XVI. Nᴏᴄʜᴇ ᴅᴇ ʟᴏs ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏs

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"I was made for loving you, baby, you were made for loving me" – I Was Made For Loving You (KISS)

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14 de febrero, 1979

Tras un largo y pedante mes de enero, febrero llegó. Y con él, el día de San Valentín, patrón de los enamorados.
La fiesta más esperada por los novios (y por los que querían serlo) había aterrizado en el orfanato, y todos los adolescentes estaban dispuestos a disfrutarla, aunque solo fuera por unas horas.

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Tan solo faltaban treinta minutos para que el desmadre comenzase, por lo que los chicos se encontraban en su habitación, preparándose.
Rigel llevaba un elegante esmoquin negro, según él, para impresionar a su chica. Por otro lado, Agnar no vestía nada fuera de lo común, solamente una simple camisa blanca con unos vaqueros.

–¿Qué tal me ves? –preguntó el pelinegro mientras terminaba de arreglarse, mirándose en el espejo.

–El traje te queda bien –contestó su amigo, apoyándose en la pared.

–Menos mal –suspiró, preocupado.– No me he maquillado porque a Charlotte no le gusta, así que espero que valga la pena –Agnar se fijó en que en todo momento, el chico pellizcaba con dos dedos el puente de su nariz.– Aggie, sé sincero, ¿tú crees que mi nariz es fea?

El mencionado ladeó la cabeza. La nariz del pelinegro era aguileña y pronunciada, y eso le añadía un atractivo adicional. Además, encajaba a la perfección con las proporciones de su rostro.
De todos modos, a Agnar le chocó que alguien como Rigel tuviera complejos.
En todo caso, sabía aparentar lo contrario.

–¿Qué te hace pensar eso?

Rigel se encogió de hombros.

–No lo sé.

El rizado chasqueó la lengua, y negó con la cabeza.

–Tranquilo, tu nariz no es fea.

–Qué alivio, entonces –carcajeó, nervioso.– Venga, podemos irnos.

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Los dos chicos entraron al gran salón juntos. Estaba iluminado por brillantes luces rojas y doradas, y los corazones de papel como decoración se ajustaban a la estética de la fiesta.

–¿A que es increíble? –sonreía Rigel.– ¡Mira! Allí está Charlotte –señaló emocionado a su novia.– Es la más guapa de todas, ¿verdad?

Ella también le vio, y le hizo un gesto al pelinegro para que se acercase.

–¿Te importa?

–¡No! Ve con ella, y pasadlo bien.

–Gracias, Aggie  –le dio un par de palmadas en la espalda a su amigo, para acto seguido correr hacia la chica, lleno de alegría.

El rizado miró a su alrededor. Ahora estaba solo, y no conocía a nadie.

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★ '79𝚂 𝚖𝚎𝚖𝚘𝚛𝚒𝚎𝚜 ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora