XXXV. "Sᴏʟᴏ sᴏᴍᴏs ɴɪɴ̃ᴏs"

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"You've heard some frightening news on the radio, about little boys running away from home" – Runaway Child, Running Wild (The Temptations).

•••

20 del abril, 1979

Ese ajetreado viernes estaba por llegar a su fin, y los jóvenes disfrutaban de sus últimos minutos en el gran salón antes de irse a la cama.

–Qué sueño. Menuda semana más larga –bostezó Giselle, cubriéndose la boca con la mano.

–Yo también estoy agotado –suspiró Jacob.– Me voy a dormir ya.

–Te acompaño –dijo Ethan, levantándose  del sofá.

–No hace falta que me sigas a todos lados, rubia.

–Te recuerdo que dormimos en la misma habitación, gilipollas.

–Vámonos de una vez, por favor  –se quejaba Rigel.– No puedo más con mi vida.

Los siete jóvenes se incorporaron de sus respectivos asientos, dispuestos a marcharse. Sin embargo, Agnar se paró en seco en cuanto el resto comenzó a andar.

–¿No vienes, Agnar? –preguntaba la pelirroja, somnolienta.

–Sí, pero en un par de minutos. No me esperéis, de todos modos.

–Como quieras. Hasta mañana.

•••

El rizado, aprovechando su soledad, salió al acogedor jardín del orfanato, cuya única iluminación era la tenue luz de la luna. Llevaba tiempo sin sentirse tan en paz. Aunque, dicha tranquilidad se vio interrumpida por el llanto de un niño.
Agnar miró a su alrededor, en búsqueda del muchacho. Y, efectivamente, encontró al pequeño niño pecoso llorando, sentado en el suelo.

–Dios santo, Erick, ¿qué te ha pasado? –preguntó el mayor, preocupado.

–Nada, no me ha pasado nada. Estoy bien –contestó él, enrojecido y con los ojos hinchados.

–Puedes confiar en mí.

Erick no respondió, pues simplemente se mantuvo en silencio. Agnar se sentó a su lado, respetando dicho silencio.

–Dime, ¿alguien te ha molestado? ¿Han sido los chicos de la última vez?

–No.

–¿Entonces?

El pecoso miró a otro lado, avergonzado, y asustado.

–Un maestro.

–¿Un maestro? –se alarmó.– ¿Quién?

–Nadie –negaba el niño, agitando la cabeza con ansia.

–Erick, por favor.

De pronto, de los ojos del chico brotaron un par de lágrimas, que fue incapaz de ocultar.

–El señor Roberts.

Agnar se llevó a las manos a la cabeza, con expresión de desagrado y, a la vez, de desesperación. Se temía lo peor.

–No te ha golpeado, ni nada así, ¿verdad?

Inevitablemente, el pequeño rompió a llorar, cubriendo su colorado rostro.
El rizado le rodeó con sus brazos, ofreciéndole un cariñoso consuelo.

–¡No había hecho nada malo, lo prometo! –sollozaba Erick.

–Lo sé. Tranquilo –murmuró, acariciando su espalda con sutileza.– Ese hombre siempre hace daño a los que no se lo merecen.

–¿Alguna vez te ha hecho daño? –preguntó, por lo bajo.

–No, a mí no, pero sí a un buen amigo mío.

–¿Quién?

–¿Sabes quién es Rigel? ¿El chico de pelo largo que siempre va conmigo?

–Me parece que sé quién es.

–Pues a él también le golpeó –explicó, con rabia contenida.– En clase, delante de todos.

–Pobrecito.

Ambos se mantuvieron en silencio por unos segundos.

–¿Quieres saber un secreto? –propuso el mayor

–Vale –murmuró el contrario, cabizbajo.

Y así, bajo la luz de la luna, Agnar le confesó lo mucho que le gustaba un chico. Un buen amigo suyo, concretamente. El mismo que había sufrido la ira del señor Roberts semanas atrás.              El pequeño Erick estaba algo confundido, pues nunca había tenido la oportunidad de hablar de una tema así abiertamente, sin miedo, y con libertad. Y, a pesar de sus diferentes edades, hablaron sobre la complejidad del amor. El rizado mencionó que, ese amigo del que estaba tan enamorado, ya quería a otra chica. Su novia.

–¿Algún día se lo contarás?

–No, seguramente no –suspiró el adolescente.– Supongo que me lo llevaré a la tumba. Soy un cobarde.

–A mí no me pareces un cobarde. Es más, quiero ser como tú cuando crezca.

El pecoso esbozó una sonrisa, al igual que su hermano mayor.

–Erick, necesitamos tu ayuda –estalló Agnar.– Tenemos que contarle a la directriz lo que os está haciendo el maestro. De lo contrario, no habrá manera de pararle. 

–Agnar, me da miedo. 

El rizado le miró detenidamente. 

Pero si solo es un niño, joder. Solo somos niños.

–A mí también me da miedo, pero por eso mismo debemos intentar hablar con ella, para dejar de tenerlo.

Te prometo que todo saldrá bien.

Te lo prometo.

Tiene que salir bien.

Te lo mereces. 

•••

¡Hola! Siento la inactividad está última semana, pero por viajes y otros asuntos no he tenido tiempo para escribir.
En fin, la cosa es que estoy de vuelta, y espero que disfruten del capítulo.
Como siempre, mil gracias por leerme.

★ '79𝚂 𝚖𝚎𝚖𝚘𝚛𝚒𝚎𝚜 ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora