Capitulo 23

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Me han dicho que lady Mellark se ha marchado de la ciudad. Lo mismo dicen de lady Penwood. Muy interesante.

Ecos de Sociedad de Lady Whistledown, 18 de junio de 1817.

Peeta decidió que nunca había querido más a su madre que en ese momento. Se esforzaba en no sonreír, pero eso le resultaba sumamente difícil viendo resollar sofocada a lady Penwood como un pez fuera del agua. El magistrado miró a lady Mellark con los ojos desorbitados. -¿No querrá insinuar que arreste a la condesa? -No, claro que no -repuso Violet-. Quedaría en libertad. La aristocracia rara vez paga sus delitos. Pero -añadió, ladeando ligeramente la cabeza y echando una rápida e intencionada mirada a lady Penwood-, si la arrestara, sería terriblemente vergonzoso lo que diría al defenderse de las acusaciones. -¿Qué quiere decir? -le preguntó lady Penwood con los dientes apretados. Violet se dirigió al magistrado: -¿Podría hablar un momento a solas con lady Penwood? -Ciertamente, milady -repuso él, haciéndole una brusca venia-. ¡Todos fuera! -ladró a los demás. -No, no -dijo Violet con una dulce sonrisa a la vez que le ponía en la palma de la mano algo que tenía muchas trazas de ser un billete de libra-. Mi familia puede quedarse. Sonrojándose levemente, el magistrado cogió del brazo al alcaide y se lo llevó por el otro corredor. -Ya está -musitó Violet-. ¿Dónde estábamos? Peeta sonrió de oreja a oreja, orgulloso, al ver a su madre acercarse a lady Penwood y mirarla fijamente hasta hacerla bajar los ojos. Miró hacia Katy y vio que ésta tenía la boca abierta. -Mi hijo se va a casar con Katy -dijo Violet-, y usted le va a decir a todo el mundo que quiera escuchar que ella era la pupila de su difunto marido. -Jamás mentiré por ella -replicó lady Penwood. -Muy bien -dijo Violet, encogiéndose de hombros-. Entonces puede esperar que mis abogados comiencen de inmediato a averiguar el paradero de la dote de Katy. Después de todo, Peeta tendrá derecho a ella una vez que se casen. -Si alguien me lo pregunta -dijo lady Penwood entre dientes-, confirmaré cualquier historia que ustedes echen a correr. Pero no espere que haga un esfuerzo por ayudarla. Violet simuló estar rumiando eso un momento y luego dijo: -Excelente, creo que eso irá muy bien. -Se giró hacia su hijo-. ¿Peeta? Él asintió enérgicamente, y su madre volvió a girarse hacia lady Penwood. -El padre de Katy se llamaba Charles Everdeen y era un primo lejano del conde, ¿verdad?Lady Penwood dio la impresión de haberse tragado una almeja podrida, pero asintió. Violet dio ostentosamente la espalda a la condesa y dijo: -No me cabe duda de que los miembros de la alta sociedad la considerarán poco elegante, puesto que nadie sabrá nada de su familia, pero por lo menos será respetable. Después de todo -añadió, y se giró a obsequiar con una radiante sonrisa a Araminta-, existe esa conexión con los Penwood. Araminta emitió un extraño sonido, muy parecido a gruñido. Peeta tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no echarse a reir. -¡Eh, magistrado! -gritó Violet, y cuando el hombre reapareció a toda prisa en el corredor, le sonrió bravamente y le dijo-: -Creo que ya está concluido mi trabajo aquí. Él exhaló un suspiro de alivio. -¿Entonces no tengo que arrestar a nadie? -Parece que no. Él se apoyó en la pared, prácticamente desmoronado de alivio. -Bueno, yo me marcho -anunció lady Penwood, como si alguien fuera a echarla de menos. Se volvió hacia su hija con ojos furiosos-. Vamos, Posy. Peeta vio cómo el color abandonaba la cara de Posy, pero antes de que él pudiera intervenir, Katy dio un salto hacia delante. -¡Lady Mellark! -exclamó, justo en el momento en que Araminta decía a Posy: -¡Muévete, nos vamos!
-¿Sí, cariño? Katy cogió el brazo de Violet y la acercó para susurrarle algo al oído. -Muy bien -dijo Violet y se giró hacia Posy. -¿Señorita Gunningworth? -En realidad soy señorita Reiling -enmendó Posy-.
El conde no me adoptó. -Muy bien, señorita Reiling. ¿Qué edad tiene? -Veintiún años, milady. -Bueno, ésa ya es una edad para que tome sus propias decisiones. ¿Le gustaría venir a pasar unos días en mi casa? -¡Oh, sí! -Posy, ¡no tienes permiso para ir a vivir con los Mellark! -bramó Araminta.
-Creo que me iré antes de Londres esta temporada –continuó Violet dirigiéndose a Posy, sin hacer caso de Araminta-. ¿Le gustaría pasar con nosotros una larga estancia en Kent? Posy se apresuró a asentir.
