Capitulo 21

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¡ Vaya si no hubo emoción ayer en la escalinata de la puerta principal de la residencia de lady Mellark en Bruton Street!
La primera fue que se vio a Penelope Featherington en la compañía, no de uno ni de dos, sino de tres hermanos Mellark, ciertamente una proeza hasta el momento imposible para la pobre muchacha, que tiene la no muy buena fama de ser la fea del baile. Por desgracia (aunque tal vez previsiblemente) para la señorita Featherington, cuando finalmente se marchó, lo hizo del brazo del vizconde, el único hombre casado del grupo. Si la señorita Featherington llegara a arreglárselas para llevar al altar a un hermano Mellark querría decir que habría llegado el fin del mundo tal como lo conocemos, y que esta cronista, que no vacila en reconocer que ese mundo no tendría ni pies ni cabeza para ella, se vería obligada a renunciar a esta columna en el acto. Y como si la señorita Featherington no hubiera sido suficiente noticia, aún no habían transcurrido tres horas cuando lady Penwood, que vive tres puertas más allá, abordó violentamente a una mujer delante de la casa de la familia Mellark. Parece ser que dicha mujer, la que, según sospecha esta cronista, trabajaba para la familia Mellark, había trabajado para lady Penwood anteriormente. Lady Penwood alega que esta mujer no identificada le robó, e inmediatamente hizo encarcelara la pobre criatura. Esta cronista no sabe bien cómo se castiga el robo en esta época, pero es de suponer que si alguien tiene la audacia de robarle a la condesa, el castigo es muy estricto.
Es posible que cuelguen a esa pobre muchacha o, como muy mínimo, la deporten. Ahora parece insignificante la guerra por las criadas (de la que se informó en esta columna el mes pasado).

Ecos de Sociedad de Lady Whistledown, 13 de junio de 1817.

La primera inclinación de Peeta a la mañana siguiente fue servirse una buena copa de licor fuerte. O tal vez tres. Podía ser escandalosamente temprano para beber licor, pero se le antojaba bastante atractivo el aturdimiento alcohólico después de la estocada que recibiera la tarde anterior de manos de Katniss Everdeen. Entonces recordó que había quedado con su hermano Colin esa mañana para una competición de esgrima. De pronto encontró bastante atractiva la idea de darle unas buenas estocadas a su hermano, aun cuando éste no tuviera nada que ver con su pésimo humor. Para eso estaban los hermanos, pensó, sonriendo tristemente, mientras se ponía la indumentaria.
-Sólo tengo una hora -dijo Colin, insertando el botón redondeado en la punta de su florete-. Tengo una cita más tarde.
-No importa --contestó Peeta, haciendo unas cuantas fintas para aflojar los músculos de las piernas; hacía tiempo que no practicaba; sentía cómodo el florete en la mano. Retrocedió y tocó el suelo con la punta, doblando ligeramente la hoja-. No me llevará más de una hora derrotarte. Colin miró al cielo poniendo los ojos en blanco antes de bajarse, la careta. Peeta avanzó hasta el centro de la sala. - ¿Estás preparado? -No del todo -repuso Colin siguiéndolo. Peeta le hizo otra finta.
-¡He dicho que aún no estoy preparado! --rugió Colin saltando hacia un lado. -Eres muy lento -ladró Peeta. Colin soltó una maldición en voz baja y añadió otra en voy, alta: -¡Condenación! ¿Qué mosca te ha picado? -Ninguna -casi gruñó Peeta-. ¿Por qué lo dices?Colin retrocedió hasta ponerse a una distancia adecuada para comenzar el combate. -Ah, no sé -canturreó, sarcástico-. Supongo que será porque casi me hiciste volar la cabeza. -Tengo el botón en la punta. -Y moviste el florete como si fuera un sable -replicó Colin. -Así es más divertido -rebatió Peeta, sonriendo con dureza. -No para mi cuello. -Cambió de mano el florete para flexionar y estirar los dedos. Detuvo el movimiento y frunció el ceño-.¿Estás seguro de que es un florete lo que tienes? -Por el amor de Dios, Colin -refunfuñó Peeta-. Jamás usaría un arma de verdad. -Sólo era para asegurarme -masculló Colin, tocándose ligeramente el cuello-. ¿Preparado? Perty asintió y flexionó las rodillas.
-Las reglas normales -dijo Colin, adoptando la postura inicial-. Nada de tirar tajos. Peeta asintió secamente. -¡En garde!
Los dos levantaron el brazo derecho hasta tener la palma arriba, los dedos cerrados en el puño del florete. -¿Es nueva ésa? -preguntó de pronto Colin, mirando interesado la empuñadura del florete de Peeta. Peeta maldijo su pérdida de concentración. -Sí -ladró-. Prefiero la empuñadura italiana.
Colin retrocedió, abandonando la postura de esgrima, y miró su florete, que tenía una empuñadura francesa menos adornada. -¿Me la prestarías alguna vez? Me gustaría ver si...
-¡Sí! -gritó Peeta, resistiendo apenas el deseo de atacar en ese mismo instante-. ¿Vas a volver a ponerte en guardia? Colin lo miró con una sonrisa sesgada, y Peeta comprendió que le había preguntado por su empuñadura sólo para molestarlo. -Como quieras -musitó Colin, readoptando la postura. Pasado un momento en que los dos estuvieron inmóviles, gritó: -¡Al ataque! Peeta avanzó, haciendo fintas y atacando, pero Colin siempre había tenido un excelente juego de pies, y retrocedía y respondía con expertas paradas sus ataques. -Estás de un humor de los mil diablos hoy -comentó Colin, atacando y casi tocando a Peeta en el hombro. Peeta esquivó y levantó el florete para parar el ataque.
-Sí, bueno, es que tuve un mal día. -Volvió a avanzar con el florete apuntando recto. Colin hizo el quite limpiamente.
-Bonita estocada -comentó, tocándose la frente con su empuñadura en fingido saludo.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora