Katniss no estaba de buen humor cuando se despertó a la mañana siguiente. Sabía que no debía enfadarse con Peeta por insistir la noche anterior en que volviera a la habitación mientras él se ocupaba del herido que lo esperaba en los establos, pero sin duda la definición misma de «emoción» implicaba que estas no siempre eran racionales. Además, estaba cansada. Una habitación muy pequeña, una cama bastante destartalada, cinco mujeres (cada una con una larga trenza) y tres gatos... Nadie había dicho la noche anterior que se sintiera cómodo. Sam (el mozo de cuadra que procedía de Aubrey Hall) le estaba tirando los tejos a Darcy y había llevado una hamaca de los establos, que había colgado de las vigas. Se la había ofrecido primero a ella, claro, pero la había llevado para Darcy, de modo que, aunque Katniss la miró con curioso anhelo, no la aceptó. Así que Darcy había dormido en una hamaca, y Marcy —a insistencia de su madre— había dormido en el suelo, pero eso significaba que tres mujeres tuvieron que dormir en una cama pensada solo para dos. Katniss se había despertado con el codo de Marian en la axila y tenía un sabor desagradable en la boca. Y con la misma frustración de la noche anterior. En ese momento, mientras las mujeres se abrían paso por la concurrida zona de carga y descarga situada delante de los establos, buscó a Peeta. Si no podía ayudarlo con su trabajo médico, al menos podía obligarlo a contarle los detalles.
Sin embargo, no lo vio por ninguna parte.—El señor Mellark —le dijo Katniss a uno de los criados mientras entregaba la cesta de Judyth a Marian—, ¿dónde está? —Está durmiendo, señora Mellark. Katniss se detuvo con un pie en el bloque para subir a los escalones del carruaje.
—¿Está durmiendo? ¿Todavía? —Sí, señora. Terminó de atender al herido hace pocas horas.—¡Por Dios! ¿Qué ha pasado? —No estoy seguro, señora, pero había mucha sangre. Un criado apareció al otro lado de Katniss.
—Fue una pierna rota, señora. De esas veces en las que el hueso atraviesa la piel.
—Una fractura abierta —dijo Katniss. Tal vez estuviera presumiendo. No, desde luego que estaba presumiendo.
—Esto... Sí.
—¿Se pondrá bien? ¿El hombre con la pierna rota?El criado se encogió de hombros.—Es difícil de decir, pero si no se recupera, no será por culpa del señor Mellark. Ha sido un verdadero héroe, señora. Katniss sonrió. —Por supuesto que sí. Pero...
—¿Qué hacer? Se dio cuenta de que ella estaba al mando. Era una sensación desconocida. Desconocida, pero no desagradable, como pudo descubrir con alivio. Carraspeó y se cuadró de hombros.—La idea era reemprender la marcha temprano.
—Lo sé, señora —dijo el primer criado—. Es que estaba muy cansado. Queríamos esperar todo lo posible antes de despertarlo. Tiene algodón en las orejas y se colocó la corbata sobre los ojos, así que no es de extrañar que siga durmiendo, pero...
—¿Pero? —preguntó ella.
El primer criado miró al segundo y luego miró el carruaje. El segundo criado se limitó aclavar la vista en el zapato de Katniss, que seguía sobre el bloque. —¿Pero? —volvió a preguntar ella.—Pero el gato nos pone muy nerviosos. Katniss hizo una pausa antes de bajar del bloque.
—¿Podrías llevarme hasta él? —¿Hasta el gato? Katniss se obligó a adoptar una expresión de paciencia absoluta.
—El gato ya está en el carruaje. Me gustaría ver al señor Mellark.
—Pero está durmiendo.
—Sí, ya lo has dicho.
Los tres se quedaron allí plantados y se hizo un largo e incómodo silencio. El primer criado dijo a la postre: —Por aquí, señora. Katniss lo siguió hasta los establos, donde se detuvo en la entrada y señaló.
En el lado izquierdo aún colgaba una solitaria hamaca, donde dormía un Peeta completamente vestido alque apenas distinguía por la escasa luz. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos cubiertos por la corbata. Quería abrazarlo. Quería estrangularlo. Si la hubiera dejado ayudarlo la noche anterior, no estaría tan cansado. Sin embargo, no era el momento de mostrarse rencorosa.
Se dio media vuelta y regresó al carruaje. Podían retrasar la salida una hora. Peeta necesitaba dormir, y ni que decir tenía que nadie iba a descansar en el carruaje. Acunar la Cabeza de Gato como si fuera un bebé parecía ayudar, pero no lo mantenía tranquilo por completo. Se detuvo y miró hacia los establos por encima del hombro. Ya no podía ver a Peeta, pero se lo imaginaba en la hamaca, moviéndose ligeramente con cada respiración. Parecía comodísimo. Detestaba la idea de despertarlo. También era una pena que...
—¿Señora? Alzó la vista. Uno de los criados la miraba con preocupación. Y no era de extrañar. Llevabalo que debía de ser un minuto entero allí de pie, ensimismada.
—¿Señora? —le preguntó el criado. Katniss esbozó una lenta sonrisa.
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Con todo mi corazon
RomanceTodo el mundo sabía que Katniss Everdeen era hija ilegítima. Todos los criados lo sabían. Pero todos querían a Katy; la querían desde el momento en que llegó a Penwood Park a los tres añitos, un pequeño bultito dejado en la grada de la puerta princi...