Katniss Mellark estaba nerviosa. Mejor dicho, muy nerviosa. En unos cinco minutos conocería a la familia de su marido.
Su familia tan aristocrática. Que ignoraba que él se había casado con ella. Ahora ya no había duda de que la boda era legal. Resultó ser que el obispo de Cork y Ross hacía licencias especiales: la de ellos no era la primera boda a bordo de un barco que requería una ceremonia más vinculante legalmente. El obispo tenía una pila de licencias matrimoniales listas para completar y se casaron de inmediato; el capitán Wolverton y el cura local oficiaron de testigos. Después, Katniss y Peeta decidieron viajar directamente a Kent. Su familia estaría desesperada por verlo, y a ella no le quedaba ningún familiar en Derbyshire.
Ya habría tiempo suficiente para volver a Marswell a recoger sus pertenencias antes de cederle la casa a Cato.
Su primo no podía hacer nada sin la confirmación de la muerte de Thomas, y dado que Katniss y Peeta eran las únicas personas en Inglaterra que estaban en condiciones de confirmarlo...
Cato tendría que aprender el fino arte de la paciencia. Habían llegado a la entrada de Crake House, la mansión ancestral de los Mellark. Peeta se la había descrito con gran detalle y Katniss sabía que sería enorme, pero cuando la casa quedó a la vista, no pudo evitar un grito de asombro. Peeta apretó su mano.—¡Es gigantesca! —exclamó. Él sonrió distraídamente. Tenía toda su atención puesta en la casa, que veía cada vez más grande por la ventana con cada avance de las ruedas del carruaje.
Él también estaba nervioso, Katniss se dio cuenta. Podía verlo porque daba palmadas constantemente a su muslo, y se mordía el labio inferior, dejando una marca blanca. Su marido robusto, fuerte y decidido estaba nervioso. Eso hizo que lo amara aún más.
El carruaje se detuvo y Peeta saltó antes de que nadie fuera a ayudarlos. Una vez que Katniss bajó junto a él, la tomó del brazo y la condujo hacia la casa.—Me sorprende que nadie haya salido todavía —murmuró. —¿Quizá nadie observaba la entrada? Peeta negó con la cabeza.
—Siempre hay alguien...
La puerta se abrió y salió un criado. —¿Señor? —dijo el criado, y Katniss vio que debía de ser nuevo, ya que no tenía ni idea de quién era Peeta. —¿La familia está en casa? —preguntó Peeta. —Sí, señor. ¿A quién anuncio? —A Peeta. Dígales que Peeta ha llegado a casa. El criado lo miró con ojos desorbitados. Evidentemente, había trabajado allí el tiempo suficiente como para saber qué significaba eso, y entró casi corriendo. Katniss reprimió una risa.
Aún estaba nerviosa. Mejor dicho, aún estaba muy nerviosa, pero había algo divertido en todo eso, algo que la mareaba un poco. —¿Esperamos dentro? —preguntó.
Él asintió y entraron en el gran vestíbulo. Estaba vacío; ni siquiera había un solo sirviente, hasta que...—¡Peeta! Fue un grito, un grito fuerte y femenino, exactamente el ruido que se esperaría de alguien tan feliz que estallaría en lágrimas en cualquier momento.—¡Peeta, Peeta, Peeta! ¡Dios mío, no puedo creer que realmente seas tú! Katniss enarcó las cejas cuando vio a una mujer de cabello oscuro literalmente volar escalera abajo. Bajó los últimos seis escalones de un salto, y en ese momento Katniss se dio cuenta de que llevaba puestos unos pantalones de hombre.
—¡Peeta! —Con un último grito, la mujer se arrojó a los brazos de Peeta y lo abrazó con tanta intensidad y amor que Katniss lloró de emoción.
—¡Ay, Peeta! —repitió ella mientras le tocaba las mejillas, como si necesitara asegurarse de que realmente era él—. Estábamos desesperados.—¿Billie? —dijo Peeta.¿Billie? ¿Billie Bridgerton? El corazón de Katniss dio un vuelco. ¡Ay, Dios mío! Eso iba a ser horrible. Puede que aún creyera que Peeta se iba a casar con ella. Él había dicho que no tenía un compromiso formal, que Billie no quería casarse con él más que él con ella, pero Katniss sospechó que esa era su obtusa opinión de un hombre. ¿Cómo podía existir una mujer que no quisiera casarse con él, especialmente alguien a quien le habían dicho desde pequeña que le pertenecía? —¡Qué alegría verte! —dijo Peeta, dándole un beso fraternal en la mejilla—. Pero ¿que haces aquí? Al oírlo Billie se echó a reír. Fue una risa ruidosa, pero la alegría se traslucía en cada nota.
—No lo sabes —dijo—. Por supuesto que no lo sabes.
—¿Qué es lo que no sé?Entonces otra voz intervino en la conversación. Una voz masculina.—Me he casado con ella. Peeta giró sobre sus talones. —¿George?
Su hermano. Tenía que ser su hermano. El cabello no era del mismo tono castaño, pero esos ojos, esos ojos azules incandescentes...
Tenía que ser un Mellark.—¿Te has casado con Billie? —Peeta todavía parecía... «Escandalizado» no era una palabra lo bastante fuerte.—Así es. —George además parecía muy orgulloso, aunque Katniss no tuvo tiempo para evaluar su expresión porque rodeó a Peeta con un abrazo.
—Pero... pero...
Katniss los observó con interés. Era imposible no sonreír. Sin duda allí había una buena historia. Y no podía evitar sentirse un poco aliviada de que Billie Bridgerton estuviera enamorada de otra persona.—Pero vosotros dos os odiáis —protestó Peeta.
—No tanto como nos amamos —repuso Billie.
—¡Dios mío! ¿Tú y Billie? —Peeta miró a uno y a otro—. ¿Estás seguro?—Recuerdo muy bien la ceremonia —respondió George, riendo con ironía. Inclinó la cabeza hacia Katniss—. ¿No vas a presentarnos? Peeta la tomó del brazo y la acercó a su lado.—Mi esposa —dijo con evidente orgullo—. Katniss Mellark. —¿Everdeen de soltera? —preguntó Billie—. ¡Fue quien nos escribió! ¡Ay, gracias! ¡Muchas gracias! Abrazó a Katniss con tanta fuerza que Katniss percibió todas las tonalidades de su voz cuando continuó diciendo:—¡Gracias una y otra vez! No tiene ni idea de lo mucho que ha significado para nosotros.
—Madre y padre están en el pueblo —explicó George—. Volverán dentro de una hora. Peeta esbozó una amplia sonrisa.
—Excelente. ¿Y el resto?
—Nicholas está en la escuela —respondió Billie— y Mary, por supuesto, ahora tiene su propia casa.—¿Y Andrew? Andrew. El tercer hermano. Peeta le había contado a Katniss que estaba en la Marina.
—¿Está aquí? —quiso saber Peeta. George hizo un sonido que Katniss no supo interpretar. Podría haber sido una risa ahogada..., pero la mejor descripción fue de incómoda resignación.
—¿Se lo dices tú o se lo digo yo? —repuso Billie. George inspiró profundamente.—Bueno, esa sí que es una buena historia.
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Con todo mi corazon
RomanceTodo el mundo sabía que Katniss Everdeen era hija ilegítima. Todos los criados lo sabían. Pero todos querían a Katy; la querían desde el momento en que llegó a Penwood Park a los tres añitos, un pequeño bultito dejado en la grada de la puerta princi...