"Think about what you're trying to do to me" – Think (Aretha Franklin).
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23 de abril, 1979
Había llegado el día de hacerle frente al problema. El día de dar la cara de una vez por todas.
–¿Vais a hablar los dos con ella? –preguntó Olivia, acompañada por sus amigos, a las puertas del despacho de Beatrice, la directriz del orfanato.
–No, iré yo solo –contestó Agnar, quien estaba más nervioso de lo que aparentaba.
–Y, ¿por qué no puedo ir contigo? Yo soy la víctima –se quejaba Rigel.
–Porque no quiero que te metas en más problemas. Además, eres capaz de irte de la lengua, y eso tan solo empeoraría las cosas.
–No soy un niño pequeño –le recordaba el pelinegro.
–Sí que lo eres –bufó Ethan, interrumpiendo la conversación.– Así que deja que vaya él solo. Será lo mejor.
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Al poco tiempo de que Agnar llamase, la puerta se abrió lentamente, produciendo un estridente chirrido. Al otro lado, la escalofriante mujer de pelo canoso miraba con seriedad al chico.
–Agnar Kelly, ¿qué le trae por aquí? –musitó Beatrice, arqueando una ceja.
–Buenos días –dijo él, con un nudo en la garganta.– Me gustaría hablar con usted.
–Siento decepcionarle, pero, estoy muy ocupada en este momento.
–Por favor, es urgente –insistía.
La mujer suspiró, y, con desganada, se dirigió hacia su escritorio.
–Pase y siéntese.
Agnar acató sus órdenes, para finalmente sentarse frente a ella, obediente.
–Dese prisa.
–Verá, señorita –comenzó el joven.– Desde que llegó al orfanato, hace semanas, el maestro de matemáticas ha estado atormentando a sus alumnos. Ha insultado y tratado mal a la gran mayoría, e incluso ha llegado a agredir físicamente a los estudiantes.
–No es mi intención ofenderle, querido, pero, ¿quién se ha creído que es para juzgar los métodos de enseñanza ajenos?
–Sé que tan solo soy un adolescente más, pero, honestamente, me parece un método muy cruel y poco efectivo.
–Señor Kelly –le interrumpió Beatrice, manteniendo un intimidante contacto visual con el chico.– Creo recordar que usted a penas ha asistido a unas cuantas clases del señor Roberts, ¿me equivoco?
Agnar tragó saliva, y se vio obligado a asentir sutilmente con la cabeza.
–Sabiendo esto, me parece de lo más egoísta quejarse al respecto, teniendo en cuenta que no pone el más mínimo interés en las lecciones y en la asignatura.
–Pero, señorita...
–No hay más que hablar –sentenció, incorporándose.– Le ruego que se marche. Hemos acabado por hoy.
El rizado se levantó de la silla, abrumado y decepcionado, y acabó abandonando la sala a los pocos segundos.
Volvió al gran salón, en el que le esperaba el resto. Sus amigos le miraban expectantes, ansiosos por tener noticias.–¿Y bien? ¿Qué tal ha ido? –preguntó Giselle.
–Como la mierda –suspiró él.
–¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
–No me ha hecho ni caso, y ha aprovechado que falté a las clases del señor Roberts para ponerse en mi contra.
–Perra mala –resopló Ethan.
–¿Sabes qué te digo? –saltó Giselle.– Que voy a entrar al despacho de esa guarra, a explicarle las cosas amablemente.
–Giselle, por favor, no hagas ninguna tontería –murmuraba Olivia, preocupada por su amiga.
–No voy a hacer ninguna tontería, porque tú vas a venir conmigo.
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Y, como lo prometido es deuda, las dos chicas se presentaron al cabo de unos minutos en el despacho de Beatrice.
Llamaron un par de veces a la puerta, pero la directriz, no daba señales de vida, por lo que ambas acabaron irrumpiendo a la fuerza.–¡Pero bueno, qué falta de educación! –exclamó la anciana, en cuanto las vio.
–Ya que no le hace caso a nuestro amigo, tendremos que insistirle nosotras –replicó Giselle, cruzada de brazos.
–¿Cómo dice? –chillaba, histérica.– No es apropiado para una señorita tener este comportamiento, Moore.
–Haga el favor de escucharnos –se quejó Olivia.– Ese hombre, el señor Roberts, está haciéndole mucho daño a sus alumnos. Los maestros deberían ejercer como tal por vocación, porque disfrutan su profesión, y quieren enseñar a los jóvenes con pasión y entusiasmo. No me parece propio de un buen maestro, ni de una buena persona, seguir los métodos que él sigue.
–Exacto. Además, ¿qué clase de monstruo disfrutaría viendo a sus alumnos llorar?
–Jovencitas, no voy a tolerar un ataque a un maestro, y mucho menos en ese tono.
–¿Cómo puede ser usted tan cruel, y tan egoísta? –estalló Giselle.– El señor Roberts no tiene ningún derecho de maltratar, o golpear a los estudiantes. Y me da absolutamente igual que eso sea legal. Ese hombre no es más que un viejo narcisista, que no ha recibido ni un mínimo de atención en su vida, y que quiere abusar de su poder y superioridad para no sentirse como un pedazo de mierda. Y, siento si las cosas fueron difíciles para él en el pasado, pero, todos los que estamos aquí también llevamos una vida miserable, ¡y nunca nos hemos quejado!
–Giselle... –susurraba la pelirroja.
–Muchos llevamos en el orfanato desde que tenemos uso de razón, ¿y se piensa que nos apetece soportar a un capullo lo que nos queda de adolescencia? ¡Pues va a ser que no, gracias!
Todo se mantuvo en silencio por unos segundos, cuando la morena retomó la palabra.–Espero que ese hombre sea despedido cuanto antes. De lo contrario, pienso rajarle el coche hasta que solo quede chatarra.
–¿Es eso una amenaza, Moore? –insinuó Beatrice, muy enfadada.
–Sí –sentenció la chica.– ¿Qué piensa hacer? ¿Avisar a mis padres?
Las dos adolescentes salieron por fin del despacho, y al otro lado se toparon con los cuatro chicos, quienes habían puesto la oreja en la puerta y habían estado escuchando muy atentamente.
–Dios –murmuró Rigel, alzando ambas cejas.
–Giselle, creo que tienes más huevos y más valor que nosotros cuatro juntos –suspiró Ethan.– Y tú también, Olivia. Os admiro.
–Bueno. Esa señora me tiene hasta el coño.
Los cuatro se quedaron mirándola detenidamente, sin pronunciar palabra.
–Lo siento, señoritas. Me tiene hasta los ovarios –corrigió, y todos rieron.
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★ '79𝚂 𝚖𝚎𝚖𝚘𝚛𝚒𝚎𝚜 ★
Novela Juvenil𝐃𝐞́𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚. 𝐀𝐠𝐧𝐚𝐫 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚 𝐚𝐥 𝐨𝐫𝐟𝐚𝐧𝐚𝐭𝐨, 𝐦𝐚́𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐟𝐮𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚. 𝐇𝐚𝐧 𝐦𝐞𝐭𝐢𝐝𝐨 𝐚 𝐬𝐮 𝐩𝐚𝐝𝐫𝐞 𝐞𝐧 𝐩𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨́𝐧, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐧𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́. 𝐓𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐬𝐞 𝐧𝐢...