-Se lo agradecería muchísimo. -Arreglado, entonces. -No hay nada arreglado -ladró Araminta-. Es mi hija y... -Peeta -dijo lady Mellark en tono algo aburrido-, ¿cómo se llama mi abogado?
-Ve -espetó Araminta a Posy-. Y no vuelvas jamás a oscurecer mi puerta.
Por primera vez en toda la reunión, Posy pareció un poco asustada. Y el susto empeoró cuando Araminta se puso frente a ella y le siseó muy cerca de la cara: -Si te vas con ellos ahora, estás muerta para mí. ¿Entiendes? ¡Muerta!
Posy miró aterrada a Violet, la que se apresuró a acercársele y a entrelazar su brazo con el de ella.
-No pasa nada, Posy -le dijo dulcemente-. Puedes vivir con nosotros todo el tiempo que quieras.
Katy también se le acercó y le cogió el brazo libre. -Ahora sí que seremos hermanas de verdad -le dijo, dándole un beso en la mejilla. -Oh, Katy -sollozó Posy, con los ojos anegados en lágrimas-. Perdona, lo siento tanto. Nunca te defendí. Debería haber dicho algo. Debería haber hecho algo, pero...
-Eras una niña -la interrumpió Katy, negando con la cabeza-. Yo era también una niña. Y sé mejor que nadie lo difícil que es desafiarla -añadió mirando duramente a Araminta. -No me hables así -chilló Araminta, levantando la mano como para golpearla.
-¡Eh, eh! -intervino Violet-. Los abogados, lady Penwood. No olvide a los abogados. Araminta bajó la mano, pero su expresión daba a entender que igual estallaría en llamas espontáneamente en cualquier momento. -¿Peeta? ¿Cuánto tardaríamos en llegar a las oficinas de nuestros abogados? Sonriendo para sus adentros, él se pasó la mano por el mentón, pensativo. -No es muy lejos. ¿Veinte minutos? Treinta si hay mucho atasco en las calles. Araminta se estremeció de rabia y dirigió sus palabras a Violet: -Llévesela, entonces. Para mí nunca ha sido otra cosa que decepción. Y puede esperar estar clavada con ella hasta el día de su muerte, puesto que no hay ninguna probabilidad de que alguien le pida la mano. He tenido que sobornar a hombres sólo para que la saquen a bailar. Y entonces ocurrió algo de lo más extraño. Katy empezó a temblar, se le puso la cara roja, le rechinaron los dientes y le salió un increíble rugido por la boca. Y antes de que a alguien se le ocurriera siquiera intervenir, se abalanzó sobre Araminta y le enterró el puño en el ojo, arrojándola al suelo. Peeta había pensado que nunca nada podría sorprenderlo más que la vena maquiavélica que acababa de descubrir en su madre. Estaba equivocado. -Eso no es por robarme la dote -siseó Katy-. No es por todas las veces que intentó expulsarme de mi casa antes de que muriera mi padre. Y no es por haberme convertido en su esclava personal.
-Ehh, Katy -dijo Peeta apaciblemente-. ¿Por qué, entonces? -Por no amar igual a sus dos hijas -contestó Katy, sin apartar los ojos de la cara de Araminta. Posy se puso a hipar, llorando desconsolada. -Hay un lugar especial en el infierno para las madres como usted -dijo Katy, con voz peligrosamente grave. -Han de saber -graznó el magistrado-, que tenemos urgente necesidad de desocupar esta celda para el próximo ocupante. -Tiene razón -dijo Violet, poniéndose rápidamente delante de Katy, no fuera a decidir empezar a dar de patadas a Araminta-. ¿Hay alguna pertenencia que desees ir a recoger? -preguntó a Posy. Posy negó con la cabeza. A Violet se le tornaron tristes los ojos, y le apretó suavemente la mano. -Nosotros te haremos nuevos recuerdos, querida mía. Araminta se puso de pie y, después de lanzar una horrible mirada de furia a Posy, se marchó pisando fuerte.
-Bueno -dijo Violet, plantándose las manos en las caderas-. Creí que no se iba a ir nunca. -No muevas ni un solo músculo -susurró Peeta a Katy, quitándole el brazo de la cintura. Después fue a ponerse al lado de su madre. -¿Te he dicho últimamente lo mucho que te quiero? -le susurró al oído. -No, pero lo sé de todos modos -repuso ella, con una sonrisa satisfecha. -¿Te he dicho que eres la mejor de las madres?
-No, pero eso también lo sé. -Estupendo -dijo él dándole un beso en la mejilla-. Gracias. Es un privilegio ser tu hijo. Entonces su madre, que se había mantenido firme todo ese tiempo demostrando que era la menos sentimental y la más práctica e ingeniosa de todos ellos, se echó a llorar. -¿Qué le has dicho? -le preguntó Katy a Peeta. -No pasa nada -dijo Violet, sorbiendo por la nariz-. Es... -Estrechó en sus brazos a Peeta-. Yo también te quiero.
-Ésta es una familia maravillosa -comentó Posy a Katy. Katy giró la cabeza para mirarla. -Lo sé -dijo.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora