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Peeta llevó a Katniss a una pequeña taberna cerca del puerto. Había comido allí incontables veces, como también la mayor parte de su tripulación. Aunque nunca hubiese llevado a una dama a un establecimiento similar en Inglaterra, parecía que allí, en Portugal, las reglas no se aplicaban de la misma manera. Además, la esposa del tabernero era una estupenda cocinera, y no se le ocurría un sitio mejor para que Katniss probara la auténtica cocina portuguesa.

-No será como los sitios a los que está acostumbrada -advirtió él mientras alargaba la mano para abrir la puerta. Los ojos de ella se iluminaron.

-¡Bien!
-La clientela puede ser algo inculta.

-No soy tan quisquillosa.
Peeta abrió la puerta con elegancia.

-Entonces, por favor, entremos. Fueron recibidos de inmediato.

-¡Capitán! -El señor Farias, el dueño del establecimiento, se acercó afanosamente. Era un hombre de mediana edad, había aprendido inglés con el correr de los años y lo hablaba mucho mejor de lo que Peeta hablaba portugués-. ¡Qué alegría verlo! Me han dicho que su barco está aquí, y me preguntaba cuándo vendría. Peeta sonrió. Siempre era una alegría que un viejo amigo lo saludara.

-Senhor Farias, todo el placer es mío. Dígame, ¿cómo está su familia?
-Muy bien, muy bien. Mi María se ha casado, ¿sabe? Pronto seré... ¿Cómo se dice...? No padre, sino...

-Con rapidez chasqueó los dedos en el aire, su gesto preferido cada vez que intentaba pensar en algo. Peeta lo había visto hacerlo muchas veces.

-Avô, avô -dijo-.
No padre, sino...
-¿Abuelo?
-¡Sí, eso es!
-¡En hora buena, amigo mío! La senhora Farias debe de estar muy contenta.
-Sim! Sí, ella está muy feliz. Le encantan los bebés. Pero ¿quién es ella? -El senhor Farias por fin vio a Katniss de pie justo un poco detrás y a un lado de Peeta. Tomó su mano y la besó-. ¿Es esta su esposa? ¿Se ha casado? ¡Parabéns, capitán! ¡En hora buena! Peeta miró de reojo a Katniss. Estaba colorada como un tomate, pero no parecía realmente incómoda.

-Es mi prima -respondió Peeta, por ser la mentira más segura. Si sus hombres no habían ido ya a la Taberna da Torre a comer, lo harían pronto, y seguramente transmitirían la noticia de que el Infinity había navegado con una mujer a bordo-. Es una invitada en nuestro viaje.

-Entonces, es una invitada en mi taberna -aseguró el senhor Farias, conduciéndola a una mesa-. Solo traeré la mejor comida. -¿Me está diciendo que una parte de su comida no es la mejor? -bromeó Peeta.

-No -respondió el senhor Farias con convicción-. Mi esposa no cocina nada malo. Todo es de lo mejor. Así que se lo traeré todo a su prima. Katniss abrió la boca, y por un momento pareció que iba a negarse; en cambio, dijo: -Sería espléndido. El senhor Farias se llevó las manos a las caderas. -¿El capitán no le da de comer?
-La comida en el Infinity es muy buena -aseguró Katniss, dejando que el senhor Farias entrelazara su brazo en el suyo-. Pero nunca he probado comida portuguesa... Bueno, a excepción de las malasadas... y tengo mucha curiosidad.

-Es una dama muy curiosa -anunció Peeta, que los seguía detrás. Katniss le echó una mirada.

-Eso puede interpretarse de muchas maneras.

-Todas ellas son acertadas. Katniss hizo un gesto cómico con la boca, que evidentemente era el equivalente a poner los ojos en blanco, y con alegría se dirigió con el senhor Farias a su mejor mesa.

-Siéntense, siéntense -insistió. Miró a Katniss, a Peeta y nuevamente a Katniss-. Traeré vino.

-¡Es encantador! -dijo Katniss entusiasmada apenas se sentaron.
-Sabía que le gustaría.
-¿Los portugueses son todos tan amigables?
-Muchos, pero ninguno como él.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora