LIV. Cʀɪsᴀɴᴛᴇᴍᴏ

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"Hiding in shadows where we don't belong, living in darkness to hide our wrong" - The End Of The Dark Street (James Carr).

15 de agosto, 1979

-¿Estás seguro de que quieres hacerlo? -preguntaba Mónica, sujetando el volante con ambas manos, mientras miraba a Agnar, quien estaba sentado en el asiento del copiloto.

La lluvia azotaba con fuerza la ciudad aquella noche de verano. Mónica se había ofrecido muy amablemente a llevar a Agnar en coche hasta la casa de Jayden, en una callejuela de Londres. Ambos estaban violando las normas impuestas por las institutrices, y lo sabían. Sabían que, si alguien del orfanato se enteraba de lo que estaban haciendo, los dos se meterían en un buen lío. Sin embargo, en ese momento nada importaba.
El joven miraba, a través de la ventanilla, el iluminado edificio en el que vivía el que, hasta hacía unas horas, había considerado su amor.
Se sentía furioso, traicionado, decepcionado. Y, también tenía miedo. Aunque, después de tanto rogarle a su querida maestra, por nada del mundo podía echarse atrás.

-Estoy más que seguro -mintió. Cada una de sus extremidades temblaban como nunca antes lo habían hecho. Era consciente de que, aparecer en su puerta sin previo aviso, era una idea pésima.- Necesito respuestas.

-Está bien -suspiró la mujer, con mirada preocupada.- Por favor, no tardes demasiado: no podemos arriesgarnos a que Beatrice sospeche. Y, ve con cuidado. Te estaré esperando aquí mismo.

Mónica dejó un dulce y reconfortante beso en la mejilla del chico, y le dio unas últimas palmadas en la espalda.
Agnar abrió la puerta del coche lentamente con una mano, y salió de él con precaución. Por cada paso que daba, se arrepentía más y más de su estúpida decisión. Aunque, ya no había nada que hacer. No había marcha atrás.

•••

El rizado se encontraba frente a la puerta del piso, con los dedos a escasos centímetros del timbre.
Estaba muy indeciso, aunque, para su suerte o su desgracia, no tuvo mucho tiempo para pensárselo, pues, de pronto, la puerta se abrió.
Fue recibido por una mujer de rasgos asiáticos, de baja estatura, y que demostraba estar tan confundida como Agnar.

-¿Quién eres? -preguntaron los dos al unísono, con el ceño fruncido.

-Soy Cynthia -respondió ella, con cautela, mientras le estrechaba la mano.- ¿De qué conoces a Jayden?

-De la universidad -se inventó rápidamente, tras meditarlo unos segundos. Estaba tan nervioso que tartamudeaba.- ¿Y tú?

-Soy su novia.

Al chico se le paró el corazón, pues esperaba cualquier respuesta, excepto esa. ¿Ni siquiera unos días de luto? ¿Tan rápido había pasado página?
Estaba inmóvil, con las palabras atragantadas, y el alma hecha añicos.

-¿Desde hace cuánto? -se atrevió a investigar, dejando escapar un débil hilo de voz. Aunque, en el fondo, no quería saberlo. Quería acabar con esa tortura cuanto antes.

-Un par de años, aproximadamente -contestó Cynthia, con una tímida sonrisa dibujada en el rostro. Parecía estar orgullosa del cabronazo que tenía por novio.- Si me disculpas, necesito ir a la tienda de aquí abajo. He de comprar unas cosas antes de que cierren.

La mujer se despidió con un "ha sido un placer conocerte", y se marchó por las escaleras. La puerta de la casa seguía abierta, y Agnar seguía bajo su umbral, haciendo lo posible por asimilar la situación, mientras la ansiedad le comía por dentro.

-¿Con quién hablas, cielo? -dijo alguien de pronto, desde el interior. Se trataba de Jayden: Agnar reconocería en cualquier lugar esa voz que tantas veces escuchó a través del teléfono.- Si te intentan vender algo, diles que no lo quiero.

★ '79𝚂 𝚖𝚎𝚖𝚘𝚛𝚒𝚎𝚜 ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora