XI. Eʟ ᴘᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇ ᴄᴀsᴇʀᴏ

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"Don't stop me, 'cause I'm having such a good time" - Don't Stop Me Now (Queen).

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17 de noviembre, 1978

Las clases habían acabado por fin, y los adolescentes se tomaron unas horas de descanso.
En una de las múltiples salas comunes del orfanato, Ethan y Rigel charlaban tranquilamente. Charlotte y Agnar estaban a su lado: ella, retocándose el pelo, y él, estudiando para su recuperación de literatura. Suspendió aquel examen, sí, pero como era de esperar, la Señorita Smith le dio otra oportunidad.
Había sido una semana agotadora para él, pero optó por seguir estudiando, pues en sus múltiples intentos de unirse a la conversación de los chicos, acabó siendo ignorando o excluido.


-¿Y por qué, teniendo tantos pendientes, montaste ese drama cuando se te perdió el de la estrella? -preguntó Ethan entre carcajadas.

-¡Pues porque era el más caro de todos! -le respondió Rigel, y Agnar lo escuchó. Esa no era la versión que le había contado.

-Desde luego, hay que ser gafe -suspiró el rubio.

-Hablando de pendientes, estoy seguro de que a tí te quedaría bien uno.

-¿A mí? ¡Qué va!

-¡Sí! ¿Te hago uno? -insistió el pelinegro.

-¿Cómo vas a hacerle un pendiente, con la aguja del compás? -interrumpió Charlotte, sarcástica.

-Por favor, no le des ideas -lloriqueó Ethan.

Rigel mostró una enorme sonrisa, y con un movimiento rápido, le quitó el estuche a Agnar, quien seguía estudiando.

-¡Oye! - se quejó el rizado.

-¿Tienes compás, Aggie? -preguntó el contrario mientras rebuscaba en el estuche.

-A ver, dame -bufó, arrebatándoselo. En cuanto encontró un compás, Rigel se lo quitó de las manos.

-Gracias -exclamó, manteniendo su sonrisa. Volteó a ver a Ethan, quien le miraba aterrado.

-Será mejor que vaya a por hielo -añadió Charlotte, levantándose de la silla.

-Te acompaño -se apresuró Agnar, incorporándose también.

-Aggie -rechistó Rigel en cuanto vio cómo ambos se levantaban.- Quiero dos metros de distancia, ¿Vale?

Ethan soltó una carcajada, y la chica puso los ojos en blanco.

•••

Charlotte y Agnar caminaban juntos a paso lento.

-No sé cómo puede ser tan infantil -se quejaba Charlotte, frunciendo el ceño.

-La pubertad, supongo.

-O que los chicos sois idiotas.

-También -suspiró el rizado.

En cuanto llegaron a la cocina, ella le pidió a una de las encargadas que les trajera un hielo. Y mientras esperaban, retomó la palabra.

-Agnar, ¿por qué no tienes novia?

El chico se encogió de hombros, sin saber qué decir.

-Llevo poco tiempo aquí.

-¿Y eso qué importa?

-No conozco a casi nadie.

-Es igual, déjalo -resopló Charlotte en cuanto tuvo el cubo de hielo en sus manos.- Vámonos.

•••

Al cabo de unos minutos, se encontraban nuevamente en la sala con los chicos.

-¡Quieto! -se quejó Rigel mientras que sujetaba a su amigo. Tenía un rotulador negro con el que le dibujaba un par de marcas en las orejas.

-¿Por qué me estás pintando con rotulador? -balbuceó Ethan.

-Para saber dónde pinchar.

-Dios, esto no puede salir bien -murmuraba para sí Agnar, preocupado.

-Le vas a dejar sin orejas -añadía Charlotte.

-Silencio. Confiad en mí -les calló el pelinegro, dejando el rotulador sobre la mesa para acto seguido coger el compás. Con la otra mano, sostenía el hielo tras la oreja del chico.- ¿Preparado?

-¡No! -lloriqueó Ethan.

Ignórandole, Rigel acabó atravesándole el lóbulo con la aguja del compás, provocando que el rubio soltase un quejido de dolor.

-¡Joder!

-No ha sido para tanto, ¿verdad? -sonreía el pelinegro, satisfecho.

-Rigel, ¿has desinfectado la aguja primero? -preguntó Agnar, temeroso.

-¿Eh?

-¡Me sale sangre, cabrón! -exclamó Ethan, presionando la zona afectada con sus dedos.

-Demonios, Rigel, tienes la inteligencia de un gusano -gruñó Charlotte, ofreciéndole un pañuelo al chico.- Toma, límpiate con esto.

-¡Pero si aún me falta la otra oreja! -lloriqueó.

-¡Ni de coña! No te acerques a mí.

-Desagradecido -balbuceó el pelinegro, cruzándose de brazos.

-Puedes ir a la enfermería y pedir que te limpien con alcohol, así no se infectará la herida -tranquilizó Agnar al rubio.

-Aggie, ¿cómo haces para salvarnos la vida siempre? -bromeó Rigel.

-Cállate, irresponsable.


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