XXX. Eʟ ᴀʙʀᴀᴢᴏ

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"A lover, or a friend?" - The Winner Takes It All (ABBA).

•••

4 de abril, 1979

Era la mañana siguiente de esa terrible clase de matemáticas, y nadie pronunciaba palabra todavía. En el desayuno, Giselle y Olivia se sentaron con los chicos, y los miraban con incertidumbre. No estaban al tanto de lo que había pasado.

-¿Se puede saber por qué todos parecéis momias? -murmuró Giselle, con el ceño fruncido, procurando que nadie la escuchase.

-Es verdad. Desde que acabaron las clases ayer, habéis estado muy apagados. ¿Ha ocurrido algo? -se preocupaba Olivia.

-Quiero que el maestro de matemáticas se muera. Que se caiga por las escaleras y se reviente contra el puto suelo -sentenció Rigel, con la mirada fija en la mesa. Sus puños estaban apretados, y su mandíbula tensa.

-Rigel, no le des más vueltas. No te va a haber bien -suspiró Agnar, poniendo una mano en su hombro.

-¡Cállate! ¡Ese cabrón me las va a pagar! -exclamó, dándole una inevitable patada a la mesa.

-No entiendo nada. ¿Qué ha pasado? -preguntó Giselle, mirando a todas las direcciones.

-¡Esto ha pasado! -Rigel se remangó la camisa, y dejó al descubierto la venda que envolvía su antebrazo, la cual tenía alguna que otra pequeña mancha de sangre.- También me amenazó con cortarme el pelo. ¿Ese puto viejo quién se ha creído que es?

-¡Dios santo! ¿El profesor te hizo esto? -Olivia acariciaba el brazo del chico con suavidad, horrorizada.- Aquí las maestras nunca han agredido a nadie.

-Él es un sustituto, por lo que es nuevo en el orfanato -aclaró Ethan.

-¡Eso no le da derecho a torturar a sus alumnos!

De pronto, una mujer de mediana edad interrumpió su conversación. Se trataba de Beatrice, una de las directrices más importantes del centro. Ella estaba al cargo de cuestiones como la enseñanza y los niños en el orfanato.

-¿Rigel Harvey, por favor? -solicitó ella, con una expresión seria y reservada.

-¿Qué pasa? -contestó él, de mala gana, aún con el ceño fruncido.

-Le ruego que cuide sus modales, joven. Es por eso que querría hablar con usted... -la mujer le dirigió una cortante mirada a los amigos.- ...En privado. Acompáñeme, si es tan amable.

El pelinegro se levantó de la mesa en un movimiento rápido, y siguió a la mujer hasta su respectivo despacho.
Ethan, Agnar, Olivia y Giselle seguían en la mesa, presenciando su partida.

-Pobre -suspiró Giselle.

-Hoy no tenemos matemáticas, de todos modos -se aliviaba Agnar.- Cuando acaben las clases, le esperaré en la habitación para apoyarle.

-Está bien. Ayúdale a levantar los ánimos, ¿sí? -suplicó Olivia.

•••

Esa tarde, tal y como prometió, Agnar esperó pacientemente a su amigo, quien apareció por la habitación un par de horas más tarde. Rigel abrió la puerta con agresividad, y la cerró detrás de él con un brusco golpe. Sus ojos estaban inchados, su rostro enrojecido, y lágrimas corrían con rapidez por sus mejillas.

-¡Odio este sitio! ¡Lo odio! -chillaba el pelinegro con todas sus fuerzas.- ¡No puedo esperar para cumplir los dieciocho!

Agnar se incorporó de la cama sobre la que estaba tumbado, y abrazó al chico con fuerza.

-Lo siento muchísimo, Rigel. Todo es una mierda -la cabeza del contrario se encondía en su cuello, pero él se limitó a pasar cariñosamente sus manos por su espalda.- Pero te prometo que saldrás de esta. Te ayudaré, y te creerán.

El pelinegro levantó la cabeza con timidez. Aún sollozando, su mirada de cruzó con la de su amigo.

-Sabes que me gustan tus ojos, pero me destroza verlos llorar.

-¿Te gustan mis ojos? -preguntó, con la voz rota, tras un silencio.

-Claro que sí. Al fin y al cabo, son dos esmeraldas, ¿no?

Dicho comentario le sacó una pequeña sonrisa a Rigel, la cual Agnar correspondió con una mayor.
El rizado se separó de él lentamente, con las mejillas bañadas en un ligero carmesí.

-Aggie.

-Dime.

-Te quiero. Eres un gran amigo.

-Ya. Yo también te quiero.

Pero no de esa forma.
Date cuenta, joder.

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