16 - Monstruo

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JELNA

Caminaba sin rumbo por la mansión. Estaba tremendamente aburrida, este odioso invierno en un lugar tan apartado era simplemente insoportable. Hubiera preferido permanecer en la capital, donde en este momento quizás estuviera en un suntuoso baile o disfrutando de alguna obra teatral. Pero debido a todo lo que había sucedido, tenía que permanecer aquí, encerrada, apartada de toda vida social.

Como si esto no fuera posible, odiaba aún más a Aylah. Ella era la causante de todo, había destruido su vida perfecta y lo había puesto todo patas arriba en una abrir y cerrar de ojos. No le bastaba con ser la maldita princesa heredera, con no tener una molesta familia y con tener de prometido al hombre más famoso del país. Todo era tranquilo y marchaba bien cuando solo era una cosa dormida sobre una cama, algo insignificante, que debió desaparecer mucho tiempo atrás. Si tan solo no hubiera despertado, si simplemente hubiera muerto, todo estaría resuelto ahora.

Un sonido la sacó de sus oscuros pensamientos. Provenía de una habitación que tenía la puerta entreabierta. Tragó en seco. Era el cuarto de su hermano. Sabía que debía irse, alejarse todo lo posible de allí. Sus recuerdos eran claros acerca de la única y primera vez que se había aventurado en su interior cuando apenas era una niña pequeña.

Recién se estaban instalando luego del accidente donde había fallecido la familia de Aylah. Estaba buscando a su gato y su alegría al encontrarlo se apagó al ver la sombría cara de Ellies. El animal había armado un desastre al romper varios frascos de cristal mientras ella trataba de atraparlo. Aunque trató de disculparse, fue totalmente en vano. Su hermano nunca la escuchó, no le dio ni siquiera la oportunidad de limpiar el desorden. Su cara torcida de manera siniestra por la ira era algo que jamás olvidaría.

Le arrebató a su mascota de forma violenta y golpeo su cabeza contra el suelo innumerables veces. No se detuvo incluso cuando el cráneo se rompió y los sesos revueltos con la sangre ensuciaron el suelo. Ella solo vio la escena aterrada, incapaz de que la voz escapara de su garganta. Aún enojado, arremetió contra ella y la agarró por el brazo. Por más que lloró y gritó, no se detuvo hasta escuchar el sonido de los huesos rompiéndose. Hubiera sido peor, pero su madre llegó a tiempo para salvarla. Tal vez si no lo hubiese hecho...

Jelna se agarró el brazo que comenzó a temblar mientras su respiración se aceleraba. Era mejor alejarse de él, era lo más inteligente. Aunque ante todos Ellies se mostraba como un hermano amable y diligente, la siniestra realidad era todo lo contrario. Solo debía estar fuera de su camino. Bajar la cabeza y permanecer fuera de su vista a no ser que tuvieran que interactuar en algún evento social.

Con este pensamiento se acercó a la puerta con intenciones de cerrarla. Pero escuchó nuevamente algo que sonaba como alguien gimiendo de manera ahogada. Con el corazón en la garganta acercó su cara a la fina hendija que quedaba abierta entre el marco y la puerta.

Ellies estaba sentado en la cama con la muñeca rubia de Aylah entre sus manos. Acariciaba su cabello con dulzura con la mirada perdida mientras una oscura sonrisa se extendía por su rostro. Alguien se movió cerca de él, quejándose con sonidos ahogados. Jelna se cubrió la boca con ambas manos, evitando que su voz escapara mientras veía a una joven sirvienta amordazada y atada con las manos sobre la cabeza.

Ellies dejó a la muñeca a un lado y le colocó a la joven una peluca rubia. Jelna casi olvidó como respirar sin que pudiera dejar de mirar la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Sabía que algo extraño sucedía entre Aylah y su hermano desde hacía mucho tiempo. Lo había notado por sus acciones: la excesiva compra de regalos para ella, sus excusas para quedarse en la mansión cuando la familia tenía algún evento social, su apuro por regresar cuando iban de viaje. Desde que el general y sus hombres habían irrumpido en la mansión para llevarse a Aylah su hermano no había vuelto a ser el mismo.

El desastre que se habían encontrado al llegar era inmenso, sobre todo el cadáver del mayordomo, que permanecía sobre un enorme charco de su propia sangre en la entrada del cuarto de Aylah. Ellies había perseguido a los caballeros reales, pero regresó con las manos vacías y la mirada de un iracundo demonio. Luego de esto comenzó a actuar de forma retraída, permaneciendo casi todo el tiempo en su habitación.

—Tranquila, no estoy molesto contigo —la voz de Ellies, en un tono peligrosamente dulce, mientras se dirigía a la sirvienta en la cama provocó que Jelna tragara en seco— Sé que no querías hacerlo, ¿no es cierto? —una sonrisa siniestra se dibujó en sus labios— Por eso sé que aceptarás tu castigo de manera obediente, como una buena niña.

Se acercó a la joven lentamente, saboreando el terror que se reflejaba en sus ojos mientras acariciaba su rostro con suavidad. Sus dedos trazaron un tranquilo camino hasta su pecho, donde apretó sus senos de manera dolorosa sobre la ropa, disfrutando cada gemido de dolor como si se tratara del sonido más bello del mundo. Su boca mordía la piel desnuda que encontraba a su paso hasta hacerla sangrar, haciendo que se emocionara cada vez más. Ella solo se retorcía tratando de escapar de semejante tormento, con sus gritos ahogados por la mordaza que cubría sus labios. Ellies comenzó a deslizar sus manos por la falda del uniforme de la sirvienta, dejando sus piernas al descubierto, colocándose entre ellas con una mirada de demente deseo reflejada en sus ojos.

Lo que estaba viendo solo podía significar una cosa: su hermano sentía una extraña atracción hacia Aylah. No era solo un sentimiento pasajero. Esto iba más allá, mucho más allá. Era una obsesión enfermiza, destructiva, horrible.

La joven comenzó a negar con la cabeza de manera vehemente, con los ojos y las mejillas mojados por las lágrimas de dolor. Miró hacia la puerta y vio que había alguien espiando. Comenzó a gemir con fuerza, rogando por ayuda mientras Jelna se quedaba paralizada al ser descubierta, esperando a que su hermano de manera inevitable también la viera, incapaz de moverse.







Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora