13

26 5 0
                                    

Normalmente espero a recibir una carta tuya para escribir la mía, pero como hace varias semanas que no tengo noticias tuyas, Peeta dinsiste en que tome la iniciativa y empiece a escribirte. Sin embargo, no hay mucho que contar. Es sorprendente la cantidad de tiempo que pasamos sin hacer nada. O marchando. Pero supongo que no querrás que llene la página de reflexiones sobre el arte y la ciencia de la marcha. DE THOMAS EVERDEEN A SU HERMANA KATNISS.

Haarlem era exactamente como Peeta imaginaba.
La enfermería era tan rudimentaria como el mayor Abernathy les había advertido. Por fortuna,
la mayoría de las camas estaban vacías. Katniss se había horrorizado visiblemente ante las condiciones del lugar. Habían tardado en dar con el hombre a cargo, y luego un poco más en convencerlo de revisar los registros. Pero como Abernathy les había anticipado, no había ninguna mención a Thomas Everdeen. Katniss se preguntaba si, quizás, algunos de los pacientes no habrían sido registrados, y Peeta no podía culparla realmente por preguntar, ya que el nivel general de limpieza no inspiraba confianza en la organización de la enfermería. Sin embargo, si había algo en lo que el ejército británico se destacaba era en llevar registros. La lista de pacientes era casi lo único de la enfermería que era impecable. Cada página estaba organizada en columnas precisas, y cada nombre iba acompañado de rango, fecha de llegada, fecha y tipo de salida, y una breve descripción de la lesión o enfermedad. Por eso ahora sabían que el soldado Roger Gunnerly de Cornwall se había recuperado de un absceso en el muslo izquierdo, y que el soldado Henry Witherwax de Manchester había fallecido de un disparo en el abdomen. Pero de Thomas Everdeen no había noticias. Fue un día muy largo. Las carreteras entre la ciudad de Nueva York y Haarlem eran espantosas, y el carruaje que habían alquilado no era mucho mejor, pero después de una cena abundante en la taberna Fraunces, ambos se sintieron mejor. El día había sido mucho menos húmedo que el anterior, y hacia la noche soplaba una leve brisa que llevaba el sabor salado del mar, de modo que tomaron el camino largo de vuelta al Devil's Head, andando lentamente por las calles semi vacías al sur de la isla de Manhattan. Katniss tenía su mano metida en el hueco del codo de Peeta, y aunque mantenían una distancia adecuada, cada paso parecía acercarlos cada vez más. Si no hubiesen estado tan lejos de casa, si no hubieran estado en mitad de la guerra, habría Sido una noche perfecta. Caminaron en silencio a lo largo del río, observando cómo las gaviotas se lanzaban tras los peces, y luego Katniss dijo: -Desearía...
Pero no terminó de hablar.-¿Qué desearías? -preguntó Peeta. Tardó un momento en responder, y cuando lo hizo fue con un movimiento lento y triste de cabeza.
-Desearía saber cuándo debo darme por vencida.
Él sabía lo que debía hacer. Si hubiese estado representando un papel en el escenario o hubiera sido protagonista de una novela heroica, le habría dicho que nunca debían darse porvencidos, que sus corazones debían permanecer leales y fuertes y que debían buscar a Thomas hasta que se extinguiera la última pista. Sin embargo, no iba a mentirle ni a darle falsas esperanzas, así que se limitó a decir: -No sé. Como si se hubieran puesto de acuerdo, se detuvieron uno junto al otro, observando el agua bajo la luz del atardecer. Katniss fue la primera en hablar. -Crees que está muerto, ¿verdad?
-Creo...
-No quería decirlo, ni siquiera había querido pensarlo-. Creo que seguramente está muerto, sí.

-Ella asintió; sus ojos reflejaban más resignación que tristeza. Peeta no supo por qué eso le pareció más desgarrador.

-Me pregunto si no sería más fácil -dijo ella- saberlo con certeza.
-No lo sé. La pérdida de la esperanza contra la certeza de la verdad. No es algo fácil de juzgar.

-No. -Ella reflexionó un largo rato, sin quitar la mirada del horizonte. Finalmente, cuando Peeta creía que había abandonado el tema de conversación, expresó-: Creo que prefiero saber.
Él asintió, aunque ella no lo estaba mirando.

-Creo que estoy de acuerdo. Entonces ella se volvió. -¿Solo lo crees? ¿No estás seguro?
-No.
-Yo tampoco.
-Ha sido un día decepcionante -murmuró él. -No -replicó ella, sorprendiéndolo-. Para que fuera decepcionante, tendríamos que haber esperado un resultado diferente. Él la miró. No tuvo necesidad de hacer la pregunta en voz alta.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora