Pʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

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Todos le decían que el destino era caprichoso, que nunca se podía saber a dónde iba a parar la vida.
Agnar no hacía caso, no les creía.
Al menos hasta ese día.

•••


Su mundo dio un vuelco cuando, aquel veinte de septiembre de 1978, un par de policías irrumpieron en su clase. Venían a buscar a alguien. Venían a buscarle a él.
El chico de cabellos rizados no entendía nada: no era un adolescente problemático, no había cometido ningún delito. Entonces, ¿por qué esos dos policías preguntaban por Agnar Kelly?

Metió todos sus libros a la mochila lo más rápido que pudo. Steven y Charlie (así se llamaban los agentes), acordaron en llevarle hasta su casa para que allí recogiera el resto de sus pertenencias. Agnar seguía sin comprender por qué.

•••

Una vez llegaron, contaba con treinta minutos para empacarlo todo. Le pidieron que no se llevase demasiadas cosas, que allí a donde iba tendría todo lo que iba a necesitar. Y una vez más se preguntaba cuál era ese lugar tan misterioso al que le iban a llevar.

Cuando ya estaban los tres subidos en el coche, Agnar pensó que sería la oportunidad perfecta para preguntar todas las dudas que se le habían pasado por la cabeza desde que le sacaron del instituto esa misma mañana.

-¿A dónde vamos? -preguntó al poco tiempo de arrancar, ansioso por recibir respuestas.

-Verás, Agnar -empezó Steven-. Ha ocurrido algo con tu padre.

-¿Mi padre? -exclamó el chico, sobresaltado-. ¿Qué le ha pasado? ¿Le han hecho algo en el trabajo?

Charlie, que iba de copiloto, volteó la cabeza sutilmente para verle. No parecía alterado, a diferencia del adolescente, que parecía estar al borde de un ataque de nervios.

-Han metido a tu padre en prisión, muchacho. Sin embargo, puedes estar tranquilo: vas a estar en buenas manos.

-¿En la cárcel? ¡Eso no puede ser! -pataleó, más confuso y frustrado que nunca.- ¡Mi padre es un buen hombre!

-Relájate, ¿Quieres? -suspiró el policía, mirando hacia delante nuevamente-. Se nos prohíbe hablarte de ello, pero te aseguro que mientras estés en el orfanato no te faltará se nada.

-¿Me estáis llevando a un orfanato? Esto debe ser una broma.

-Escucha, Agnar -gruñó finalmente Steven, el conductor, harto de la discusión-. A tu padre le espera una larga temporada en la cárcel, y tú aún eres menor de edad. Hemos intentado contactar con tus otros familiares, pero ninguno da señales de vida. Pasarás un par de años en el orfanato, y cuando cumplas los dieciocho, volverás a casa, ¿Entiendes?

-¿Y por qué no puedo quedarme en casa ahora? Ya tengo dieciséis años, puedo cuidar de mi mismo. -la ira crecía dentro de él por segundos. Tan solo quería llevar su vida de siempre, por mediocre que fuera.

-Las cosas son así, chico, es lo que dice la ley.

La ley me la puede chupar, pensó, pero claramente no lo pronunció en voz alta.

•••

Y tras un viaje en coche que se le hizo eterno, llegó al orfanato.
Este era un gran edificio que parecía llevar muchos años en pie. El interior no era muy diferente: consistía en enormes salas llenas de niños de diversas edades.
Nada más entrar, él y los dos policías se dirigieron hacia una gran mesa que utilizaban como recepción. En ella había una mujer de pelo canoso y gafas, que estaba rodeada de papeles y bolígrafos.
La sala se caracterizaba por un constante bullicio producido por los ruidosos críos que había en ella.

-Buenos días, Margaret. -saludó Steven cortésmente.

-Hola, Steven, ¿A quién me traes hoy? -preguntó la mujer, recolocándose las gafas.

-Agnar H. Kelly, dieciséis años -dijo al percatarse de que el chico permanecería callado.- Mi compañero ha llamado hace un par de horas.

-Sí, ya veo -contestó ella, consultando un papel.- Los cuartos son de dos, querido, por lo que compartirás habitación con Rigel Harvey. -le pasó una llave por encima de la mesa, la cual Agnar agarró con desgana-. Estoy segura de que seréis buenos amigos.

-Sí, seguro -repitió él, rodando los ojos.

-Vamos, Agnar, te acompañaré a tu cuarto. -comentó Charlie, sujetando con ambas manos las maletas del chico.

Finalmente, ambos subieron por las inmensas escaleras del edificio, siendo empujados de vez en cuando por niños y adolescentes que correteaban de un lado para otro.
El rizado se plantó frente a la puerta de la que sería su nueva habitación, y el policía dejó por fin las maletas en el suelo.

-Este es un buen sitio, te cuidarán bien. Confía en mí. -Charlie le dió un par de palmadas en la espalda antes de marcharse, mientras que el chico seguía inmóvil.

Aunque, pasados un par de minutos, se decidió a entrar a su cuarto maleta en mano. Desde el otro lado se podía percibir la melodía de una canción sonando a todo volumen. Agnar abrió lentamente la puerta, malhumorado y a la vez nervioso.
Y lo vió a él.

★ '79𝚂 𝚖𝚎𝚖𝚘𝚛𝚒𝚎𝚜 ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora