5

43 7 1
                                    

Peeta soltó una gran exhalación antes de darse la vuelta. La señorita Everdeen estaba de pie junto a la cama con una expresión nerviosa en el rostro. No, no eran nervios. Disgusto sería una palabra más precisa. Evidentemente quería decirle algo. Pero no lo decía, y eso debería ser motivo de alarma.
-¿Sí? -instó él finalmente. Ella negó con la cabeza. -Nada. Tenía suficiente experiencia con las mujeres para saber que eso no era cierto.
-¿Está segura?
Katniss asintió.
Muy bien. Si ella lo aseguraba. Peeta aceptó su evasiva asintiendo con la barbilla y volvió a dirigirse a la puerta.

-Es solo que...
¡Maldición! Había estado tan cerca... Volvió a girarse, un auténtico modelo de paciencia.

-No tengo nada que ponerme -dijo ella en voz baja. Él se esforzó por no cerrar los ojos, ni siquiera por un instante. No había creído que fuese tan frívola. Sin duda no necesitaba vestidos elegantes para viajar a Portugal. Luego agregó: -Para dormir y también para estos días. -¿Qué tiene de malo el que lleva puesto? -preguntó él, indicando con la mano su vestido azul. El corpiño estaba hecho con una especie de encaje de diseño amplio, y la falda afortunadamente era sencilla, sin aros o polisones que le hicieran la vida a bordo más difícil. Creía que el vestido le sentaba muy bien. De hecho, antes de saber quién era ella, había fantaseado con arrancárselo.

-No tiene nada de malo -respondió ella-, pero no puedo usarlo dos semanas seguidas.

-Mis hombres suelen usar la misma ropa durante ese tiempo. -Por supuesto que él no, pero sus hombres, sí.

-Sin embargo -insistió ella, con aspecto de estar intentando no acobardarse-, no creo que mi vestido vaya a ser práctico a bordo.
¡Por fin! Un problema de fácil solución.

-No subirá a bordo -le informó. -¿Nunca?
-No es seguro para usted -dijo él con naturalidad.

-Me ahogaré aquí abajo. -Ella agitó un brazo a su alrededor; no parecía estar haciendo un gesto para señalar el camarote; más bien parecía algo desquiciada. -No sea tonta -dijo él, maldiciendo su tono despectivo. No se ahogaría, pero sí sería muy infeliz. Veía que Katniss Everdeen no era una persona que soportara el aburrimiento.
Pero no podía tenerla deambulando a lo largo y ancho del barco. Era una distracción de la que sus hombres debían prescindir; además, ella no conocía las reglas de seguridad en alta mar.
Por no mencionar que los marineros eran muy supersticiosos, y estaban convencidos de que las mujeres traían mala suerte a bordo de un barco.
Era probable que la mitad de sus hombres se persinara cada vez que la viera. La señorita Everdeen Everdeen parecía angustiada.
Y tartamudeó: -Pero... pero...

Él volvió a acercarse a la puerta.
-Lo siento, señorita Everdeen, pero así deben ser las cosas. Es por su propia seguridad.
-Pero ¿toda una quincena? ¿No veré el sol durante toda una quincena?
Él enarcó una ceja.
-Acaba de admirar mis hermosas ventanas.
-No es lo mismo, y usted lo sabe. Era cierto, y sintió compasión por ella. De verdad. Era inimaginable pensar que a él lo obligarán a permanecer en el camarote de un barco durante dos semanas, aunque fuera uno tambien amueblado como ese. 

-Capitán James -declaró Katniss, después de lo que pareció un fuerte suspiro-, se lo pido como a un caballero.

-Es ahí donde se equivoca.
-No disimule, capitán. Podrá querer ocultarlo, o quizás usted quiere esconderse de la realidad, pero usted es un caballero desde que nació. Usted mismo lo ha confesado.
Él se cruzó de brazos.

-En este buque no soy ningún caballero.
Ella también se cruzó de brazos.
-No le creo. Entonces, algo dentro de él se rompió. Simplemente, se rompió. Desde que la vio por primera vez, atada y amordazada sobre su cama, había pasado cada minuto de su tiempo ocupándose de ella o de la infinidad de problemas que su presencia provocaba (y estaba a punto de provocar) en una misión tan delicada.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora