XLII. Dɪsᴄᴜʟᴘᴀs

9 4 8
                                    

"Doing anything just to get you off of my mind" – Baby Come Back (Player).

•••

6 de mayo, 1979

Rigel y Agnar llevaban casi una semana sin hablar. Y, durante ese tiempo, la tensión que había entre ellos se podía cortar con un cuchillo: no se dirigían la palabra en el dormitorio, ni cruzaban miradas en la comida. Se estuvieron evitando por una temporada, y todo a raíz de aquella discusión en el baño.

–¿Se puede saber qué coño os pasa? –preguntó Jacob, esa mañana.

Acababan de terminar de desayunar. Rigel había abandonado el comedor junto con Charlotte, y los otros cuatro jóvenes seguían ahí, sentados en la mesa, interrogando a Agnar.

–Lleváis unos días rarísimos los dos –suspiró Giselle.– Ni siquiera os miráis a la cara.

–Rigel es un inmaduro. Se piensa que puede con todo él solo –bufó el rizado, que jugueteaba con el tenedor.– Y claro, le dices que no puede, y se enfada.

Se formó un silencio algo incómodo, durante el que Jacob arqueó una ceja.

–¿Y ya está?

–¿Cómo que y ya está?

–¿Os habéis peleado por esa tontería? –respopló.– Maricones.

–Maricones Ethan y tú, que estáis todo el día juntos, y nadie os dice nada.

–¡Oye, a mí no me metas! –se quejaba Ethan.

De un momento para otro, se formó un barullo en la mesa. Agnar se incorporó, mientras que Olivia y Giselle intentaban calmar a los chicos.

–Déjadle, está de mal humor. No os lo toméis como algo personal  –murmuró la pelirroja, viendo cómo su amigo se marchaba.

•••

El chico se refugió en su habitación. Estaba sentado en el suelo, a los pies de la cama, con los ojos cerrados.
Esa última semana había sido infernal, por lo que su cabeza no paraba de darle vueltas a todo lo ocurrido: un examen tras otro, el conflicto con Rigel, y el constante recordatorio de que su padre estaba en la cárcel, y él seguía sin recibir explicaciones.
Y, a pesar de que intentaba enfocarse en las cosas buenas, como en la llegada del verano, que estaba a la vuelta de la esquina, su mente acababa volviendo al punto de partida.
Por si fuera poco, la irrupción del pelinegro en el dormitorio no hizo más que empeorar las cosas.

–¿Qué demonios te pasa ahora? –masculló Rigel, quien había pasado toda la mañana con Charlotte.

–Nada –murmuró Agnar, evitando el contacto visual.

–Oh, vamos, te estás haciendo la víctima otra vez –el joven se apretaba el puente de la nariz con un par de dedos.

–¿La víctima? ¿Yo? –exclamó el contrario, incorporándose.– ¡Eres tú el primero en dramatizarlo todo!

–¿Rechazar tu ayuda porque no la necesito es dramatizarlo todo? ¡Válgame Dios!

–¿Lo ves? Vuelves a comportarte como un crío egocéntrico.

–Acepta de una vez que puedo salir adelante sin que me recastes.

–¿Ayudarte a curarte las heridas es rescatarte? Pensaba que era una muestra de afecto, de cariño –bufó el rizado, caminando de un lado a otro de la habitación.– Me apuesto lo que quieras a que tu querida novia nunca he hecho eso por tí.

–¿Así que estás celoso? –escupió Rigel.– Haz el favor de no meter a Charlotte en esto. Y, si tanto, te gusto, solo tienes que decírmelo.

–¡Otra vez! ¡Maldito narcisista! –los dos chicos volvieron a mirarse a los ojos después de varios días. Sus miradas expresaban la ira del momento.– Y, que sepas que jamás me gustaría alguien tan inmaduro como tú.

★ '79𝚂 𝚖𝚎𝚖𝚘𝚛𝚒𝚎𝚜 ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora