Cuando Katniss abrió los ojos a la mañana siguiente, el capitán James ya se había marchado. Se mordió el labio inferior al ver el petate del capitán al otro lado del camarote. Seguramente no habría tenido un sueño reparador. Ella le había dado la almohada, pero solo estaba la alfombra para amortiguar su peso. Pero no. No iba a sentirse culpable por su incomodidad. Él se estaba ocupando de sus asuntos. Era ella a la que posiblemente un ejército de personas estuviera buscando, temiendo encontrar su cuerpo en la playa, arrastrado por el mar. Y su familia...
¡Dios mío! No podía siquiera empezar a imaginar su angustia si Elizabeth había comunicado la desaparición de Katniss.
Sus padres ya habían perdido un hijo, y eso casi los había destrozado.
Si creían que Katniss había tenido un accidente fatal...—Por favor, Elizabeth —susurró. Su amiga estaría desesperada de preocupación, pero si guardaba silencio, al menos sería la única.—Es un monstruo —protestó Katniss en voz alta, aunque sabía que no era cierto. Odiaba al capitán James por muchas razones, y no le creía cuando decía que no le quedaba otra opción más que llevarla a Portugal, porque, sinceramente, ¿cómo era posible? Pero el capitán la trataba con mucho más cuidado del que imaginaba que la trataría la mayoría de los hombres de su profesión,
y ella sabía, ya que era imposible no darse cuenta, que era un caballero y un hombre de honor.
No imaginaba qué diablos hacía en un barco pirata. Vio que alguien había dejado una pequeña palangana con agua en la mesa, y por un breve instante se inquietó al pensar que Billy había entrado al camarote mientras ella dormía.
Se consoló al pensar que, probablemente, él lo habría pasado peor. Decidió no sentirse culpable tampoco por eso. Tardó varios intentos en liberar la barandilla de la cama, y una vez que puso los pies en el suelo volvió a levantarla y bajarla varias veces hasta que entendió su funcionamiento. Estaba muy bien hecha, y deseó poder ver cómo funcionaba internamente: los goznes, resortes, etcétera.
Uno de sus hermanos se caía de la cama con frecuencia cuando era niño; un dispositivo como este habría sido muy útil. Colocó la barandilla en posición baja y luego se acercó a la palangana para lavarse un poco la cara. Bien podía saludar el día a pesar de todo. El camarote estaba a oscuras; solo una fina franja de luz se filtraba por el borde de la cortina. Miró el reloj y vio que ya eran las ocho y media, así que vigiló su equilibrio. El capitán tenía razón; era cierto que el mar era más agitado ahora que estaban atravesando el Atlántico, así que se dirigió tambaleándose hacia las ventanas para correrla pesada tela.—¡Ah! La exclamación brotó de sus labios de forma espontánea. No estaba segura de lo que esperaba ver...
Bueno, para ser sincera, esperaba exactamente lo que veía; es decir, el océano,que se extendía kilómetros y kilómetros hasta tocar el borde azul del horizonte. Sin embargo, no estaba preparada para esta belleza absoluta, la enormidad, la inmensidad de todo aquello. Ni para sentirse tan insignificante frente al espectáculo.
Era magnífico. No, más que eso. Era formidable, y casi se alegraba de las circunstancias que la habían llevado hasta allí para verlo. Se apoyó con la frente en el frío cristal. Durante diez minutos permaneció ahí, observando el movimiento de las olas, cómo formaban puntas espumosas como merengues. De vez en cuando pasaba un pájaro volando. Katniss se preguntó a qué distancia de la tierra se encontrarían, y hasta qué distancia un pájaro podía volar antes de necesitar posarse. Seguramente algunas aves podrían volar más lejos que otras...
¿Por qué podían hacerlo? ¿Por su peso? ¿Por su envergadura? Había tantas cosas que desconocía, y tanto que no había sabido considerar, y ahora estaba allí, en aquel camarote, en lugar de estar en la cubierta, donde podría tener una vista más imponente del mundo.—No es posible que sean tan supersticiosos —murmuró mientras se apartaba de la ventana. Sinceramente, era ridículo que los marineros creyeran en esas tonterías actualmente, en este siglo. Su mirada se posó en el polvo dental que el capitán le había dejado. Aún no lo había usado.
Esos marineros se lo tendrían bien merecido si no lo usaba e iba a la cubierta a echarles el aliento en la cara. Frotó su lengua contra su paladar. ¡Por todos los cielos! Su aliento por la mañana era espantoso. Se limpió los dientes; decidió que el sabor a menta del polvo del capitán era agradable y luego se desplomó en una silla junto a la ventana con el libro que había empezado a leer la noche anterior. Era un tratado sobre navegación y, la verdad sea dicha, no entendía ni la mitad de lo que había leído, aunque era evidente que no era una obra para novatos. Había llegado a leer algunas páginas más cuando alguien llamó a la puerta.
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Con todo mi corazon
RomanceTodo el mundo sabía que Katniss Everdeen era hija ilegítima. Todos los criados lo sabían. Pero todos querían a Katy; la querían desde el momento en que llegó a Penwood Park a los tres añitos, un pequeño bultito dejado en la grada de la puerta princi...