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-Señor. Peeta le dio un manotazo al insecto que le estuviera zumbando junto al oído y se dio media vuelta.

-¡Señor! ¡Señor!
Se despertó mientras tomaba una honda bocanada de aire y se estremeció al incorporarse enla cama. Nunca se despertaba bien si interrumpían su sueño.-¿Qué pasa? ¿Qué ha pasado? Eso fue lo que creyó preguntar. La realidad seguramente fuera un galimatías. Parpadeó hasta abrir bien los ojos. Wheelock estaba de pie junto a su cama, sosteniendo una vela.
-¿Wheelock? ¿Qué demonios pasa?
-Lo necesitan -susurró Wheelock-. Ha venido Thamesly. En caso de que estuviera todavía atontado por el sueño, esas palabras lo despejaron al instante.
-¿Thamesly? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Hay alguien herido?
-No he podido sonsacarle todos los detalles -contestó Wheelock-, pero creo que debe saber que me ha dicho que lo despierte a usted y solo a usted. -¿Qué demonios está pasando? -murmuró Peeta para sí mismo. Wheelock le tendió un papel. -Dejó esto para usted. -¿Y se ha ido?
-Sí. Se fue de inmediato. Dijo que no podía dejar a la señorita Katniss sola mucho tiempo.

-¡Katniss! -Peeta salió volando de la cama y se dirigió al armario en busca de su ropa. Wheelock ya estaba allí y le ofrecía una camisa, pero Peeta quería leer primero el mensaje de Thamesly. -¿Qué dice? -le preguntó Wheelock. Peeta leyó las escuetas frases a la luz de la vela de Wheelock.

-No mucho. Solo que katniss y él necesitan mi ayuda y que debo ir a la vieja granja de Millston.

-Creo que esa es...
-Donde Billie se torció el tobillo hace tantos años, sí. Creo que sigue abandonada, ¿no? -Se está utilizando como almacén, pero nadie vive en ella. Peeta se vistió a toda prisa, acicateado por el miedo. -¿Te ha dicho algo más Thamesly? ¿Se trata de Katniss? ¿Está enferma? ¿Se ha hecho daño? Wheelock negó con la cabeza.

-No lo creo, no. Dijo que otra persona necesitaba atención médica.
-¿Otra persona? ¿Quién puñetas iba a salir con ella a estas horas...?
-Peeta miró hacia el reloj, pero estaba demasiado oscuro como para distinguir la esfera-. ¿Qué hora es? -Las dos y media, señor. Pero maldijo en voz baja. Aquello pintaba fatal.

-Sus botas, señor.
-Wheelock se las ofreció-. ¿Puedo sugerir que se las ponga fuera para hacer menos ruido? Peeta asintió con la cabeza, en señal de acuerdo y también de admiración.

-Estás en todo, ¿verdad?-Es mi trabajo, señor. Salieron de la habitación descalzos y bajaron en silencio la escalinata. Peeta rara vez deambulaba por Crake House a esas horas de la noche. Los Mellark solían acostarse temprano cuando estaban en el campo. No era como Londres, donde una miríada de compromisos y entretenimientos podían mantenerlos ocupados hasta altas horas de la madrugada. La casa parecía distinta a oscuras. La luz de la luna se filtraba para iluminar el grandioso vestíbulo de entrada, proyectando sombras en el suelo y en las paredes. Reinaba un silencio absoluto, pero en el aire flotaba una emoción expectante, como si la casa estuviera conteniendola respiración a la espera de que algo, o alguien, le pusiera fin al silencio.
No sabía si le gustaba esa sensación o no. Al llegar al pie de la escalinata, Wheelock lo detuvo poniéndole una mano en el brazo.

-Espéreme fuera, señor -susurró-. Me reuniré con usted en menos de un minuto. Peeta quiso decir que no tenían tiempo que perder, pero Wheelock salió corriendo antes de que pudiera pronunciar palabra y no quería correr el riesgo de despertar a los demás si gritaba su nombre. De manera que salió de la casa y se detuvo en los escalones de entrada para ponerselas botas. El mayordomo apareció al cabo de un momento con sus zapatos en la mano.

-Voy a acompañarlo -anunció Wheelock.
-¿En serio? -Peeta no se lo esperaba.Wheelock retrocedió, ofendidísimo.-Señor.-¿Sabes montar? -le preguntó Peeta.
-Por supuesto que sí. Peeta asintió con la cabeza a modo de aprobación.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora