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Katniss estaba tratando de decidir cuánto tiempo podía retrasar la bajada después de vestirse para la cena cuando se oyó lo que parecía una pequeña manada de zorros con patas de plomo pasando por delante de su habitación. Sonrió. Y lo hizo con una sonrisa genuina. Sus sobrinos habían llegado. Bajó de la cama de un salto y abrió la puerta justo cuando pasaba su cuñada. Violet giró de inmediato y entró en la habitación con Colin, el más pequeño de sus hijos, en brazos.

—¡Katniss! —exclamó—. Me alegro mucho de verte. ¿Cómo estás? Cuéntamelo todo. ¿Qué puedo hacer?
—Yo... Bueno...
—¿Por dónde empezar?
—Toma. Coge al bebé, ¿quieres? —Violet le ofreció a Colin, y no le quedó más remedio que cogerlo. El niño empezó a chillar de inmediato.

—Creo que tiene hambre —dijo Katniss.
—Siempre tiene hambre. Sinceramente, no sé qué hacer con él. Ayer se comió la mitad de mi empanadilla de carne. Katniss miró espantada a su sobrinito. —Pero ¿tiene dientes? —No —respondió Violet—. Lo trituró todo con las encías. —Eres un monstruito —dijo Katniss con cariño. Colin soltó un gorgorito tras decidir que acababan de hacerle un cumplido. —Siento mucho no haber venido antes —se disculpó Violet—. Colin ha estado enfermo, nada grave, pero no paraba de toser y era una tos muy fea, ronca y persistente. No quería dejarlo solo.

—No pasa nada, Violet —le aseguró Katniss—. Tus hijos deben ser lo primero.—Además, tu madre dijo que querías estar sola.
—Y no mintió.
—Sin embargo, cuatro semanas de soledad es suficiente, creo. ¿No te parece? —Lo averiguaremos esta noche. Violet sonrió al oírla.
—¿Han llegado todos los demás? Pero ¿qué estoy diciendo? Si ni siquiera sé quién viene.

—Billie y George. Lord y lady Mellark. ¿Andrew y Poppy, tal vez? —No, están visitando a la familia de Poppy en Somerset. Uno de sus hermanos acaba de casarse.

—¡Ah! No lo sabía.
Violet se encogió de hombros.
—No sé cuál es. Tiene muchos. No me imagino lo que es tener una familia tan numerosa. Como si les hubieran dado pie, Anthony y Benedict pasaron corriendo por delante de la puerta, perseguidos por la niñera.—Tres parecen demasiado —dijo Katniss. Violet se dejó caer en una silla.

—Si yo te contara...
Katniss sonrió. Sabía que Violet no cambiaría la maternidad por nada. Sinceramente, no le extrañaría que Edmund y ella decidieran ampliar la familia y no quedarse solo con tres hijos. Su cuñada siempre estaba atareada, pero siempre feliz. Le bastaba con verla para animarse, aunque de repente cayó en la cuenta de que tal vez ella nunca pudiera tener una vida semejante. Freddie Oakes era el culpable de eso.

—Estoy intentando decidir a quién se parece —dijo Katniss, moviendo a Colin entre los brazos. Todavía no tenía mucho pelo, pero parecía que iba a ser más moreno que su madre, que tenía el pelo rubio oscuro.

—A Edmund. Todos se parecen a Edmund.

—No, no lo creo. Creo que los tres son una mezcla de vosotros dos.

—Eres muy amable, pero reconozco la verdad.
—Violet soltó un suspiro exagerado—. No soy más que un recipiente para la familia Everdeen. Katniss se rio a carcajadas.

—Sinceramente, creo que los tres se parecen mucho.—Sí, ¿verdad? —Violet esbozó una sonrisilla tierna—. Van a juego. No sé por qué eso me hace tan feliz. —A mí también.
—Katniss sostuvo a Colin en alto para mirarle mejor la cara—. Mira esos mofletes —dijo—. Y esos ojos. Creo que van a ser verdes. —El color de la gula —murmuró Violet.
—¿No es el de la envidia?
—Y de la envidia, también. —Se estremeció—. No para de comer. Katniss sonrió y le besó la nariz al niño.
—¿Es mucho pedir que uno de vosotros se parezca a la tía Katniss y que salga un poco pelirrojo? ¿Solo un poco? Me vendría bien otro pelirrojo en la familia. —Eres una loba solitaria —bromeó Violet—. Siempre he creído que los pelirrojos son muy temperamentales.

Con todo mi corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora