que tal vez la Aylah original había visto a su madre entrenar innumerables veces y por eso poseía tal entendimiento sobre las maniobras de estos hombres, una voz gritó con fuerza:

—¡¡¡DETÉNGANSE!!! ¡¡¡SALUDEN A SU ALTEZA REAL, LA PRINCESA HEREDERA!!!

De forma abrumadora, todos detuvieron al unísono sus acciones, hincaron una rodilla en tierra y bajaron la cabeza de manera respetuosa. Aylah se quedó paralizada por un instante, al ver a todos estos hombres hacer semejante muestra de devoción hacia ella. Su vista recorrió los sudorosos rostros, hasta que para su desagrado encontró una cara familiar entre ellos. Aunque su color de cabello era diferente, definitivamente podía afirmar que se trataba de Daren Jirshey, el joven apartó la mirada a propósito tratando de ocultar su rostro. ¿Qué estaba haciendo aquí entre los caballeros reales?

—¡Ya pueden volver al entrenamiento! —voceó Kadir a su lado tan de repente que la hizo saltar por la sorpresa

Con solo oír la orden una sola vez, el ruido de las espadas chocando volvió a llenar el lugar. Ignorando a los visitantes mientras volvían a concentrarse completamente en su entrenamiento. Miró a Kadir e inmediatamente pudo entender el porqué de tal obediencia ante sus palabras. Su mirada fija y la fuerte aura que lo rodeaba lo hacían ver totalmente aterrador, los soldados debían estar atemorizados de tener al general de los caballeros reales supervisándolos tan de cerca.

Aunque estaba segura de que había visto a Daren, no sabía si debería preguntarle a Kadir acerca de esto. Sin duda era demasiado sospechoso. El hijo de un socio de negocios del conde Ellerys dentro del palacio real, era algo que simplemente no podía ser ignorado. ¿Cuál sería el motivo para que este joven estuviera ocultando su identidad dentro de los caballeros reales? Jens le había dicho antes, durante una de sus clases, que solo ella y el rey podían autorizar a alguien a usar el hechizo que les permitiría cambiar el color de sus ojos y cabello. Ella no había autorizado nada, así que entonces sin duda el rey lo habría hecho. Aunque fuera molesto, tendría que preguntarle directamente a él.

Revisó de nuevo con la vista al gran grupo de caballeros buscando a Daren, pero este había desaparecido mágicamente, confirmando su teoría de que no quería ser descubierto. Ya se disponía a retirarse cuando recordó al joven que entrenaba con Sir Baldassare. Antes de que Kadir o las sirvientas pudieran reaccionar, ella casi corrió a su encuentro, mientras los soldados detenían repentinamente todas sus acciones al ver algo tan insólito. Aylah se había movido sin pensarlo siquiera, no podía alejarse y abandonar a un joven caballero que no había tenido la oportunidad de mostrar debidamente de lo que era capaz.

—¿Princesa? —preguntó Sir Baldassare sorprendido al verla llegar

—Es un placer volver a verlo —dijo Aylah con una sonrisa radiante— Si me lo permite, ¿Pudiera hacer una sugerencia en cuanto al entrenamiento del joven soldado que tiene a su lado?

—Eso... —comenzó Sir Baldassare mientras la mirada asesina de Kadir en la distancia le indicaba claramente lo que sucedería si se negaba a una petición de su prometida— Claro, supongo que puede hacerlo —añadió evidentemente incómodo

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Aylah con amabilidad, dirigiéndose al joven, mientras su cara enrojecía hasta la raíz del pelo; ante el honor de tener a la hermosa princesa, a la luz de Alstania hablando directamente con él.

—Da... Dagmar... —balbuceó el joven con voz temblorosa

—Un placer conocerte Dagmar —expresó Aylah con alegría— ¿Puedes hacer algo por mí? —preguntó con voz dulce

—¡Lo que usted diga son órdenes para mí! —exclamó el joven con demasiada energía producto de la emoción que sentía

—Cambia la espada que estás usando por esa —Aylah señaló una espada ligeramente más pequeña, con la hoja más delgada, entre las armas que descansaban en el suelo muy cerca de ellos.

El joven ni siquiera lo pensó dos veces y acató las palabras de Aylah como una orden absoluta.

—Princesa, disculpe mi intromisión —intervino Sir Baldassare tratando de ser lo más cortés posible, sin evitar que una leve nota de irritación asomara en su voz— Pero la espada de un caballero real suele ser grande y pesada. Si Dagmar no se acostumbra a su peso y entrena lo suficiente como para poder usarla en combate, nunca logrará hacerlo correctamente.

—Mi madre solía decir que como mismo un cocinero usa un cuchillo para carne y otro para el pan, un caballero debe encontrar el arma que va mejor con su físico para poder usar todo su potencial —la sonrisa amable que tenía al dirigirse al joven Dagmar se había evaporado por completo, en su lugar sus palabras tenían una gran firmeza y seriedad— ¿Acaso cree que mi madre estaba equivocada? —preguntó con ironía

—Nunca dije algo como eso —expreso Baldassare con rapidez, temiendo ser malinterpretado, mientras la mirada de Kadir sobre él se volvía más intensa y oscura.

Maldiciendo por lo bajo, el hombre se encogió de hombros y finalmente se apartó, permitiendo al joven Dagmar tomar el arma que señaló la princesa. Aylah aplaudió feliz y con un gesto los invitó a continuar su entrenamiento. Baldassare soltó un largo suspiro al ver que ella simplemente no se iría hasta ver el resultado de su interrupción, por lo que le indico al joven caballero con un movimiento de su mano, que lo atacara.

Dagmar arremetió con energía mientras Baldassare lo miraba con atención. El hombre entornó los ojos en su dirección como si hubiese visto algo que lo molestara aún más de lo que estaba. Aylah lo notó de inmediato sonriendo con satisfacción, el joven caballero ya tenía un balance adecuado que aunque aún distaba de ser perfecto podía otorgarle mejor velocidad y facilidad de movimiento.

Baldassare esquivó sin esforzarse la espada del joven caballero. Pero alzó una ceja cuando vio a Dagmar volver a atacar con energía. La nueva y ligera espada le permitía moverse con mayor agilidad. Otorgándole la oportunidad de atacar sin detenerse, algo que con su arma anterior lo había agotado con tan solo de intentarlo un par de veces.

Aylah sonrió satisfecha al ver la cara de alegría que mostraba Dagmar ante sus avances mientras Baldassare se cruzaba de brazos de forma testaruda. Parecía ser un hombre bastante terco y tradicionalista. No parecía que fuese a aceptar que ella tenía razón, ni aunque se tratara de la princesa heredera. Aylah le dedicó una fría y altiva mirada mientras el hombre apenas hacía un gesto con la cabeza admitiendo levemente su derrota, para luego volver al entrenamiento.


Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora