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Padre ha estado especialmente irritable últimamente. Pero yo tambiénlo he estado. El mes de marzo siempre es frío y húmedo, pero este año ha sido peor que de costumbre. Él duerme la siesta todas las tardes. Creo que yo podría hacer lo mismo. 

DE KATNISS EVERDEEN A SU HERMANO THOMAS (carta que nunca se recibió)

Dos días más tarde, Katniss tuvo su menstruación. Sabía que la tendría. Un día antes de sus reglas siempre estaba adormilada, sentía dolor de estómago y parecía que había tomado mucha sal. Sin embargo, se dijo a sí misma, quizás interpretaba mal las señales. Quizá se sentía cansada porque estaba cansada. No dormía bien. ¿Cómo iba a descansar como era debido con Peeta al otro lado de la cama?
En cuanto al dolor de estómago, en el Devil's Head habían servido pastel toda la semana. Le habían asegurado que el relleno no tenía fresas, pero ¿podía realmente confiar en la camarera de dieciséis años que no dejaba de mirar a los soldados con sus uniformes de vivos colores? Ese pastel podría haber tenido una fresa. Incluso una sola semilla podía explicar el malestar de Katniss. En cuanto a la sal, no tenía ni idea. Estaban cerca del océano. Quizá sería que respiraba el aire salado. Pero entonces tuvo su menstruación. Y mientras lavaba cuidadosamente los paños, trataba de no pensar demasiado en la puntada que sentía en el pecho al darse cuenta de que no estaba embarazada. Sintió alivio. Seguramente sintió alivio. Un hijo significaba que Peeta iba a verse obligado a casarse con ella. Y aunque una gran parte de ella siempre soñaría con una casita en Kent llena de adorables niños de ojos azules, se daba cuenta de que ese sueño se fundamentaba menos en la realidad de lo que ella creía. Era difícil imaginar que un matrimonio falso podía tener una luna de miel, pero nada había sido igual desde la noticia de la muerte de Thomas. Katniss no era idiota; sabía que ambos sufrían, pero no entendía cómo ese solo hecho podía explicar el abismo absoluto que se había abierto entre los dos. El problema con Peeta era que todo había parecido ser tan fácil. Como si hubiese esperado toda su vida entender quién era ella realmente, y luego, cuando él había abierto los ojos (no, fue después, en su primera conversación real), ella lo hubiera sabido. Era algo extraño, ya que todo el tiempo con él se basaba en una mentira, pero se había sentido ella misma en su compañía más que en ningún otro momento de su vida. No era la clase de cosas que se sabían de inmediato. Quizá no antes de que desaparecieran.
Y habían desaparecido. Incluso cuando él había intentado consolarla después de abrir el baúl de Thomas, hubo algo que no iba bien. Ella no había podido relajarse en sus brazos, quizá porque sabía que eso también era una mentira. Él había pensado que ella estaba triste por su hermano, pero lo que realmente le había roto el corazón había sido saber que ya tenía dinero suficiente para pagar el pasaje en el Rhiannon.
Y ahora que sabía que no estaba embarazada...
Caminó hasta la ventana y apoyó la cadera en el alféizar. Corría una ligera brisa, que hacía que la humedad fuera más tolerable. Observó cómo las hojas se movían en los árboles. No eran muchas; en esa parte de Nueva York abundaban los edificios. Pero le gustaba el hecho de que un lado de las hojas fuera más oscuro que el otro, observar los colores cambiar de un lado a otro, oscuro a claro, verde sobre verde. Era viernes. El cielo era de un azul infinito; significaba que el Rhiannon zarparía esa tarde. Ella debía estar a bordo. No tenía sentido que se quedara en Nueva York. Su hermano estaba muerto, enterrado en el bosque de Westchester. Ni siquiera podía visitar su tumba. No era seguro, y, de todos modos,bsegún el coronel Stubbs, no había un indicador adecuado: nada que llevara el nombre y la edad de Thomas, nada que anunciara que él había sido un hermano amado y un hijo obediente. Pensó en ese día espantoso en el que había recibido la carta del general Garth. Que enrealidad había resultado ser del coronel Stubbs, pero eso tenía poca importancia. Ella acababa de perder a su padre, y en los momentos previos a abrir la carta se había sentido aterrorizada. Recordaba exactamente lo que había pensado: si Thomas había muerto, no le quedaría ningún ser querido en el mundo.
Y ahora Thomas había muerto. Y no había ninguna otra persona en el mundo a quien ella pudiera amar.
Tarde o temprano Peeta recuperaría su memoria. Estaba segura de ello. Ya comenzaba a recordar algunas cosas. Y cuando recordara todo...
Era mejor contarle la verdad antes de que la descubriera por sí mismo. Él tenía una vida en Inglaterra, que no la incluía. Tenía una familia que lo adoraba y una muchacha con quien se suponía que debía casarse. Una muchacha que, al igual que él, era aristócrata de pies a cabeza. Y cuando él se acordara de ella, de la inimitable Billie, recordaría por qué hacían tan buena pareja. Katniss se alejó del alféizar de la ventana y tomó su monedero antes de dirigirse a la puerta.
Si se marchaba esa noche, tenía muchas cosas que hacer, y todas ellas antes de que Peeta volviera del cuartel general. En primer lugar, debía comprar su pasaje. Luego tenía que preparar el equipaje, aunque eso no le llevaría mucho tiempo. Por último, debía escribirle una carta a Peeta. Tenía que hacerle saber que era libre.
Ella se marcharía y él podría continuar con su vida, la que debía tener.
La vida que él quería tener. Quizás él no lo supiera todavía, pero lo sabría tarde o temprano, y ella no quería estar cerca cuando eso ocurriese. Había muchas maneras de romper un corazón. ¿Ver su rostro cuando se diera cuenta de que su lugar estaba junto a otra persona? Eso la destrozaría totalmente. Miró el reloj de bolsillo que Peeta dejaba sobre la mesa para que ambos miraran la hora. Aún tenía tiempo. Él había salido más temprano: tenía una reunión con el coronel Stubbs que le llevaría todo el día. Sin embargo, debía empezar a moverse.
Eso era lo correcto, se dijo al bajar presurosa la escalera. Eso estaba bien. Había encontrado el dinero y no estaba embarazada. Era evidente que no debía ser. Objetivo para ese día: creer en el destino. Pero cuando llegó al salón principal de la posada oyó que la llamaban con un tono de urgencia.

—¡Señora Mellark!
Se dio la vuelta. El destino, según parecía, se asemejaba mucho al posadero del Devil'sHead. Este salió de detrás de la barra y caminaba hacia ella con expresión preocupada. Detrás de él había una mujer muy bien vestida. El posadero se puso de lado.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora