LV. Hɪʟᴏ ɪɴᴠɪsɪʙʟᴇ

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"For I can't help falling in love with you" - Elvis Presley (Can't Help Falling in Love).

15 de agosto, 1979

Agnar, sentado en el suelo de su habitación, con las rodillas junto al pecho, y la espalda apoyada en la pared, maldecía una y otra vez aquella dichosa excursión a la playa. ¿Cómo la vida podía cambiar tanto, de un instante a otro, y con tanta facilidad, como si del aleteo de una frágil mariposa se tratara? Aunque, realmente, la pregunta que verdaderamente le atormentaba, era: ¿cómo Jayden, un chico aparentemente dulce y amable, al que le había entregado su corazón desde el primer momento, podía haberle causado tanto dolor en el alma? El rizado se martirizaba encontrando la respuesta.
Por otro lado, Rigel, que estaba sentado frente a él en la misma posición, también se cuestionaba seriamente todo lo que había pasado en las últimas horas. ¿Quién iba a decirle que, en la misma mañana de su cumpleaños, iba a abrir los ojos para darse cuenta de que la mujer a la que amaba había estado jugando con sus sentimientos cruelmente?
Sin duda, agosto dio un brusco giro de tuerca para ambos en cuestión de breves momentos.

-Me he comportado como un absoluto idiota todo este tiempo -murmuró Rigel, ahora más calmado, después del terrible ataque de ansiedad que le había consumido esa misma tarde. Se lamentaba por todo el tiempo perdido junto a Charlotte, y, sobre todo, se lamentaba de haber estado ciego. Un ciego que, en el fondo, no quería ver.

Agnar, empatizando con su amigo, y a la vez buscando consuelo, se tomó la libertad de entrelazar su mano con la del pelinegro. Sus dedos se buscaron, como una flor a punto de marchitarse, en búsqueda de un débil rayo de sol capaz de devolverla a la vida.
Ninguno de los dos había vivido ese apasionante verano que esperaban. En su lugar, la estación se había convertido en un periodo de interminables meses, repletos de sufrimiento y corazones rotos.

-Debí escucharos cuando me advertisteis de las sucias intenciones de Charlotte. No sé cómo demonios he podido ser tan ingenuo, y tan imbécil... -sollozaba, siendo incapaz de salir de ese bucle de autodestrucción en el que él solo se había sumido. Sentía que su indefenso corazón había sido apuñalado innumerables veces, y ahora no podía dejar de derramar miles de gotas de sangre caliente. Era una herida profunda.

-No te machaques a ti mismo. Nada de esto ha sido por tu culpa -le consolaba el rizado, acariciándole la mano sutilmente con su dedo pulgar. Este llevaba un buen rato evitando el contacto visual con el contrario, ya que no paraba de darle vueltas a las millones de cosas que le había estado ocultando a Rigel. Tarde o temprano, debían salir a la luz, pues esa misma confianza era la necesaria para sanar su amistad.- El amor simple es complicado, y al final del día, torturarte no te va a servir de nada.

-Lo que ella y yo teníamos no era amor, a pesar de que he sido incapaz de verlo durante mucho tiempo. O, incapaz de aceptarlo -suspiró, apretando la mano de su amigo, como si tuviera miedo de que esta se fuera a desvanecer en cualquier momento. Se aferraba a él con fuerza, después de tantas semanas sin comunicación alguna, siendo dos completos desconocidos.- Sé que he sido un gilipollas integral. Pero, por favor Aggie, no quiero volver a perderte.

-Nunca me has perdido. Te prometo que eso jamás pasará -el nudo que se había formado en su garganta cada vez era más y más fuerte. Realmente, él era el que temía perder a Rigel, pero, no podía seguir ocultándole todo lo que llevaba dentro, quién era realmente. El pelinegro se había sincerado, así que, irremediablemente había llegado su turno.- Yo también he sido un capullo. Además, te he estado ocultando cosas desde hace mucho más tiempo del que me gustaría admitir.

Agnar se atrevió por fin a entablar contacto visual. Rigel no pronunció palabra, pero, con su expresión le dio a entender al rizado que era todo oídos, que estaba ahí para escucharle, y para apoyarle a pesar de todo. Y, a pesar de que esa mirada tranquilizó en cierto modo a Agnar, por dentro seguía muerto de miedo. Miedo a la incomodidad, a la burla, al rechazo...
Pero, no. El chico estrella del que un día estuvo enamorado no era así.

-Soy gay -escupió, deshaciendo el nudo que se había apoderado de su garganta de un brusco tirón: ya no había vuelta atrás. Rigel, debido al calibre de la situación, hizo lo posible por ocultar su sorpresa. Sin embargo, era tan expresivo que esa fue una tarea imposible.

-Pero, ¿qué hay de esa chica con la que tenías algo? -el pelinegro tenía muchas preguntas, pero, no quería dispararlas y aturdirle. En su lugar, se mantuvo tranquilo, trasmitiéndole esa paz que tanto necesitaba. Y, en ningún momento permitió que sus manos se soltasen. Al fin y al cabo, era como si estuvieran unidas por un hilo invisible.- ¿Te lo inventaste para que no supiéramos que...?

-No, no es así exactamente -interrumpió, tras negar con la cabeza. Antes de empezar a explicarle, tomó una gran bocanada de aire, preparando su mente y su corazón. Sus extremidades seguían temblorosas, pero los verdosos ojos de Rigel sobre los suyos se sentían como un lugar seguro- Aquel día a comienzos de verano, cuando nos llevaron a la playa, conocí a un chico un año mayor que yo llamado Jayden. Al principio, era sumamente dulce conmigo, así que empezamos a quedar. Y, bueno, no tardé en enamorarme de él. Nos veíamos a menudo, nos besábamos, teníamos relaciones...

Las palabras cada vez salían de la boca de Agnar con más dificultad, pero Rigel se encargó de apretar su mano con fuerza, y escuchar atentamente y sin juzgar sus explicaciones. Aunque, inevitablemente, de los ojos del rizado se escurrió una primera lágrima, que fue seguida por otra, y otra.
No podía, sentía que iba a derrumbarse y a despedazarse ahí mismo. Sin embargo, la manera en la que el pelinegro dijo "continúa", le sirvió de impulso para armarse de valor nuevamente.

-Yo hacía todo lo que estaba en mi mano para poder ir a una cabina de teléfono y llamarle, para escuchar su voz aunque solo fuera por unos breves minutos. Luego nos castigaron, y tuve que convencer a Mónica para que me dejase utilizar su teléfono personal, y seguir comunicándome con Jayden. Esa fue mi rutina por muchos días, hasta que él empezó a ser más frío y distante conmigo. Y, fue cuestión de tiempo que me dijera que no quería volver a saber nada de mí.

-Menudo hijo de puta -escupió, con el ceño fruncido, sin poder creer lo que escuchaba. Alguien como Agnar no merecía nada de eso. Un ser tan puro, tan honesto, con un corazón tan cálido. Solo de pensarlo, a Rigel le hervía la sangre.- Cuando me encuentre a ese cabrón, le mato.

-Ahí no acaba la historia -advirtió, bajando la mirada al suelo durante unos fugaces segundos. Después, sus ojos volvieron a los de su amigo.- Cuando me dio ese ultimátum, le pedí a Mónica que me llevase a verle a su casa, así que sí: se podría decir que me planté en su puerta. Pero, ya sabes lo que dicen, "la curiosidad mató al gato". Fui allí en búsqueda de respuestas, y acabé enterándome de que tenía novia, y llevaba saliendo con ella un par de años.

-¿Le estaba poniendo los cuernos a su novia? -exclamó el pelinegro, con los ojos fuera de sus órbitas.- Menudo maricón -dijo, aunque recapacitó al instante, y carraspeó, algo avergonzado.- O sea, perdón. Quiero decir que...

-Tranquilo -suspiró Agnar, con un débil sonrisa dibujada en el rostro.- Sí, era todo un capullo. Pero, yo obviamente no me iba a quedar de brazos cruzados, así que le conté a esa pobre chica lo que el imbécil de su novio estaba haciendo. Ella no podía creerlo, y fue muy complicado para mí tener que contárselo, pero me veía en la obligación de hacerlo: no quería que siguiera viviendo en una mentira. Aunque, ahora me cuestiono si verdaderamente hice lo correcto...

-Claro que hiciste lo correcto, Aggie. Seguro que ella te lo agradecerá en un futuro, y acabará encontrando a alguien mejor. Igual que tú -en un abrir y cerrar de ojos, los brazos del pelinegro envolvían con firmeza a su amigo. Sus largos y oscuros mechones de cabello rozaban las mejillas de Agnar, y sus manos ahora acariciaban su espalda, brindándole consuelo.- Encontrarás a un chico mil veces mejor que ese gilipollas, alguien que te quiera, y que jamás te haga daño. Te lo mereces.

-Tú también mereces que una chica así llegue a tu vida, Rigel. Siento muchísimo todo lo que te ha pasado con Charlotte, y siento no haber estado ahí cuando más lo necesitabas. Siento no haberte contado tantas cosas, y haber sido un amigo de mierda -el rizado había correspondido al abrazo con toda la fuerza que sus extremidades le permitían. Quizás, en el interior, y a pesar de todo lo vivido con Jayden, había vuelto a enamorarse de ese chico de los ojos de esmeralda. O, alomejor nunca había dejado de estar enamorado.

•••

¡Hola, hola!
Siento haber estado una semana desaparecida y sin actualizar.
Peeero, me enorgullece decir que he podido salir del bloqueo escritor, así que, todo seguirá como antes.
Espero que disfruten de este capítulo <3.






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